Viernes, 29 de time.september de 2017
Hola
Como he dicho antes las etiquetas ... no me suenan mucho.
TU NO ERES mitomana... eliges en momentos decir mentiras...
Las mentiras las usamos para crear una realidad que quisiéramos fuera pero no es, porque nos hemos juzgado de tal manera que salimos tan mal de este que preferimos mostrar otra cosa.
Lo que debes encontrar es que es lo que estas juzgando tan fuerte en ti.
Te recomiendo encuentres un profesional cerca a ti para trabajar en esto.Y al que le puedas decir que si en 6 meses lo habrás logrado y el te diga que si (si tu lo quieres).
Por ahora te dejo este cuento que espero te permita abrir tu mapa de ti:
"Era un barsucho de mala muerte, en uno de los barrios más
turbios de la ciudad.
El ambiente sórdido parecía extraído de una novela
policial de la serie negra.
Un pianista borracho y ojeroso golpeaba un blues
aburrido, en un rincón que apenas se divisaba entre la poca luz
y el humo de cigarrillos apestosos.
De repente, la puerta se abrió de una patada. El pianista
cesó de tocar y todas las miradas se dirigieron a la puerta.
Era una especie de gigante lleno de músculos que se
escapaban de su remera, con tatuajes en sus brazos de herrero.
Una terrible cicatriz en la mejilla le daba aun más fiereza
a su cara de expresión terrible.
Con una voz que helaba la sangre, gritó:
—¿Quién es Peter?
Un silencio denso y terrorífico se instaló en el bar. El
gigante avanzó dos pasos y agarró una silla y la arrojó contra
un espejo.
—¿Quién es Peter? –volvió a preguntar.
De una mesa lateral, un pequeño hombrecito de anteojos
corrió su silla, sin hacer ruido caminó hacia el gigantón; con voz
casi inaudible, susurró:
—Yo... yo soy Peter.
—Ah, tú eres Peter, yo soy Jack, ¡hijo de puta!
Con una sola mano lo levantó en el aire y lo arrojó contra
un espejo. Lo levantó y le pegó dos cachetadas que parecía que
le arrancarían la cabeza. Después le aplastó los anteojos. Le
destrozó la ropa y por último, lo tiró al piso y le saltó sobre el
estómago.
Un pequeño hilo de sangre empezó a brotar de la
comisura de la boca del hombrecito, que quedó tirado en el piso
semiinconsciente.
El gigantón se acercó a la puerta de salida y antes de
irse, dijo:
—¡Nadie se burla de mí, nadie! –y se fue.
Apenas la puerta se cerró, dos o tres hombres se
acercaron levantar a la víctima de la golpiza. Lo sentaron y le
acercaron un whisky.
El hombrecito se limpió la sangre de la boca y empezó a
reírse. Primero suavemente y después, a carcajadas.
La gente lo miró sorprendida.
¿Los golpes lo habían dejado loco?
—Ustedes no entienden –dijo, y siguió riéndose— yo sí me
burlé de ese idiota...
Los otros no podían evitar la curiosidad y lo llenaron de
preguntas:
¿Cuándo?
¿Cómo?
¿Con una mina?
¿Por guita?
¿Qué le hiciste?
¿Lo mandaste preso?
El hombrecito siguió riendo.
—No, no. ¡Yo me burlé de ese estúpido ahora, delante de
todos. Porque yo... ja, ja, ja... yo...
...¡Yo NO soy Peter!