Viernes, 22 de noviembre de 2013
Psic. Verónica Martínez
- Hermosillo, (México)
Alimentación
El ser humano día a día se ve influenciado por todo el medio que le rodea. En la sociedad actual ha destacado el papel de algunos medios de comunicación que han llevado a las personas a adoptar formas de comportamiento para ajustarse a las exigencias que se imponen. Uno de los principales problemas que enfrenta la comunidad en general es la cultura de la dieta y la salud mal encaminada.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son manifestaciones extremas de una variedad de preocupaciones por el peso y la comida, experimentados por mujeres y hombres. Éstos incluyen la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. Aunque los manuales de diagnóstico no lo incluyan dentro de su clasificación, la obesidad mórbida también puede considerarse un TCA. Todos éstos son problemas emocionales serios que pueden llegar a tener consecuencias fatales.
Si bien es cierto que su origen no es reciente, es en los últimos años donde se ha hecho controversia al respecto, hasta se han publicado casos de personas dedicadas al espectáculo y los deportes que son o fueron víctimas de los TCA, por lo que muchos conocen la existencia de los desórdenes del comportamiento alimentario. Pero como suele ocurrir en muchos de los trastornos psicológicos, la información que se ofrece a la población por parte de profesionales de la salud es poca, por lo que la gente tiene un conocimiento limitado o nulo sobre el tema.
Existen criterios diagnósticos, sin embargo, se sugiere tomar en cuenta tres factores principales para evaluar y detectar un TCA, aunque el problema radica en los puntos intermedios. Dichos factores son el peso, cuyo continuo va desde la demacración a la obesidad, el control de la conducta que va de la evitación y/o ayuno hasta el acercamiento a la comida y el atracón. Finalmente, se analiza la intensidad del miedo al sobrepeso, que es lo que lleva al individuo al control de la conducta alimentaria. Siguiendo este modelo, el clínico habrá de identificar en qué punto del continuo se encuentra la persona evaluada, para determinar la presencia del TCA. Sin embargo, los criterios que se utilizan para clasificar a los trastornos de la conducta alimentaria no son del todo claros o bien, no se pueden aplicar estrictamente a todos los casos.
Aunque no se tiene una lìnea determinante del origen de los TCA, se sabe que son muchas variables las que intervienen, las más comunes son el desarrollo del afecto y autoconcepto desde la primera infancia, las relaciones familiares y estilos controladores y perfeccionistas de los padres, práctica de actividades deportivas o artísticas y rasgos de personalidad límites, obsesivo compulsivo y ansioso, entre otros.
Los TCA y la depresión tienen una relación muy estrecha. Las principales características que comparten son: 1) alteraciones en los niveles de serotonina; 2) distorsiones cognitivas; 3) falta de habilidades sociales y aislamiento; 4) locus de control externo, y 5) sentido de ineficacia personal y desesperanza. También los eventos de vida pueden influir en la relación entre TCA y depresión.
Aunque no son exclusivos de un género o grupo de edad, la población adolescente es la más vulnerable. Tener entre 13 y 19 años, puede considerarse como un factor de riesgo para el mismo. También se estima que en mujeres adolescentes, los TCA constituyen el tercer padecimiento crónico más común.
Los adolescentes pasan por diversos cambios, como la identificación de su personalidad y fortalecimiento de la autoestima. Se considera como un período inevitable de tránsito hacia la edad adulta, es en sí una etapa importante del ciclo vital. Durante este período, se hace evidente la atención que se presta a la imagen corporal y aceptación de los demás. El adolescente se ve presionado por las transformaciones corporales y debe forjar una imagen de sí mismo que deberá ser reelaborada y aceptada.
Esta necesidad genera un temor al rechazo social que aumenta con la constante comparación con los demás, el duelo ante la perdida de la imagen infantil libre de estereotipos e incluso por el duelo por la dependencia hacia los padres.
Dado el gran interés mostrado por el adolescente hacia el propio cuerpo, éste se transforma en una forma de expresión de sus dificultades de integración personal. A esto se agrega el valor estético impuesto por la cultura que ha ido cambiando con el paso del tiempo; el modelo cultural al que aspiran las mujeres y los hombres es la delgadez.
No ajustarse a lo preestablecido como necesario para ser aceptado, conlleva un sentimiento de inferioridad y desvalorización respecto del grupo. Esto también puede generar efectos emocionales como ansiedad y/o depresión, la cual también es muy frecuente en esta etapa. La depresión que afecta a los jóvenes suele tener como desencadenante familias disfuncionales, la influencia de los pares y las primeras relaciones de pareja y otras presiones sociales.
Ante estas pérdidas, más la del autoconcepto y de la imagen corporal deseada, la identidad ante lo socialmente aceptable, entre otras que pudiesen presentarse, como divorcio, fallecimiento de personas significativas pueden contribuir en gran medida al desarrollo o cronificación de los TCA, la persona pierde el control de su vida por lo que lo único que tiene a su alcance es el control de lo que come y lo que hace con su cuerpo. Es entonces cuando la lucha ante el espejo se hace evidente.
La intervención psicoterapéutica y tanatológica han de orientarse tomando en cuenta las fases y pérdidas de éstas enfermedades: a) Construcción de la identidad, el adolescente intenta reconstruir su imagen corporal, rectificarla de acuerdo a lo valorado socialmente; b) búsqueda de reconocimiento, que se convierte en regulador de la propia autoestima; c) Negación y conflicto en la relación familiar, puede generar oposición a comer, los jóvenes más vulnerables son los que se encuentran sobreinvolucrados emocionalmente respecto de los padres; d) Negación del cuerpo o minimización del daño fisiológico; e) Alteración psicológica grave, el peso y los alimentos se convierten en un tema delirante, hay dificultad para relacionarse con los demás.
A manera de prevención en el caso de la población estudiantil, cuyas edades por lo general incluyen el grupo más vulnerable, es útil la información que les permita conocer qué son y orientarlos sobre dónde acudir en caso de estar en riesgo o presentar un desorden alimenticio.
La intervención en este tipo de padecimientos a veces requiere de un énfasis en las causas, sus efectos y trastornos comórbidos, además del control alimentario. No hay que descartar que el tratamiento más viable ha de ser multidisciplinario, puesto que los TCA son fenómenos en los cuales intervienen diferentes factores y sólo con el apoyo profesional médico, nutricional y psicológico -individual y familiar – se puede tener un mejor pronóstico de recuperación, siempre y cuando se tenga la colaboración del paciente, el cual es reconocido como de los más difíciles y desgastantes para el tratamiento, al resistirse al cambio y su poca adherencia terapéutica, por lo que la labor del tanatólogo es apoyar en el acompañamiento y en la reflexión del daño autoprovocado que muchas veces es la forma de llenar los vacíos existenciales de quienes lo padecen.
Nuestra misión entonces es orientarlo para que logre reencontrarse consigo mismo, con lo que es y dejó ir ante el reflejo extraño de un espejo empañado por el sufrimiento.
Alimentación
El ser humano día a día se ve influenciado por todo el medio que le rodea. En la sociedad actual ha destacado el papel de algunos medios de comunicación que han llevado a las personas a adoptar formas de comportamiento para ajustarse a las exigencias que se imponen. Uno de los principales problemas que enfrenta la comunidad en general es la cultura de la dieta y la salud mal encaminada.
Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son manifestaciones extremas de una variedad de preocupaciones por el peso y la comida, experimentados por mujeres y hombres. Éstos incluyen la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. Aunque los manuales de diagnóstico no lo incluyan dentro de su clasificación, la obesidad mórbida también puede considerarse un TCA. Todos éstos son problemas emocionales serios que pueden llegar a tener consecuencias fatales.
Si bien es cierto que su origen no es reciente, es en los últimos años donde se ha hecho controversia al respecto, hasta se han publicado casos de personas dedicadas al espectáculo y los deportes que son o fueron víctimas de los TCA, por lo que muchos conocen la existencia de los desórdenes del comportamiento alimentario. Pero como suele ocurrir en muchos de los trastornos psicológicos, la información que se ofrece a la población por parte de profesionales de la salud es poca, por lo que la gente tiene un conocimiento limitado o nulo sobre el tema.
Existen criterios diagnósticos, sin embargo, se sugiere tomar en cuenta tres factores principales para evaluar y detectar un TCA, aunque el problema radica en los puntos intermedios. Dichos factores son el peso, cuyo continuo va desde la demacración a la obesidad, el control de la conducta que va de la evitación y/o ayuno hasta el acercamiento a la comida y el atracón. Finalmente, se analiza la intensidad del miedo al sobrepeso, que es lo que lleva al individuo al control de la conducta alimentaria. Siguiendo este modelo, el clínico habrá de identificar en qué punto del continuo se encuentra la persona evaluada, para determinar la presencia del TCA. Sin embargo, los criterios que se utilizan para clasificar a los trastornos de la conducta alimentaria no son del todo claros o bien, no se pueden aplicar estrictamente a todos los casos.
Aunque no se tiene una lìnea determinante del origen de los TCA, se sabe que son muchas variables las que intervienen, las más comunes son el desarrollo del afecto y autoconcepto desde la primera infancia, las relaciones familiares y estilos controladores y perfeccionistas de los padres, práctica de actividades deportivas o artísticas y rasgos de personalidad límites, obsesivo compulsivo y ansioso, entre otros.
Los TCA y la depresión tienen una relación muy estrecha. Las principales características que comparten son: 1) alteraciones en los niveles de serotonina; 2) distorsiones cognitivas; 3) falta de habilidades sociales y aislamiento; 4) locus de control externo, y 5) sentido de ineficacia personal y desesperanza. También los eventos de vida pueden influir en la relación entre TCA y depresión.
Aunque no son exclusivos de un género o grupo de edad, la población adolescente es la más vulnerable. Tener entre 13 y 19 años, puede considerarse como un factor de riesgo para el mismo. También se estima que en mujeres adolescentes, los TCA constituyen el tercer padecimiento crónico más común.
Los adolescentes pasan por diversos cambios, como la identificación de su personalidad y fortalecimiento de la autoestima. Se considera como un período inevitable de tránsito hacia la edad adulta, es en sí una etapa importante del ciclo vital. Durante este período, se hace evidente la atención que se presta a la imagen corporal y aceptación de los demás. El adolescente se ve presionado por las transformaciones corporales y debe forjar una imagen de sí mismo que deberá ser reelaborada y aceptada.
Esta necesidad genera un temor al rechazo social que aumenta con la constante comparación con los demás, el duelo ante la perdida de la imagen infantil libre de estereotipos e incluso por el duelo por la dependencia hacia los padres.
Dado el gran interés mostrado por el adolescente hacia el propio cuerpo, éste se transforma en una forma de expresión de sus dificultades de integración personal. A esto se agrega el valor estético impuesto por la cultura que ha ido cambiando con el paso del tiempo; el modelo cultural al que aspiran las mujeres y los hombres es la delgadez.
No ajustarse a lo preestablecido como necesario para ser aceptado, conlleva un sentimiento de inferioridad y desvalorización respecto del grupo. Esto también puede generar efectos emocionales como ansiedad y/o depresión, la cual también es muy frecuente en esta etapa. La depresión que afecta a los jóvenes suele tener como desencadenante familias disfuncionales, la influencia de los pares y las primeras relaciones de pareja y otras presiones sociales.
Ante estas pérdidas, más la del autoconcepto y de la imagen corporal deseada, la identidad ante lo socialmente aceptable, entre otras que pudiesen presentarse, como divorcio, fallecimiento de personas significativas pueden contribuir en gran medida al desarrollo o cronificación de los TCA, la persona pierde el control de su vida por lo que lo único que tiene a su alcance es el control de lo que come y lo que hace con su cuerpo. Es entonces cuando la lucha ante el espejo se hace evidente.
La intervención psicoterapéutica y tanatológica han de orientarse tomando en cuenta las fases y pérdidas de éstas enfermedades: a) Construcción de la identidad, el adolescente intenta reconstruir su imagen corporal, rectificarla de acuerdo a lo valorado socialmente; b) búsqueda de reconocimiento, que se convierte en regulador de la propia autoestima; c) Negación y conflicto en la relación familiar, puede generar oposición a comer, los jóvenes más vulnerables son los que se encuentran sobreinvolucrados emocionalmente respecto de los padres; d) Negación del cuerpo o minimización del daño fisiológico; e) Alteración psicológica grave, el peso y los alimentos se convierten en un tema delirante, hay dificultad para relacionarse con los demás.
A manera de prevención en el caso de la población estudiantil, cuyas edades por lo general incluyen el grupo más vulnerable, es útil la información que les permita conocer qué son y orientarlos sobre dónde acudir en caso de estar en riesgo o presentar un desorden alimenticio.
La intervención en este tipo de padecimientos a veces requiere de un énfasis en las causas, sus efectos y trastornos comórbidos, además del control alimentario. No hay que descartar que el tratamiento más viable ha de ser multidisciplinario, puesto que los TCA son fenómenos en los cuales intervienen diferentes factores y sólo con el apoyo profesional médico, nutricional y psicológico -individual y familiar – se puede tener un mejor pronóstico de recuperación, siempre y cuando se tenga la colaboración del paciente, el cual es reconocido como de los más difíciles y desgastantes para el tratamiento, al resistirse al cambio y su poca adherencia terapéutica, por lo que la labor del tanatólogo es apoyar en el acompañamiento y en la reflexión del daño autoprovocado que muchas veces es la forma de llenar los vacíos existenciales de quienes lo padecen.
Nuestra misión entonces es orientarlo para que logre reencontrarse consigo mismo, con lo que es y dejó ir ante el reflejo extraño de un espejo empañado por el sufrimiento.