Miércoles, 11 de mayo de 2016
Psicomaster
- Madrid, (España)
Psicología
Autora: Marta Bermejo, psicóloga de Psicomaster
Psicología
La capacidad de tomar decisiones es una de las cualidades que nos hacen esencialmente humanos, junto con la libertad, la responsabilidad, etc. En nuestro Centro de Psicología de Madrid con frecuencia vemos el estrés que a veces genera tener que decidir, las dificultades que surgen en una pareja cuando no pueden avanzar en su relación por una mal proceso de toma de decisiones o el miedo por experiencias anteriores de decisiones tomadas de manera equivocada.
Permanentemente hacemos elecciones. Imaginemos por ejemplo un día cualquiera de nuestras vidas: a qué hora nos levantamos, si desayunaremos en casa o fuera, qué ropa nos pondremos, con quién nos reuniremos, qué opinaremos en una discusión, cuánto tiempo al día dedicaremos a estudiar, dónde iremos de vacaciones, etc. Y nos encontramos a veces ante decisiones a tomar más sencillas o triviales, y en otras, ante decisiones importantes o complicadas que nos atascan, nos da miedo decidir por no equivocarnos o por si no tomamos la elección correcta.A todos nos ha ocurrido alguna vez encontrarnos con dificultades para decidir, incluso posponer la decisión por no saber qué hacer, por inseguridad, por bloqueos emocionales o porque las estrategias que empleamos nos fallan. No es conveniente elegir de manera impulsiva y sin reflexionar ya que es más probable que, al no valorar bien las opciones, no escojamos la solución más idónea.Decidir se trata de un proceso, y todo proceso tiene unas fases o etapas, donde al menos nos vamos a encontrar con dos alternativas de elección. En la decisión podemos pedir ayuda a quien consideremos oportuno, siempre y cuando sea un proceso activo para el que ha de decidir, esto es no depositar la responsabilidad en el otro de nuestras propias elecciones, ya que esto dificulta seriamente que aprendamos estrategias eficaces para llevarlo a cabo.
No todos actuamos igual ante una situación de toma de decisiones, a veces lo hacemos de una manera metódica, siguiendo una serie de pasos, otras veces de forma menos gradual y con fluctuaciones. Necesitamos tomar una decisión cuando nos encontramos ante una situación que, o bien implica alguna oportunidad nueva (cambiar de trabajo, elegir casa, etc.) o bien decidir sobre algo que no nos está beneficiando y estaría bien cambiar.
Lo mejor es tener una disposición flexible para poder generar cuantas más opciones mejor que nos permitan tener un amplia lista, incluso que podamos anotarlas con lápiz y papel, por muy absurdas que nos parezcan algunas de las ideas ya que tendremos tiempo de evaluarlas para descartarlas más adelante, y a veces las opciones que no contemplamos desde un principio por considerarlas ridículas pueden ser buenas si las analizamos objetivamente.
Una vez que tenemos nuestra lista de opciones podemos dejan fluir libremente los sentimientos y pensamientos que suscita cada una de ellas, considerando las ventajas y desventajas de cada alternativa.
Esto puede llevarnos un tiempo pero lo importante es que prestemos atención a cada una de las opciones para poder elegir, y una vez tengamos la que hemos valorado como más idónea, la pondremos en práctica para ver su resultado.
Este proceso que así expuesto parece muy simple, y cuando aprendemos a tomarnos nuestro tiempo para hacerlo así, en ocasiones nos falla, porque decidimos precipitadamente, o lo contrario, dejamos que pase el tiempo y perdemos oportunidades, porque no tenemos en cuenta todas las alternativas posibles, etc. Y esto puede llegar a convertirse en un problema que a su vez genere otros, como puede ser la ansiedad, la inseguridad o la pérdida de confianza en uno mismo.
Permanentemente hacemos elecciones. Imaginemos por ejemplo un día cualquiera de nuestras vidas: a qué hora nos levantamos, si desayunaremos en casa o fuera, qué ropa nos pondremos, con quién nos reuniremos, qué opinaremos en una discusión, cuánto tiempo al día dedicaremos a estudiar, dónde iremos de vacaciones, etc. Y nos encontramos a veces ante decisiones a tomar más sencillas o triviales, y en otras, ante decisiones importantes o complicadas que nos atascan, nos da miedo decidir por no equivocarnos o por si no tomamos la elección correcta.A todos nos ha ocurrido alguna vez encontrarnos con dificultades para decidir, incluso posponer la decisión por no saber qué hacer, por inseguridad, por bloqueos emocionales o porque las estrategias que empleamos nos fallan. No es conveniente elegir de manera impulsiva y sin reflexionar ya que es más probable que, al no valorar bien las opciones, no escojamos la solución más idónea.Decidir se trata de un proceso, y todo proceso tiene unas fases o etapas, donde al menos nos vamos a encontrar con dos alternativas de elección. En la decisión podemos pedir ayuda a quien consideremos oportuno, siempre y cuando sea un proceso activo para el que ha de decidir, esto es no depositar la responsabilidad en el otro de nuestras propias elecciones, ya que esto dificulta seriamente que aprendamos estrategias eficaces para llevarlo a cabo.
No todos actuamos igual ante una situación de toma de decisiones, a veces lo hacemos de una manera metódica, siguiendo una serie de pasos, otras veces de forma menos gradual y con fluctuaciones. Necesitamos tomar una decisión cuando nos encontramos ante una situación que, o bien implica alguna oportunidad nueva (cambiar de trabajo, elegir casa, etc.) o bien decidir sobre algo que no nos está beneficiando y estaría bien cambiar.
Lo mejor es tener una disposición flexible para poder generar cuantas más opciones mejor que nos permitan tener un amplia lista, incluso que podamos anotarlas con lápiz y papel, por muy absurdas que nos parezcan algunas de las ideas ya que tendremos tiempo de evaluarlas para descartarlas más adelante, y a veces las opciones que no contemplamos desde un principio por considerarlas ridículas pueden ser buenas si las analizamos objetivamente.
Una vez que tenemos nuestra lista de opciones podemos dejan fluir libremente los sentimientos y pensamientos que suscita cada una de ellas, considerando las ventajas y desventajas de cada alternativa.
Esto puede llevarnos un tiempo pero lo importante es que prestemos atención a cada una de las opciones para poder elegir, y una vez tengamos la que hemos valorado como más idónea, la pondremos en práctica para ver su resultado.
Este proceso que así expuesto parece muy simple, y cuando aprendemos a tomarnos nuestro tiempo para hacerlo así, en ocasiones nos falla, porque decidimos precipitadamente, o lo contrario, dejamos que pase el tiempo y perdemos oportunidades, porque no tenemos en cuenta todas las alternativas posibles, etc. Y esto puede llegar a convertirse en un problema que a su vez genere otros, como puede ser la ansiedad, la inseguridad o la pérdida de confianza en uno mismo.
Autora: Marta Bermejo, psicóloga de Psicomaster