Jueves, 21 de noviembre de 2013
Psicocrece
- Puebla, (México)
Psicología
Algunas personas luchan, presionan e incluso chantajean para que su pareja acepte ir a terapia. Pero, desde la perspectiva de la pareja la terapia es innecesaria. Sin embargo, la insistencia es tal que termina aceptando. Ya en el consultorio, la mayoría de las primeras entrevistas suelen seguir un mismo patrón: el terapeuta pregunta, ¿qué los trae conmigo y cómo les puedo ayudar? Unos breves segundos de silencio, ambos voltean a verse como diciendo: ¿le cuentas tú todo lo malo que me haces o se lo cuento yo?, a lo que el cónyuge responde silenciosamente con otra mirada que parece decir: dile lo que quieras, que yo también tengo varias quejas de ti. Todavía no han explicado cuál es exactamente el problema, cuando después de ver el intercambio de mensajes no verbales, el terapeuta sabe que se ha cumplido el primer requisito para que una pareja busque apoyo terapéutico: la presencia de un conflicto lo bastante fuerte para hacer tambalear la relación.
Pero… ¿a qué nos referimos por conflicto y por qué tiene que ser requisito para buscar apoyo terapéutico? Un conflicto se define como un proceso que comienza cuando una parte percibe que [el comportamiento de] la otra [parte] afecta negativamente (o está próxima a afectar) a algo que le concierne1. Ahora, con base en la definición, puede verse que el conflicto es algo inherente a cualquier relación humana. Todo lo que nuestra pareja hace encierra (en cierta medida) el poder de perjudicarnos. Por eso, a veces pareciera que los conflictos sólo están allí acechando, esperando el peor momento para hacer su aparición. Algunos incluso es como si operaran bajo la llamada Ley de Morphy: “si algo puede salir mal, saldrá mal”. (Si no me cree, piense en la última vez que hizo algo sin consultar a su pareja y pensando que no iba a molestarse por algo tan “intrascendente”).
Los conflictos, por sí mismos, no son ni malos ni buenos. El beneficio o perjuicio que resulten como consecuencia de un conflicto, dependerá de la manera en la que las personas involucradas lo manejen. Hay ocasiones en las que un conflicto ayuda a que los individuos se hagan conscientes del daño que están provocando en su pareja con su comportamiento, e incluso puede estimularlos a usar su creatividad en la resolución del problema. Por otro lado, en el extremo opuesto encontramos personas que creen que la presencia de un conflicto implica automáticamente que algo anda mal en la relación, mientras que otras llegan al extremo de evitar hasta el más mínimo roce o confrontación por mantener viva una imagen idealizada del amor en pareja. Esto puede ocasionar que la relación se vuelva una bomba de tiempo en espera de liberar toda la tensión acumulada ante la más mínima provocación.
Por otro lado, ¿cómo saber cuándo un conflicto es lo bastante fuerte para hacer tambalear una relación? Para ayudarnos a responder esta pregunta dividiremos al conflicto en cuatro intensidades diferentes, una cada vez más intensa que la anterior:
Pero, si como vimos en la definición, el conflicto es algo que está siempre latente en las relaciones humanas ¿cómo saber cuándo es recomendable buscar una terapia? Apoyados en la descripción anterior, resulta ahora más claro saber cuándo nuestra relación va por un mal camino. Como puede verse, con cada nivel que subo, siento que el daño que la conducta de mi pareja va a causar en mí o en mis planes es mayor. Por lo tanto, mientras más perjuicio anticipo, más intentaré defenderme. Así, es común que en los dos últimos niveles, los pleitos y discusiones más fuertes en una pareja puedan reducirse a un duelo de egos. Cada uno intenta imponer su postura al otro por medio de la fuerza y el sometimiento, logrando únicamente que el “nudo” del conflicto se apriete y asfixie cada vez más.
Muchas personas se resisten a buscar terapia y dejan que el “nudo” se apriete y los sofoque tanto, que llegan a representar verdaderos retos para los terapeutas. Hay quienes incluso llegan a esperar verdaderos “milagros”, creyendo que la terapia logrará lo que ellos no han podido. Otros creen que el terapeuta hará las veces de un padre que regaña a la pareja para que cambie aquellos comportamientos que deterioran la relación. Por eso, en muchas ocasiones los terapeutas recurren a estrategias similares a la que utilizó Alejandro Magno para deshacer el famoso “nudo gordiano”. Según cuenta la mitología, Alejandro tomó su espada y simplemente cortó el nudo, en lugar de sentarse meticulosamente a buscar cada extremo e intentar desanudarlo. Este hecho (según cuenta la historia) permitió que pudiera conquistar Frigia. Así, muchas veces la terapia de pareja lo que busca es romper con el círculo vicioso que alimenta el conflicto. Por eso se dejan tareas o ejercicios que pretenden cortar de tajo el nudo, esperando que las parejas aprendan nuevos patrones de interacción. Sin embargo, hay momentos en los que resulta útil y necesario cavar a profundidad para entender dónde y cuándo se formó el nudo, especialmente en aquellos casos donde un simple “espadazo” no es suficiente para deshacerlo.
Finalmente, todas las relaciones de pareja tarde o temprano se enfrentan a un conflicto. Así, la terapia de pareja está indicada cuándo se han alcanzado los niveles de conflicto y crisis. Pero, como decíamos al inicio, esto es sólo el primer requisito. No puede haber conflicto si no hay una expectativa de que la conducta de mi pareja me afecte negativamente. Por ende, para que un conflicto se mantenga se requiere de dos: alguien que haga algo y otro que lo interprete como un perjuicio. Así, las probabilidades de que la terapia resulte exitosa crecen cuando:
Ahora, después de revisar todos estos puntos, ¿consideras que tú y tu pareja están listos para sacar el mayor provecho de una terapia? No permitas que el nudo se apriete y los asfixie… actúa hoy!
1 Alcover, C., Martínez, D., Rodríguez, F., Domínguez, R. Introducción a la Psicología del Trabajo.
* Ganacia secundaria: beneficio indirecto obtenido por causa de enfermedad o incapacidad. Dichos beneficios pueden ser económicos, atención personal, huida de situaciones desagradables o evasión de ciertas responsabilidades.
Psicología
Psic. José Manuel Lomelí
Sexólogo, Psicopedagogo y Educador Sexual
Algunas personas luchan, presionan e incluso chantajean para que su pareja acepte ir a terapia. Pero, desde la perspectiva de la pareja la terapia es innecesaria. Sin embargo, la insistencia es tal que termina aceptando. Ya en el consultorio, la mayoría de las primeras entrevistas suelen seguir un mismo patrón: el terapeuta pregunta, ¿qué los trae conmigo y cómo les puedo ayudar? Unos breves segundos de silencio, ambos voltean a verse como diciendo: ¿le cuentas tú todo lo malo que me haces o se lo cuento yo?, a lo que el cónyuge responde silenciosamente con otra mirada que parece decir: dile lo que quieras, que yo también tengo varias quejas de ti. Todavía no han explicado cuál es exactamente el problema, cuando después de ver el intercambio de mensajes no verbales, el terapeuta sabe que se ha cumplido el primer requisito para que una pareja busque apoyo terapéutico: la presencia de un conflicto lo bastante fuerte para hacer tambalear la relación.
Pero… ¿a qué nos referimos por conflicto y por qué tiene que ser requisito para buscar apoyo terapéutico? Un conflicto se define como un proceso que comienza cuando una parte percibe que [el comportamiento de] la otra [parte] afecta negativamente (o está próxima a afectar) a algo que le concierne1. Ahora, con base en la definición, puede verse que el conflicto es algo inherente a cualquier relación humana. Todo lo que nuestra pareja hace encierra (en cierta medida) el poder de perjudicarnos. Por eso, a veces pareciera que los conflictos sólo están allí acechando, esperando el peor momento para hacer su aparición. Algunos incluso es como si operaran bajo la llamada Ley de Morphy: “si algo puede salir mal, saldrá mal”. (Si no me cree, piense en la última vez que hizo algo sin consultar a su pareja y pensando que no iba a molestarse por algo tan “intrascendente”).
Los conflictos, por sí mismos, no son ni malos ni buenos. El beneficio o perjuicio que resulten como consecuencia de un conflicto, dependerá de la manera en la que las personas involucradas lo manejen. Hay ocasiones en las que un conflicto ayuda a que los individuos se hagan conscientes del daño que están provocando en su pareja con su comportamiento, e incluso puede estimularlos a usar su creatividad en la resolución del problema. Por otro lado, en el extremo opuesto encontramos personas que creen que la presencia de un conflicto implica automáticamente que algo anda mal en la relación, mientras que otras llegan al extremo de evitar hasta el más mínimo roce o confrontación por mantener viva una imagen idealizada del amor en pareja. Esto puede ocasionar que la relación se vuelva una bomba de tiempo en espera de liberar toda la tensión acumulada ante la más mínima provocación.
Por otro lado, ¿cómo saber cuándo un conflicto es lo bastante fuerte para hacer tambalear una relación? Para ayudarnos a responder esta pregunta dividiremos al conflicto en cuatro intensidades diferentes, una cada vez más intensa que la anterior:
- DIFICULTAD: a este nivel se habla de un inconveniente. Una situación incómoda pero comúnmente circunstancial y transitoria que, con buena voluntad, puede resolverse con relativa facilidad.
- PROBLEMA: se define como una cosa difícil de explicar, algo dudoso que se trata de aclarar. Dicha dificultad para ver el panorama claro se debe a que hay fuertes emociones involucradas (básicamente negativas). El problema conlleva el tener que tomar una decisión entre dos buenos beneficios, o entre dos graves consecuencias. Por eso es que suele despertar intensas emociones.
- CONFLICTO: se caracteriza por la falta de confianza así como antagonismo. Esto ocasiona que la relación se vuelva una lucha constante de poder con las intensas emociones negativas que acarrea. Posee componentes históricos, es decir que las personas se echan en cara resentimientos guardados de problemas pasados e incluso de años atrás. Cuando la pareja ha alcanzado este nivel, comúnmente es porque se encuentra enfrascada en un círculo vicioso donde no puede lograr una solución donde ambos salgan beneficiados, ya sea por miedo a perder algún privilegio o a perder una ganancia secundaria*.
- CRISIS: la dinámica se vuelve un círculo de ataque y contraataque ya que las heridas emocionales suelen ser muy profundas. Usualmente es un estado sinónimo de caos y confusión. Cuando se ha alcanzado este nivel, el objetivo de las discusiones pareciera ser “destruir” a la pareja (atacando su identidad y autoestima), en lugar de encontrar la solución a un problema específico. Con una dinámica así, las personas empiezan a cuestionar seriamente los motivos para continuar dentro de una relación que más parece doler que ennoblecer. (Si aún le cuesta trabajo imaginarse una relación de pareja que ha alcanzado este nivel, escuche cualquier canción de Paquita la del Barrio – yo recomiendo “Rata de dos patas”- y podrá tener una idea bastante clara de lo que implican los ataques a la identidad).
Pero, si como vimos en la definición, el conflicto es algo que está siempre latente en las relaciones humanas ¿cómo saber cuándo es recomendable buscar una terapia? Apoyados en la descripción anterior, resulta ahora más claro saber cuándo nuestra relación va por un mal camino. Como puede verse, con cada nivel que subo, siento que el daño que la conducta de mi pareja va a causar en mí o en mis planes es mayor. Por lo tanto, mientras más perjuicio anticipo, más intentaré defenderme. Así, es común que en los dos últimos niveles, los pleitos y discusiones más fuertes en una pareja puedan reducirse a un duelo de egos. Cada uno intenta imponer su postura al otro por medio de la fuerza y el sometimiento, logrando únicamente que el “nudo” del conflicto se apriete y asfixie cada vez más.
Muchas personas se resisten a buscar terapia y dejan que el “nudo” se apriete y los sofoque tanto, que llegan a representar verdaderos retos para los terapeutas. Hay quienes incluso llegan a esperar verdaderos “milagros”, creyendo que la terapia logrará lo que ellos no han podido. Otros creen que el terapeuta hará las veces de un padre que regaña a la pareja para que cambie aquellos comportamientos que deterioran la relación. Por eso, en muchas ocasiones los terapeutas recurren a estrategias similares a la que utilizó Alejandro Magno para deshacer el famoso “nudo gordiano”. Según cuenta la mitología, Alejandro tomó su espada y simplemente cortó el nudo, en lugar de sentarse meticulosamente a buscar cada extremo e intentar desanudarlo. Este hecho (según cuenta la historia) permitió que pudiera conquistar Frigia. Así, muchas veces la terapia de pareja lo que busca es romper con el círculo vicioso que alimenta el conflicto. Por eso se dejan tareas o ejercicios que pretenden cortar de tajo el nudo, esperando que las parejas aprendan nuevos patrones de interacción. Sin embargo, hay momentos en los que resulta útil y necesario cavar a profundidad para entender dónde y cuándo se formó el nudo, especialmente en aquellos casos donde un simple “espadazo” no es suficiente para deshacerlo.
Finalmente, todas las relaciones de pareja tarde o temprano se enfrentan a un conflicto. Así, la terapia de pareja está indicada cuándo se han alcanzado los niveles de conflicto y crisis. Pero, como decíamos al inicio, esto es sólo el primer requisito. No puede haber conflicto si no hay una expectativa de que la conducta de mi pareja me afecte negativamente. Por ende, para que un conflicto se mantenga se requiere de dos: alguien que haga algo y otro que lo interprete como un perjuicio. Así, las probabilidades de que la terapia resulte exitosa crecen cuando:
- Ambas personas reconocen su parte de responsabilidad en el mantenimiento del conflicto.
- Ambas personas reconocen que para superar el conflicto se requiere de una solución integradora, es decir, donde ambas partes queden satisfechas con el resultado.
- Ambas personas reconocen que el conflicto no desaparecerá simplemente con que uno de los dos cambie su manera de ser para ajustarse a la imposición de lo que el otro desea.
- Ambas partes se dan cuenta de que se han estancado al tratar de encontrar una solución integradora, y consideran que el apoyo de un tercero (terapeuta) puede ser de utilidad. Dicho estancamiento suele darse cuando el ego siente temor de aventurarse a modificar creencias, hábitos o normas que le dan valor a la identidad.
- Cuando las personas acuden a terapia antes de que un problema se convierta en conflicto y cuando el nudo no está lo suficientemente apretado como para dejarlos respirar.
- Las partes están dispuestas a tener un período de “tregua”, donde sus energías se enfoquen a tratar de modificar sus patrones de interacción y a buscar acuerdos, en lugar de dedicarse exclusivamente a criticar o a culpar a su pareja como el/la principal responsable del problema.
Ahora, después de revisar todos estos puntos, ¿consideras que tú y tu pareja están listos para sacar el mayor provecho de una terapia? No permitas que el nudo se apriete y los asfixie… actúa hoy!
1 Alcover, C., Martínez, D., Rodríguez, F., Domínguez, R. Introducción a la Psicología del Trabajo.
* Ganacia secundaria: beneficio indirecto obtenido por causa de enfermedad o incapacidad. Dichos beneficios pueden ser económicos, atención personal, huida de situaciones desagradables o evasión de ciertas responsabilidades.