Miércoles, 23 de julio de 2014
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Psicología
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El rubor es una reacción fisiológica natural ante determinados estímulos físicos: cambios de temperatura, esfuerzo, consumo de alcohol... o emocionales: ansiedad, miedo, nervios o vergüenza.
Se trata de una respuesta totalmente normal de nuestro cuerpo, pero con diferencias individuales en su manifestación, hay personas más propensas al rubor, debido a que su piel es más clara, más fina o a que tienen mayor densidad de vasos sanguíneos periféricos.
¿Qué es la eritrofobia o el miedo al rubor facial?
El hecho de sonrojarse en público, o la sola idea de que esto pueda suceder, provoca tanto malestar en algunas personas, que evitan las situaciones (lugares, personas, conversaciones…) en las que piensan que les puede ocurrir, y si ya se encuentran en ellas y el rubor ha aparecido, hacen lo imposible por que no sea detectado por los demás.
¿Por qué ocurre esto?
El rubor facial llega a producir miedo por dos vías distintas.
Por un lado, por «experiencias aversivas directas», es decir, porque la persona ha sido objeto de burlas o risas al ponerse colorada delante de otros, por lo que una sensación que antes era neutra (notar calor en la cara, puesto que uno no suele verse a sí mismo sofocado) empieza a ser temida.
El segundo mecanismo consiste en un aprendizaje asociativo: como el rubor aparece de manera natural en situaciones que producen ansiedad, como hablar en público o cometer un error social, éste queda asociado a la ansiedad, y finalmente adquiere la capacidad por sí mismo de producirla.
En cualquiera de los dos casos, el rubor acaba convirtiéndose en una obsesión y, cuanto más se le teme, más fácil es sonrojarse.
¿Por qué el miedo al rubor aumenta el rubor?
Como hemos dicho, el rubor forma parte de la respuesta natural cuando experimentamos ciertas emociones como el miedo o la vergüenza. Para algunas personas, es una de las manifestaciones fisiológicas de dichas emociones más intensa.
Cómo en cualquier fobia, la anticipación del estimulo temido o su presencia, provoca la respuesta automática de miedo, y, precisamente esa respuesta de miedo consiste, entre otras cosas, en sonrojarse. Por esto es fácil entender que la persona con miedo al rubor se va metiendo en un círculo vicioso, en el que cuanto mayor es el miedo a rubor, más rubor aparece.
¿Cómo se puede entonces controlar el rubor?
No se puede. Es una respuesta automática fuera de nuestro control voluntario. De hecho, cualquier intento de control voluntario provocará un aumento de este.
Si no puedo controlarlo, ¿qué puedo hacer entonces?
Aceptarlo. Sólo exponiéndote y permitiendo que ocurra, sin luchar contra él ni intentar ocultarlo, le perderás el miedo, y entonces, paradójicamente, cuando abandonas la lucha y lo aceptas plenamente como parte de ti, el rubor empieza a remitir.
Se trata de una respuesta totalmente normal de nuestro cuerpo, pero con diferencias individuales en su manifestación, hay personas más propensas al rubor, debido a que su piel es más clara, más fina o a que tienen mayor densidad de vasos sanguíneos periféricos.
¿Qué es la eritrofobia o el miedo al rubor facial?
El hecho de sonrojarse en público, o la sola idea de que esto pueda suceder, provoca tanto malestar en algunas personas, que evitan las situaciones (lugares, personas, conversaciones…) en las que piensan que les puede ocurrir, y si ya se encuentran en ellas y el rubor ha aparecido, hacen lo imposible por que no sea detectado por los demás.
¿Por qué ocurre esto?
El rubor facial llega a producir miedo por dos vías distintas.
Por un lado, por «experiencias aversivas directas», es decir, porque la persona ha sido objeto de burlas o risas al ponerse colorada delante de otros, por lo que una sensación que antes era neutra (notar calor en la cara, puesto que uno no suele verse a sí mismo sofocado) empieza a ser temida.
El segundo mecanismo consiste en un aprendizaje asociativo: como el rubor aparece de manera natural en situaciones que producen ansiedad, como hablar en público o cometer un error social, éste queda asociado a la ansiedad, y finalmente adquiere la capacidad por sí mismo de producirla.
En cualquiera de los dos casos, el rubor acaba convirtiéndose en una obsesión y, cuanto más se le teme, más fácil es sonrojarse.
¿Por qué el miedo al rubor aumenta el rubor?
Como hemos dicho, el rubor forma parte de la respuesta natural cuando experimentamos ciertas emociones como el miedo o la vergüenza. Para algunas personas, es una de las manifestaciones fisiológicas de dichas emociones más intensa.
Cómo en cualquier fobia, la anticipación del estimulo temido o su presencia, provoca la respuesta automática de miedo, y, precisamente esa respuesta de miedo consiste, entre otras cosas, en sonrojarse. Por esto es fácil entender que la persona con miedo al rubor se va metiendo en un círculo vicioso, en el que cuanto mayor es el miedo a rubor, más rubor aparece.
¿Cómo se puede entonces controlar el rubor?
No se puede. Es una respuesta automática fuera de nuestro control voluntario. De hecho, cualquier intento de control voluntario provocará un aumento de este.
Si no puedo controlarlo, ¿qué puedo hacer entonces?
Aceptarlo. Sólo exponiéndote y permitiendo que ocurra, sin luchar contra él ni intentar ocultarlo, le perderás el miedo, y entonces, paradójicamente, cuando abandonas la lucha y lo aceptas plenamente como parte de ti, el rubor empieza a remitir.
Víctor D. Magaña Loarte