Miércoles, 06 de junio de 2018
Psic. Mtra.Carola M.Castellanos Bosch
- Mexico DF, (México)
Psicología
Psicología
La muerte es una compañera silenciosa y constante en nuestras vidas, de a ratos pareciera que se hace presente con mucha fuerza pero el de esto del tiempo preferimos olvidarnos de ella, lo que hace también que nuestro día a día sea más ligero.
Es cierto que lo que nos hace tener metas y objetivos es esta conciencia de seres mortales, de finitud pero al mismo tiempo nos angustia.
De todas las pérdidas la mas dolorosa e incomprensible es la muerte de un hijo o una hija, incluso pensamos que es un hecho antinatural, que deberíamos morir nosotros antes que ellos... Justo por ser una muerte inesperada cuesta tanto asimilarla.
Se pone en riesgo nuestra existencia como madres o padres, ya que el hecho de no ser vista o visto a través de los ojos de ese hijo o hija hace que esa parte de mi que existía en relación con ella o él desaparezca.....y esto nos desorienta, nos mueve nuestra idea de quienes somos y queda entonces un hueco que nada ni nadie puede llenar, miradas que solo podrían ser recibidas por esos ojos, caricias que eran para esa piel, amor que sólo podría recibir ese hijo o hija.....
Durante el duelo las personas intentan aminorar el dolor, sin darse cuenta que ese dolor permanece y solo va transformándose, acomodándose de diferentes maneras, como una piedra en el zapato, de repente no molesta y de a ratos se mueve y duele.
En mi propio proceso me he ido dando cuenta que presionarme a no sentir el dolor solo ha hecho que se encalle, el rechazar la idea de que ese hueco queda.... Que no soy la misma ni lo seré que está experiencia me define.
Cada duelo tiene su tiempo, cada persona lo va elaborando como puede y cada tiempo es perfecto.
La mejor manera de lidiar con la muerte de un hijo es aceptandola, es decir saber que ahora la ausencia va a ser la presencia, que si hay una parte que muere con ese hijo o hija, aquel padre o madre que surgió de esa relación.
De reconocer que somos gracias también esa relación y quizás habrá que aprender a ser madres o padres de un hijo o hija ausentes....cada quien va sabiendo como.
Es cierto que lo que nos hace tener metas y objetivos es esta conciencia de seres mortales, de finitud pero al mismo tiempo nos angustia.
De todas las pérdidas la mas dolorosa e incomprensible es la muerte de un hijo o una hija, incluso pensamos que es un hecho antinatural, que deberíamos morir nosotros antes que ellos... Justo por ser una muerte inesperada cuesta tanto asimilarla.
Se pone en riesgo nuestra existencia como madres o padres, ya que el hecho de no ser vista o visto a través de los ojos de ese hijo o hija hace que esa parte de mi que existía en relación con ella o él desaparezca.....y esto nos desorienta, nos mueve nuestra idea de quienes somos y queda entonces un hueco que nada ni nadie puede llenar, miradas que solo podrían ser recibidas por esos ojos, caricias que eran para esa piel, amor que sólo podría recibir ese hijo o hija.....
Durante el duelo las personas intentan aminorar el dolor, sin darse cuenta que ese dolor permanece y solo va transformándose, acomodándose de diferentes maneras, como una piedra en el zapato, de repente no molesta y de a ratos se mueve y duele.
En mi propio proceso me he ido dando cuenta que presionarme a no sentir el dolor solo ha hecho que se encalle, el rechazar la idea de que ese hueco queda.... Que no soy la misma ni lo seré que está experiencia me define.
Cada duelo tiene su tiempo, cada persona lo va elaborando como puede y cada tiempo es perfecto.
La mejor manera de lidiar con la muerte de un hijo es aceptandola, es decir saber que ahora la ausencia va a ser la presencia, que si hay una parte que muere con ese hijo o hija, aquel padre o madre que surgió de esa relación.
De reconocer que somos gracias también esa relación y quizás habrá que aprender a ser madres o padres de un hijo o hija ausentes....cada quien va sabiendo como.