Martes, 16 de diciembre de 2014
PROLIDERA fábrica de líderes con corazón
- Algemesí, (España)
Psicología
Psicología
Cuenta la leyenda que Narciso, ante la imposibilidad de amar a otros a quienes desprecia, es castigado a permanecer contemplando su propia imagen reflejada en un estanque, de la que se enamora ciegamente hasta caer y morir ahogado. Una personalidad narcisista se caracteriza fundamentalmente por mostrar aires de grandeza o arrogancia (en la fantasía o en el comportamiento), búsqueda permanente de admiración o aprobación por parte de los demás, y ausencia de empatía, indiferencia o pérdida de sensibilidad. Quizás por ello narcisista y narcótico comparten la misma raíz etimológica.
¿Es el pequeño Nicolás un fiel retrato robot de un narcisista? ¿Cuántos como él conviven entre nosotros? ¿Los identificas fácilmente? ¿Quién les pone la alfombra roja apadrinando así su ego? ¿Qué artimañas utilizan para seducir y manipular a su entorno? ¿Qué recursos personales tenemos los demás para manejar la relación con ellos? ¿Pueden ser felices cuando en la soledad de sus noches se despojan el disfraz? ¿Qué sentido tiene representar una vida inventada? ¿Hasta cuándo puede mantenerse en pie su castillo de arena? ¿El fin justifica los medios? Por cierto, ¿qué extraña coincidencia hace que este estafador sin escrúpulos se llame como Maquiavelo?
A menudo visitan mi despacho depresiones, anorexias, adicciones (a sustancias, a las nuevas tecnologías, al trabajo, al bisturí, a la mentira, al deporte, al amor…). Ningún narcisista, faltaría más (aunque sí sus parejas, padres, subordinados o compañeros de trabajo, entre otros, anhelando gestionar su ira). A todos ellos les mueve tener o parecer antes que ser. Explorar el sistema de refuerzos que mantiene su dañada autoestima, desafiar sus rígidas creencias perfeccionistas y exponerse al miedo a ser rechazados se convierten en el reto terapéutico. Romper su coraza para aumentar la tolerancia a la frustración, comprender y aceptar el fracaso, devolverles su impredecible condición humana.
Vivimos en una sociedad donde se enfatiza el uso de la imagen, no hay duda. Nos venden cada día que el éxito en las relaciones personales y en los negocios (también en el empleo, si se me permite tal atrevimiento) depende, no tanto del currículo, sino de la marca personal (el contenido adquiere valor a través del continente). “Si no te ven no existes” o “Para parecer un experto debes ser experto en parecerlo” son frases que resuenan en mi interior como el redoble de un tambor. Salir en la foto por encima de todo, y de todos. Y claro, ello nos va al pelo para regocijarnos con selfies y postureos varios en la redes sociales. Nos gustamos, y mucho. ¡Así nos va! Menos mal que el refranero popular viene a recordarnos de vez en cuando que aunque la mona se vista de seda...
Jose Terrés Molina
Psicólogo y coach
info@prolidera.com
www.prolidera.com
www.psicologosalgemesi.es
¿Es el pequeño Nicolás un fiel retrato robot de un narcisista? ¿Cuántos como él conviven entre nosotros? ¿Los identificas fácilmente? ¿Quién les pone la alfombra roja apadrinando así su ego? ¿Qué artimañas utilizan para seducir y manipular a su entorno? ¿Qué recursos personales tenemos los demás para manejar la relación con ellos? ¿Pueden ser felices cuando en la soledad de sus noches se despojan el disfraz? ¿Qué sentido tiene representar una vida inventada? ¿Hasta cuándo puede mantenerse en pie su castillo de arena? ¿El fin justifica los medios? Por cierto, ¿qué extraña coincidencia hace que este estafador sin escrúpulos se llame como Maquiavelo?
A menudo visitan mi despacho depresiones, anorexias, adicciones (a sustancias, a las nuevas tecnologías, al trabajo, al bisturí, a la mentira, al deporte, al amor…). Ningún narcisista, faltaría más (aunque sí sus parejas, padres, subordinados o compañeros de trabajo, entre otros, anhelando gestionar su ira). A todos ellos les mueve tener o parecer antes que ser. Explorar el sistema de refuerzos que mantiene su dañada autoestima, desafiar sus rígidas creencias perfeccionistas y exponerse al miedo a ser rechazados se convierten en el reto terapéutico. Romper su coraza para aumentar la tolerancia a la frustración, comprender y aceptar el fracaso, devolverles su impredecible condición humana.
Vivimos en una sociedad donde se enfatiza el uso de la imagen, no hay duda. Nos venden cada día que el éxito en las relaciones personales y en los negocios (también en el empleo, si se me permite tal atrevimiento) depende, no tanto del currículo, sino de la marca personal (el contenido adquiere valor a través del continente). “Si no te ven no existes” o “Para parecer un experto debes ser experto en parecerlo” son frases que resuenan en mi interior como el redoble de un tambor. Salir en la foto por encima de todo, y de todos. Y claro, ello nos va al pelo para regocijarnos con selfies y postureos varios en la redes sociales. Nos gustamos, y mucho. ¡Así nos va! Menos mal que el refranero popular viene a recordarnos de vez en cuando que aunque la mona se vista de seda...
Jose Terrés Molina
Psicólogo y coach
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