Viernes, 03 de marzo de 2017
Laura E. Billiet
- San Isidro, (Argentina)
Psicología
Psicología
Alguna vez leímos el cuento de Lewis Carroll, Alicia en el País de las maravillas. Y como ella, nos preguntamos –o preguntaron- “¿quién eres Tú?”… “yo… no estoy muy segura de quien soy, ahora, en este momento; pero al menos sí sé quién era cuando me levanté esta mañana; lo que pasa es que me parece que he sufrido varios cambios desde entonces”. Así nos ocurre en la vida. Unas veces soñamos tanto que confundimos nuestras fantasías o sueños con la realidad. En otras oportunidades nos encontramos inmersos en situaciones en las que nos agrandamos tanto que no cabemos. Incluso, alguna vez podemos sentir que nos achicamos de un modo que –mientras otras personas acceden holgadamente- corroboramos que nunca accederemos a lo que aspirábamos. A la vez, desenvolvemos nuestras fortalezas en diferentes áreas de la vida. Lo comprobamos en la fluidez de nuestros vínculos, con la pareja, los hijos o equivalentes, los nietos, los amigos, los compañeros de trabajo o clientes. Pero cuando nos desequilibramos psicofísicamente, el riesgo es que fomentemos la ilusión de recuperar nuestro tamaño, y de una u otra forma pretendamos “apagar la alarma del incendio” que nuestro síntoma testimonia. Y como Alicia, nos mareemos frente a los cambios, frente a situaciones o personajes que reclaman otro tipo de solución. Por eso, son un alerta nuestros síntomas. La afección de nuestros órganos o sistemas, habla de asuntos que no los estamos atendiendo como necesitan. Y que, como Alicia, nosotros mismos nos enredamos enracionalizar sobre “la enfermedad”, nos agrandamos o achicamos tan a menudo que, finalmente, olvidamos que somos personas con toda una historia vigente en la actual etapa de la vida.
De ahí que sea útil preguntarnos “qué más me pasa”, “quién soy”, “qué aspiraciones son mías o de otros”, “qué maneras de reaccionar me convencen o me disgustan”, “qué quiero y hago para lograrlo”, “ante qué cambio me resisto”. Porque este tipo de replanteo alivia o re-encauza nuestros “dolores del alma”.
De ahí que sea útil preguntarnos “qué más me pasa”, “quién soy”, “qué aspiraciones son mías o de otros”, “qué maneras de reaccionar me convencen o me disgustan”, “qué quiero y hago para lograrlo”, “ante qué cambio me resisto”. Porque este tipo de replanteo alivia o re-encauza nuestros “dolores del alma”.