Psicología
Entre otras cosas, dormir resulta crucial para consolidar lo que aprendemos durante las horas de vigilia. En este tiempo en que apenas recibimos entradas sensoriales, el hipocampo y la corteza muestran una actividad eléctrica intensa, tal y como demostraron hace poco neurocientíficos de la Universidad de California.
Se debe a que durante el descanso se produce una transferencia de la memoria episódica, temporalmente guardada en el hipocampo, hacia la corteza cerebral, donde se almacena en forma de memoria a largo plazo. Esto sucede durante la fase de sueño profundo, que ocupa al menos un 20% de todo el descanso nocturno y normalmente tiene lugar en el primer tercio de la noche.
Tan importante es dormir para la memoria que una investigación británica demostró quelas siestas de 30 minutos o más en bebés y niños pequeños a lo largo del día ayudan a retener mejor los comportamientos y la información aprendida. Y lo que es más interesante: todo apunta a que las neuronas de la memoria son las que hacen que entremos en un estado de somnolencia y se nos cierren los ojos cuando empiezan la tarea de convertir recuerdos a corto plazo en recuerdos a largo plazo. 'Duerme si quieres recordarlo', parecen decir.
Por eso cuando estamos estudiando o aprendiendo información nueva es interesante dormirse justo después. Es la conclusión a la que llegaron investigadores franceses de la Universidad de Notre Dame, que demostraron que echarse una cabezada inmediatamente después de intentar memorizar una serie de parejas de palabras mejoraba su retentiva.
De hecho, los autores del estudio recomiendan que la información que queramos retener bien deberíamos revisarla justo antes de meternos en el sobre. "En cierto sentido, de este modo le decimos al cerebro durmiente qué queremos consolidar, para que no se nos olvide", asegura Jessica Payne, coautora del trabajo.
Dormidos... y quietos
Que en ciertos momentos de la noche tu cuerpo permanezca inmóvil como un bloque de piedra también tiene una explicación. Dos sustancias paralizan todos los músculos durante la fase REM, es decir, el período en el que se producen la mayoría de los sueños que recordamos. Se trata de los neurotransmisores GABA y glicina, según sacaba a la luz un reciente estudio canadiense.
Mientras dormimos se encargan de pulsar una especie de botón de 'apagado' de las neuronas que permiten a los músculos estar activos. Y mientras dura esa fase sólo movemos -sin cesar- los ojos, mientras el resto del cuerpo permanece totalmente inmóvil.
Soñar en la fase REM tiene otro efecto interesante. Con ayuda de resonancia magnética, neurocientíficos californianos demostraron que la actividad onírica borra el dolor.
Así, mientras soñamos, las sustancias químicas generadoras de estrés como la epinefrina dejan de producirse y el cerebro procesa las experiencias emocionales del día a la vez que suaviza los recuerdos negativos o dolorosos. De ahí también que cuando los patrones del sueño REM se ven interrumpidos en trastornos por estrés postraumático o depresión, la recuperación psicológica se vuelva más difícil.