Psicología
Es normal que como padres nos preocupe el bienestar emocional y físico de los hijos y que queramos lo mejor para ellos. Esto está muy bien pero el problema es cuando esta preocupación pasa a ser excesiva e impide el desarrollo sano del niño.
Por ejemplo, si vamos a un parque veremos diferentes tipos de padres que actúan de diferentes maneras con los hijos. Por un lado tenemos aquellos que no están pendientes de los niños ni de si se ponen en situaciones de peligro. Tenemos también aquellos que están al cuidado de que los niños no se hagan daño, avisándoles cuando hacen cualquier cosa que les puede hacer caer o darse un golpe pero sin impedir que lo hagan (a menos que sea realmente un peligro para el niño) con la idea de que tienen que aprender de las experiencias y, por último, aquellos padres que parecen tener a los niños en un frasco de vidrio o en una burbuja, impidiendo que jueguen de manera libre por miedo a que se hagan daño, por mínimo que sea.
Lo ideal es la situación intermedia, es decir, aquella en la que dejamos que el niño experimente, se sienta libre, asuma su responsabilidad si se hace daño (ya la han avisado del peligro) y aprenda de sus experiencias. Las otras dos posturas son extremos que no benefician al niño y traen consecuencias a corto y largo plazo no deseadas. En la primera el niño tiene un exceso de libertad y le falta un guía adulto que lo cuide, esté pendiente de él y le ayude a distinguir las situaciones peligrosas de las seguras, en este caso hablamos de desprotección. En la última postura los padres, no dejan que el niño pueda aprender de sus propios actos y tener un juego espontáneo ya que continuamente se le están cortando las alas, podríamos hablar en este caso de sobreprotección.
Otra situación que puede ejemplificar el tipo de comportamiento de los padres es la relacionada con los deberes escolares. Tenemos padres que no supervisan ni están pendientes de los estudios del hijo, los padres que hacen un acompañamiento de los niños pero potenciando que hagan los trabajos por sí solos, se responsabilicen de su proceso de aprendizaje y establezcan hábitos de estudio y padres que ayudan en exceso los hijos, llegando a hacer ellos los deberes en algunas ocasiones, siendo ellos quienes preguntan a los otros padres o compañeros el trabajo que tienen sus hijos y a menudo excusándoles cuando sacan un mal resultado (era demasiado difícil, le habían puesto demasiado trabajo, no le han dejado tiempo, le tienen manía, etc).
Nos centraremos en este último tipo de padres en este artículo para ver los efectos que esta sobreprotección acaba generando en nuestros hijos. Es importante destacar que la mayoría de las familias que sobreprotegen no son conscientes de que lo están haciendo ya que piensan que simplemente están haciendo lo necesario para que sus hijos sean felices, evitándoles el sufrimiento. Pero es importante entender que un cierto grado de sufrimiento en momentos puntuales es necesario en la vida ya que de las situaciones difíciles aprendemos y salimos fortalecidos. Pongamos por ejemplo, el niño que suspende un examen porque ha estudiado poco. Si los padres lo justifican constantemente, no aprenderá que debe estudiar más para sacar buenos resultados. Además, no entenderá que depende de él y de su esfuerzo su proceso académico, sino que crecerá pensando que depende de los otros que lo evalúan, sintiéndose indefenso, poco motivado y sin necesidad de poner esfuerzo y ser responsable.
A modo de resumen, podemos identificar las siguientes consecuencias de sobreproteger a los niños:
- Creamos personas dependientes: No han aprendido a gestionar su propia vida ni a resolver sus problemas ya que siempre ha habido alguien que lo ha hecho por ellos. Por tanto, siempre dependerán de alguien para tomar decisiones o hacer frente a determinadas situaciones.
- Creamos personas miedosas: les enseñamos que están rodeados de amenazas y, lo más importante, que por sí mismos no pueden hacerles frente. De esta manera se sienten inseguros y con mucho miedo ya que no piensan que tengan suficientes capacidades para enfrentarse a la vida, teniendo un constante miedo "a lo que pueda pasar".
- Desarrollan una baja tolerancia a la frustración: Son niños que no están acostumbrados a recibir negativas por parte de los padres ya que estos les suelen dar todo para que no sufran. No han podido aprender que las cosas a veces no salen como uno quiere y, guste o no, esa es la realidad. Además, el niño puede acabar viendo a los padres como una especie de criados a su disposición. Cuando se encuentran con frustraciones lo más probable es que respondan con ira, exigencias e incluso agresividad, lo que les puede llevar a tener dificultades en sus relaciones sociales y en su vida en general.
- Creamos niños con baja autoestima e impedimos que desarrollen sus capacidades personales. Si no dejamos que el niño experimente las consecuencias positivas y negativas de sus actos, nunca aprenderá de las situaciones que viva. Si impedimos que esté inmerso en determinadas situaciones tampoco aprenderá de las mismas y lo limitaremos a los ambientes que los padres controlan, viendo los otros como excesivamente amenazantes. Además, siempre se sentirán inferiores a los demás ya que no se sienten suficientemente válidos para hacer las cosas por sí mismos y se sentirán constantemente limitados, sin que esta limitación que le han impuesto los padres sea real.
Después de todo lo señalado se puede concluir que sobreproteger aporta más consecuencias negativas que positivas para nuestros hijos. Así que os animamos a que, si os dais cuenta que sin querer estáis demasiado encima de vuestros hijos / as dificultándoles su desarrollo, intentéis buscar maneras de dejarlo más libre, facilitando que sea más autónomo y responsable.
Para más información podéis escribir a: info@centrepip.com