Viernes, 28 de marzo de 2014
mayte leal
Psicología
“Terminé por admitir que me había muerto a la edad de 9 años, y el hecho de aceptar la contemplación de mi asesinato, equivalía a convertirme en un cadáver. (...)
Después, cuando para mi completo asombro, la vida comenzó a alentar de nuevo en mí, me quedé muy intrigado por el divorcio entre la melancolía de mis libros y mi capacidad para la dicha. (...)
Este paso de la oscuridad a la luz, exige aprender a vivir una vida distinta.
El hecho de abandonar los campos de concentración, no significó la libertad. Cuando se aleja la muerte, la vida no regresa. Hay que ir a buscarla, aprender a caminar de nuevo, aprender a respirar, a vivir en sociedad…”
El patito feo, de Cyrulnik Boris.
¿Qué puedo añadir?
Cuando leí este fragmento del libro, entendí.
Los niños que han sufrido vivencias traumáticas: desnutrición emocional, infravaloración, desprecio, o lo que es aún peor, la más absoluta indiferencia, se sienten morir. Niños huérfanos de saberse queridos (o mejor, bien queridos) sufren en silencio la tortura del destierro, y es que sentirse expulsado del amor familiar, lleva al ostracismo emocional.
Pero muchos de esos niños resurgirán de la muerte. Se construirán fuertes en el camino a la adultez, confiando en un futuro mejor, sintiéndose merecedores de algo bueno y resistiendo a la resignación. Serán niños resilientes, que superarán su propia muerte emocional para renacer más vividos. Luchadores, fuertes, esperanzados y sobre todo esforzados, para llegar a reconstruirse como seres dichosos y libres.
Y es que la DICHA, o felicidad, como algunos la llaman, se alcanza perseverando, con tesón, con esfuerzo y aprendiendo.
Hace unos días una buena amiga me preguntó: ¿Eres feliz o estás feliz?
No se es, se está. La dicha implica trabajo, a veces esfuerzo y siempre dedicación, para volverse disfrute. En definitiva, implica hacer algo. Lo importante no son las cosas que le pasan a uno, sino qué hace uno con las cosas que le pasan.
Viviendo la vida que uno quiere vivir descubre cómo quiere vivirla. La aprende y la disfruta.
Psicología
“Terminé por admitir que me había muerto a la edad de 9 años, y el hecho de aceptar la contemplación de mi asesinato, equivalía a convertirme en un cadáver. (...)
Después, cuando para mi completo asombro, la vida comenzó a alentar de nuevo en mí, me quedé muy intrigado por el divorcio entre la melancolía de mis libros y mi capacidad para la dicha. (...)
Este paso de la oscuridad a la luz, exige aprender a vivir una vida distinta.
El hecho de abandonar los campos de concentración, no significó la libertad. Cuando se aleja la muerte, la vida no regresa. Hay que ir a buscarla, aprender a caminar de nuevo, aprender a respirar, a vivir en sociedad…”
El patito feo, de Cyrulnik Boris.
¿Qué puedo añadir?
Cuando leí este fragmento del libro, entendí.
Los niños que han sufrido vivencias traumáticas: desnutrición emocional, infravaloración, desprecio, o lo que es aún peor, la más absoluta indiferencia, se sienten morir. Niños huérfanos de saberse queridos (o mejor, bien queridos) sufren en silencio la tortura del destierro, y es que sentirse expulsado del amor familiar, lleva al ostracismo emocional.
Pero muchos de esos niños resurgirán de la muerte. Se construirán fuertes en el camino a la adultez, confiando en un futuro mejor, sintiéndose merecedores de algo bueno y resistiendo a la resignación. Serán niños resilientes, que superarán su propia muerte emocional para renacer más vividos. Luchadores, fuertes, esperanzados y sobre todo esforzados, para llegar a reconstruirse como seres dichosos y libres.
Y es que la DICHA, o felicidad, como algunos la llaman, se alcanza perseverando, con tesón, con esfuerzo y aprendiendo.
Hace unos días una buena amiga me preguntó: ¿Eres feliz o estás feliz?
No se es, se está. La dicha implica trabajo, a veces esfuerzo y siempre dedicación, para volverse disfrute. En definitiva, implica hacer algo. Lo importante no son las cosas que le pasan a uno, sino qué hace uno con las cosas que le pasan.
Viviendo la vida que uno quiere vivir descubre cómo quiere vivirla. La aprende y la disfruta.