Martes, 16 de diciembre de 2014
davidsalinasterapeuta
Psicología
Psicología
Como psicólogo, no me es nada raro encontrarme con pacientes con un nivel excesivo de autoexigencia. De hecho pienso que es algo bastante común.
¿Esclavo del tiempo? |
¿Qué podía esperarse sino de una sociedad que nos invita a tener la casa perfecta, el coche más caro, y la familia más sonriente del mundo a la hora del desayuno? ¿Qué podía esperarse de una sistema en el que si no llegas el primero eres un fracasado? ¿Qué podía esperarse de un mercado laboral en el que tienes que sacarte un máster de 6.000 euros y dos años para acceder a un empleo mileurista (con suerte) o un "mercado del amor" en el que si no tienes los abdominales de Cristiano Ronaldo o las caderas de Shakira no eres lo suficientemente apto/a?
Vivimos en un mundo excesivamente exigente. Pero tú no tienes que ser como es el mundo. ¿Sabes por qué? Porque la verdad es que no necesitas la casa perfecta ni los abdominales de Cristiano Ronaldo para ser feliz.
El éxito es una de las cosas que más satisface a los seres humanos pero, la verdad es que cada ser humano es libre para definir qué es el éxito. Para algunos tener éxito es llenar estadios enteros cantando mierda comercial que no es ni de lejos la música que les apetecería hacer. Para otros éxito es cantar una canción desde el alma y emocionar a un público pequeño de un pub de mala muerte.
Es así. Decide tú qué es lo que quieres y pelea por ello, pero no desde la imposición de una sociedad enfermizamente autoexigente, ya que desde la autoexigencia (la excesiva autoexigencia, es decir, el machaque continuo) lo único que consigues es presión, ansiedad, estrés, desmoralización... Si quieres iniciar un proyecto, ya sea personal o profesional, busca dentro de tí que es lo que te gusta, y hazlo. Actúa desde la motivación y desde el deseo, no desde la imposición y la autoexigencia.
Sin embargo... Éste es un mensaje que desde años atrás ya va siendo muy repetido por muchos gurús del éxito y del crecimiento personal: "Encuentra aquello que te gusta, que te motive, tu sueño, y hazlo realidad, a base de esfuerzo, de trabajo, de tesón, y de más trabajo..." Estos mensajes son muy estresantes, presionantes... excesivamente exigentes. Parece que escuchando a estos gurús hay que dejar de comer y de dormir y de tener amigos y relaciones sexuales. Parece que hay que... ¿¿¿Hay que dejar de ser feliz para ser feliz???
Si tienes un sueño, una meta, un proyecto o un objetivo vital, pelea por él como si fueras un boxeador dispuesto a dejarse los piños en la lona. Pero hasta los boxeadores descansan cada dos minutos que dura cada round. Y también comen, y duermen, y hasta follan (el que pueda, o al que le dejen).
Tan importante como ir detrás de lo que quieres, es saber parar. Y ya sé lo que estáis pensando: "Claro, es lógico, si vas a hacer un esfuerzo físico y/o mental para alcanzar una meta, es necesario alternar periodos de esfuerzo con periodos de descanso, porque si no llegaría un momento en el que estarías agotado y no rendirías".
Pues sí. No somos máquinas. Y necesitamos descansar para recuperar energía y obtener un rendimiento alto cuando volvamos al trabajo. Sí, pero no sólo eso.
Además de descanso, necesitamos OCIO. Ni se te pase por la cabeza la idea de "no puedo divertirme porque es un modo de perder el tiempo y ahora tengo que ocupar el tiempo en lo estrictamente necesario, que es el trabajo para conseguir mi meta. Si no soy un vago. Si no soy un inútil. Si no soy un perdedor".
¿Perdedor? Perdedor es perderse las cosas y las personas que te hacen feliz: tu familia, tus amigos, tus hobbies, tus pequeños placeres... Pensar lo contrario es autoexigencia excesiva, es automachaque, es una gilipollez. Pero no sólo porque te estarías perdiendo lo que te hace feliz, sino porque además es una manera de empeorar tu rendimiento.
Las máquinas no tienen emociones. Las personas sí. Sigue haciendo aquello que te pone contento, porque sencillamente, si estás contento, rendirás mejor.
Si estás contento, estarás más cerca de tu sueño, estará más cerca de la felicidad.