Martes, 07 de noviembre de 2017
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta
- Zaragoza, (España)
Psicología
El Dr. Mario Alonso Puig acuña este término para indicar que el mundo requiere
reducir la velocidad a la que se deteriora. Existe en la naturaleza, como bien nos recuerda la termodinámica, una tendencia a la entropía, esto es, al desorden. Mantener un determinado orden exige energía y dedicación, e, incluso, a veces, por qué no reconocerlo, un elevado nivel de compromiso.
Nuestra musculatura, con el tiempo, se va estropeando. Por eso, las personas que practican regularmente ejercicio físico mejoran su salud.
Si indagamos en los últimos avances de las neurociencias -sobre todo de la afectiva y contemplativa-, descubriremos claves fascinantes que nos pueden ayudar a reducir de manera importante ese deterioro al que se ven sometidos el cuerpo, la mente, y quizás nuestra alma. El no tomarnos en serio su cuidado, antes o después tendrá, probablemente, consecuencias negativas para nuestra vida.
Gracias a la corteza cerebral podemos pensar, oír o hablar. Partes del sistema límbico que nos permite experimentar sentimientos. Sin embargo, hay otras regiones del sistema nervioso y que incluye núcleos en distintas partes del encéfalo y nervios que se extienden a lo largo y ancho del cerebro al que prestamos poca atención, desde las que parecen más sencillas hasta las que son increíblemente complejas.
De las dos partes del sistema nervioso vegetativo, que se conocen como sistema nervioso simpático y sistema nervioso parasimpático, una de ellas, el parasimpático, es precisamente el máximo responsable de cuidar de las células y tejidos, y de que no les falten los recursos que precisan para llevar a cabo sus complejas funciones. Y es también el encargado de reducir y enlentecer el deterioro de dichas células y tejidos para que así podamos vivir no sólo más, sino también mejor.
El sistema simpático está alerta para que no haya interferencias dentro del equilibrio. Como medida de protección.
R. Córdoba Sanz
Psicología
El Dr. Mario Alonso Puig acuña este término para indicar que el mundo requiere
reducir la velocidad a la que se deteriora. Existe en la naturaleza, como bien nos recuerda la termodinámica, una tendencia a la entropía, esto es, al desorden. Mantener un determinado orden exige energía y dedicación, e, incluso, a veces, por qué no reconocerlo, un elevado nivel de compromiso.
Nuestra musculatura, con el tiempo, se va estropeando. Por eso, las personas que practican regularmente ejercicio físico mejoran su salud.
Si indagamos en los últimos avances de las neurociencias -sobre todo de la afectiva y contemplativa-, descubriremos claves fascinantes que nos pueden ayudar a reducir de manera importante ese deterioro al que se ven sometidos el cuerpo, la mente, y quizás nuestra alma. El no tomarnos en serio su cuidado, antes o después tendrá, probablemente, consecuencias negativas para nuestra vida.
Gracias a la corteza cerebral podemos pensar, oír o hablar. Partes del sistema límbico que nos permite experimentar sentimientos. Sin embargo, hay otras regiones del sistema nervioso y que incluye núcleos en distintas partes del encéfalo y nervios que se extienden a lo largo y ancho del cerebro al que prestamos poca atención, desde las que parecen más sencillas hasta las que son increíblemente complejas.
De las dos partes del sistema nervioso vegetativo, que se conocen como sistema nervioso simpático y sistema nervioso parasimpático, una de ellas, el parasimpático, es precisamente el máximo responsable de cuidar de las células y tejidos, y de que no les falten los recursos que precisan para llevar a cabo sus complejas funciones. Y es también el encargado de reducir y enlentecer el deterioro de dichas células y tejidos para que así podamos vivir no sólo más, sino también mejor.
El sistema simpático está alerta para que no haya interferencias dentro del equilibrio. Como medida de protección.
R. Córdoba Sanz