Lunes, 01 de time.september de 2014
Psic. José De Jesús Gutiérrez Álvarez.
- Guadalajara, (México)
Psicología
La sexualidad humana es hoy un complejo sistema social de códigos y reglas, que si bien ya no guardan una línea directa con la búsqueda instintiva primigenia de carga y descarga, si constituyen una de las más ricas experiencias de vida a las que tenemos acceso. Desde el momento de la gestación ya somos seres sexuados, contamos con un género (socialmente impuesto) que nos etiqueta y clasifica en masculino o femenino, más claramente dicho en hombre o mujer.
Tras dicha clasificación, el recién nacido se ve inmiscuido de forma directa en todas las expectativas sociales que ya le son impuestas solo por la apariencia de sus genitales. Y conforme pasan los años, dichas expectativas van en aumento y en deterioro de la libertad de expresión psicoemocional del niño o la niña; es bien sabido como los padres hoy en día continúan exigiendo a sus hijos varones la represión de emociones como la tristeza o el dolor , como se les obliga a los pequeños a suprimir el llanto y se les juzga de “maricones” si no lo logran. En la misma situación se encuentran las niñas, que tristemente (y a pesar de toda la lucha feminista de las últimas décadas), tanto el padre como la madre pretenden fabricar “princesas”: bonitas, perfectas, inteligentes pero no perspicaces, dulces y tiernas y por necesitadas de un hombre (príncipe) que se encargue de resolverles en todos sentidos.
Y a partir de aquí es de donde expresamos o limitamos nuestra experiencia sexual de vida, donde la iglesia católica sigue juzgando como pecado la autoexploración, sobre todo genital, y su lógica descarga posterior. Se tiene hoy en día el supuesto de que la experiencia sexual humana es más libre que hace un siglo, que contamos con más herramientas para el control de la natalidad y sobre todo que sabemos usarlas y prevenir las enfermedades de transmisión sexual, y que el llamado “libertinaje” es la problemática a atender y no la “represión” que bien nombraba Freud hace varias décadas.
En un país como el nuestro, donde el catolicismo sigue fuerte (aunque perdiendo adeptos de forma muy rápida en los últimos años) y donde se vive desde la doble moral, la sexualidad y su expresión continúan siendo tema tabú no solo en el hogar, sino también en la vida laboral y educativa. Cuando se habla de sexualidad continua siendo previo a algún chiste de mal gusto, casi siempre de tono discriminativo hacia las mujeres o los homosexuales, y de hecho el mismo sistema político y económico del país no aborda la necesidad de una educación sexual a fondo, ya que desde ésta perspectiva se necesita continuar “creando mano de obra barata”, así que el control de la natalidad no es un tema a atender.
Los adolescentes se encuentran sobresaturados de información y aun así los embarazos en esta etapa de vida no han disminuido, ni tampoco las ETS; algo sucede en nuestra forma de educar sobre la vivencia y disfrute de la sexualidad que no nos ha permitido cristalizar dicha experiencia desde el goce y disfrute pero con responsabilidad y consciencia.
De una forma similar los adultos jóvenes han radicalizado sus posturas respecto a ejercer el derecho de una vida sexual “más libre” y de la constante pérdida del compromiso y la pareja. En el consultorio es frecuente el trabajo terapéutico por problemas de la expresión sexual humana como disfunción, frigidez, eyaculación precoz y no es raro ver que muchas veces dichas problemáticas van acompañadas de infidelidad y posible ruptura de la pareja.
El presente artículo más que plantear respuestas se encuentra intencionado en crear preguntas, en promover la reflexión tanto individual como colectiva, en invitar al análisis de nuestras motivaciones y de cómo permitimos o limitamos nuestra propia experiencia sexual como adultos. El ejercicio de nuestra sexualidad va de la mano con la expresión emocional de quienes somos, por consiguiente, entre más nos permitamos expresar de forma consciente nuestra sexualidad, más podremos compartir con nuestra pareja nuestra verdadera naturaleza.
Psicología
La Sexualidad Humana como expresión del Ser.
La sexualidad humana es hoy un complejo sistema social de códigos y reglas, que si bien ya no guardan una línea directa con la búsqueda instintiva primigenia de carga y descarga, si constituyen una de las más ricas experiencias de vida a las que tenemos acceso. Desde el momento de la gestación ya somos seres sexuados, contamos con un género (socialmente impuesto) que nos etiqueta y clasifica en masculino o femenino, más claramente dicho en hombre o mujer.
Tras dicha clasificación, el recién nacido se ve inmiscuido de forma directa en todas las expectativas sociales que ya le son impuestas solo por la apariencia de sus genitales. Y conforme pasan los años, dichas expectativas van en aumento y en deterioro de la libertad de expresión psicoemocional del niño o la niña; es bien sabido como los padres hoy en día continúan exigiendo a sus hijos varones la represión de emociones como la tristeza o el dolor , como se les obliga a los pequeños a suprimir el llanto y se les juzga de “maricones” si no lo logran. En la misma situación se encuentran las niñas, que tristemente (y a pesar de toda la lucha feminista de las últimas décadas), tanto el padre como la madre pretenden fabricar “princesas”: bonitas, perfectas, inteligentes pero no perspicaces, dulces y tiernas y por necesitadas de un hombre (príncipe) que se encargue de resolverles en todos sentidos.
Y a partir de aquí es de donde expresamos o limitamos nuestra experiencia sexual de vida, donde la iglesia católica sigue juzgando como pecado la autoexploración, sobre todo genital, y su lógica descarga posterior. Se tiene hoy en día el supuesto de que la experiencia sexual humana es más libre que hace un siglo, que contamos con más herramientas para el control de la natalidad y sobre todo que sabemos usarlas y prevenir las enfermedades de transmisión sexual, y que el llamado “libertinaje” es la problemática a atender y no la “represión” que bien nombraba Freud hace varias décadas.
En un país como el nuestro, donde el catolicismo sigue fuerte (aunque perdiendo adeptos de forma muy rápida en los últimos años) y donde se vive desde la doble moral, la sexualidad y su expresión continúan siendo tema tabú no solo en el hogar, sino también en la vida laboral y educativa. Cuando se habla de sexualidad continua siendo previo a algún chiste de mal gusto, casi siempre de tono discriminativo hacia las mujeres o los homosexuales, y de hecho el mismo sistema político y económico del país no aborda la necesidad de una educación sexual a fondo, ya que desde ésta perspectiva se necesita continuar “creando mano de obra barata”, así que el control de la natalidad no es un tema a atender.
Los adolescentes se encuentran sobresaturados de información y aun así los embarazos en esta etapa de vida no han disminuido, ni tampoco las ETS; algo sucede en nuestra forma de educar sobre la vivencia y disfrute de la sexualidad que no nos ha permitido cristalizar dicha experiencia desde el goce y disfrute pero con responsabilidad y consciencia.
De una forma similar los adultos jóvenes han radicalizado sus posturas respecto a ejercer el derecho de una vida sexual “más libre” y de la constante pérdida del compromiso y la pareja. En el consultorio es frecuente el trabajo terapéutico por problemas de la expresión sexual humana como disfunción, frigidez, eyaculación precoz y no es raro ver que muchas veces dichas problemáticas van acompañadas de infidelidad y posible ruptura de la pareja.
El presente artículo más que plantear respuestas se encuentra intencionado en crear preguntas, en promover la reflexión tanto individual como colectiva, en invitar al análisis de nuestras motivaciones y de cómo permitimos o limitamos nuestra propia experiencia sexual como adultos. El ejercicio de nuestra sexualidad va de la mano con la expresión emocional de quienes somos, por consiguiente, entre más nos permitamos expresar de forma consciente nuestra sexualidad, más podremos compartir con nuestra pareja nuestra verdadera naturaleza.