Viernes, 16 de mayo de 2014
Psic. José De Jesús Gutiérrez Álvarez.
- Guadalajara, (México)
Psicología
Psicología
La familia al ser el primer agente de socialización del ser humano se convierte en fuente nutricia de información del niñ@ acerca de su propia valía, es además donde se aprenden normas y roles sociales, y a su vez, y de una forma compleja el niñ@ se transforma en el receptáculo de múltiples expectativas (inconscientes la mayoría) de los padres, inclusive dichas expectativas son proyectadas en él o ella antes de su llegada al mundo.
A nivel grupal podemos hablar de normas y reglas que se espera se reproduzcan dentro de cada familia que conforma una sociedad determinada, aún así cada grupo humano – familia – elige (de forma inconsciente casi siempre) como adaptará dichas normas y reglas a la conducta, actitudes, valores y expresión del Ser de cada uno de sus integrantes.
Son muchas las variables que se relacionan con el desarrollo personal del niñ@, dichas variables giran en torno a la estructura familiar (grado de jerarquía o autoridad, sentido de seguridad) tamaño de la familia, cantidad y calidad de las relaciones entre los miembros de la misma, lo anterior contribuye directamente al desarrollo personal a nivel afectivo, social y moral de cada uno de los miembros de la familia.
De igual manera la empatía que cada uno de los padre puede depositar en sus hijos es sin duda alguna un factor determinante en el desarrollo de la personalidad del niñ@. Solo si se logra ser empático con las necesidades básicas de los hij@s se podrá acceder al logro de la autonomía en ell@s.
Ya que si un ser humano no conto con la empatía de alguno de sus padres, o de ambos, se encontrará con el gran obstáculo en su camino de vida de no reconocer sus propias necesidades, de no darse cuenta de cómo se siente y de no aceptar la expresión emocional como una vía valida y sana del desarrollo del Ser.
El individuo que por la propia incapacidad de sus padres (ya que los seres humanos solo podemos dar lo que tenemos, lo que a su vez nuestros propios padres tuvieron para darnos) no encontró un vínculo de empatía en la relación paterno – filial, normalmente se convierte en un adulto incapaz de relacionarse con el otr@ a un nivel profundo, sus relaciones interpersonales son superficiales y el otr@ es visto solo como un objeto que cubrirá algún tipo de necesidad insatisfecha; y que si dicha necesidad no es cubierta al igual que con un objeto que ya no es “útil” se le desechará sin darse cuenta de lo que el otr@ siente al ser utilizado de dicha forma.
Tristemente a nivel social se puede observar de manera clara como esta tendencia a objetualizar lo cual se refiere a ver al otro como un objeto al servicio de expectativas o necesidades infantiles – por ejemplo: quiero que me cuide, quiero que me vea, quiero que me desee, quiero que me proteja, quiero que sea más amoroso, etc. - se presenta con una alta frecuencia en las relaciones interpersonales.
Cabe aclarar que tener necesidades a cualquier nivel tanto fisiológico como emocional es absolutamente normal y conforma parte de lo que nos hace humanos, lo complejo es cuando vemos al otr@ solamente como ese ser que nos ha de satisfacer dichas necesidades, cuando no vemos al ser humano que hay detrás, cuando no nos relacionamos con el otr@ a partir también de sus propias necesidades.
Como te podrás dar cuenta como lector la reflexión e invitación que hago aquí va orientada a analizar la propia historia infantil, a conocer a profundidad las motivaciones inconscientes, a entender el por qué de nuestra conducta como padres, a darse cuenta de las propias limitaciones con las que llegamos al vínculo paterno – filial; ya que solo así se podrá generar un cambio consciente y real, lo cual se traduce en un fortalecimiento del vínculo, en encontrar formas diferentes y sobre todo más sanas de relacionarse con los hijos (e inclusive con los padres); pero esto se logra solamente al trabajar psíquicamente nuestra propia experiencia de vida, ya que para entender al papá o mamá en el que nos hemos convertido, debemos primero entender e inclusive emocionalmente rescatar al niño / la niña que fuimos.
A nivel grupal podemos hablar de normas y reglas que se espera se reproduzcan dentro de cada familia que conforma una sociedad determinada, aún así cada grupo humano – familia – elige (de forma inconsciente casi siempre) como adaptará dichas normas y reglas a la conducta, actitudes, valores y expresión del Ser de cada uno de sus integrantes.
Son muchas las variables que se relacionan con el desarrollo personal del niñ@, dichas variables giran en torno a la estructura familiar (grado de jerarquía o autoridad, sentido de seguridad) tamaño de la familia, cantidad y calidad de las relaciones entre los miembros de la misma, lo anterior contribuye directamente al desarrollo personal a nivel afectivo, social y moral de cada uno de los miembros de la familia.
De igual manera la empatía que cada uno de los padre puede depositar en sus hijos es sin duda alguna un factor determinante en el desarrollo de la personalidad del niñ@. Solo si se logra ser empático con las necesidades básicas de los hij@s se podrá acceder al logro de la autonomía en ell@s.
Ya que si un ser humano no conto con la empatía de alguno de sus padres, o de ambos, se encontrará con el gran obstáculo en su camino de vida de no reconocer sus propias necesidades, de no darse cuenta de cómo se siente y de no aceptar la expresión emocional como una vía valida y sana del desarrollo del Ser.
El individuo que por la propia incapacidad de sus padres (ya que los seres humanos solo podemos dar lo que tenemos, lo que a su vez nuestros propios padres tuvieron para darnos) no encontró un vínculo de empatía en la relación paterno – filial, normalmente se convierte en un adulto incapaz de relacionarse con el otr@ a un nivel profundo, sus relaciones interpersonales son superficiales y el otr@ es visto solo como un objeto que cubrirá algún tipo de necesidad insatisfecha; y que si dicha necesidad no es cubierta al igual que con un objeto que ya no es “útil” se le desechará sin darse cuenta de lo que el otr@ siente al ser utilizado de dicha forma.
Tristemente a nivel social se puede observar de manera clara como esta tendencia a objetualizar lo cual se refiere a ver al otro como un objeto al servicio de expectativas o necesidades infantiles – por ejemplo: quiero que me cuide, quiero que me vea, quiero que me desee, quiero que me proteja, quiero que sea más amoroso, etc. - se presenta con una alta frecuencia en las relaciones interpersonales.
Cabe aclarar que tener necesidades a cualquier nivel tanto fisiológico como emocional es absolutamente normal y conforma parte de lo que nos hace humanos, lo complejo es cuando vemos al otr@ solamente como ese ser que nos ha de satisfacer dichas necesidades, cuando no vemos al ser humano que hay detrás, cuando no nos relacionamos con el otr@ a partir también de sus propias necesidades.
Como te podrás dar cuenta como lector la reflexión e invitación que hago aquí va orientada a analizar la propia historia infantil, a conocer a profundidad las motivaciones inconscientes, a entender el por qué de nuestra conducta como padres, a darse cuenta de las propias limitaciones con las que llegamos al vínculo paterno – filial; ya que solo así se podrá generar un cambio consciente y real, lo cual se traduce en un fortalecimiento del vínculo, en encontrar formas diferentes y sobre todo más sanas de relacionarse con los hijos (e inclusive con los padres); pero esto se logra solamente al trabajar psíquicamente nuestra propia experiencia de vida, ya que para entender al papá o mamá en el que nos hemos convertido, debemos primero entender e inclusive emocionalmente rescatar al niño / la niña que fuimos.