Miércoles, 18 de febrero de 2015
Zuriñe Serradilla Psicología
- Vitoria, (España)
Psicología
Psicología
Los “momentos normativos”.
Existe una tendencia a elegir determinados momentos como los adecuados para empezar cosas nuevas o cambiar algo que nos parece que sería mejor hacerlo de otra forma o incluso no hacerlo.
Sin embargo, estos momentos no son particularmente mejores que otros, si no normativamente mejores, es decir, no los elegimos por nuestro momento personal vital sino por la tendencia social. Esto sucede por ejemplo, con los propósitos de año nuevo.
Compartir la tarea con alguien es un recurso para llevar a cabo estos propósitos, por ejemplo dos personas que se plantean empezar juntas el gimnasio a primeros de año. En ese sentido, será más fácil encontrar gente voluntaria para este tipo de proyectos en determinados momentos del año que en otros y éste es uno de los puntos fuertes del aspecto normativo.
Por otro lado, puede resultar difícil continuar realizando una tarea en solitario o con la ausencia de la otra parte si se reduce la voluntad al momento normativo.
Los “momentos personales”.
Desde luego, una persona no siempre se plantea empezar, dejar o modificar algo porque el momento social sea el adecuado.
Según Prochasta y DiClemente (1992) existen varias fases en el proceso de cambio, señalando precisamente que cambiar es un proceso y que este proceso empieza antes de que se produzca el cambio en sí con el planteamiento “es posible que lo haga”, es entonces cuando la persona se prepara para cambiar y hace algún intento, y es más tarde cuando inicia el cambio con éxito y lo consigue mantener, teniendo en cuenta que se puede recaer en el camino como algo normal.
Empezar a cambiar.
Supongamos que una persona está ya planteándose desde hace algún tiempo empezar una actividad, cambiarla por otra o dejarla.
En cualquiera de los casos existiría una modificación o cambio tanto a nivel de actitud y comportamiento como de creencias asociadas, más o menos explícitas o conscientes para la persona.
Para explicar esto utilizaremos el ejemplo de una persona que quiere dejar de fumar pero continúa haciéndolo:
En este caso, esta persona se encuentra en una situación de “disonancia cognitiva”, es decir, su creencia de que es mejor dejar de fumar y su actitud de seguir fumando son incompatibles, le generan tensión y necesita aliviarla.
Hay diferentes formas de modificar esta disonancia:
1) Modificando uno de los elementos, en este caso la creencia: “bueno… fumar no es tan malo (mi abuelo fumó toda la vida y murió con 94 años)”.
2) Introduciendo nuevos pensamientos consonantes a la actitud: “es que ahora no es buen momento, lo aplazo para más adelante.”
3) Alterando la importancia que se le da a la creencia: “de algo hay que morir”.
Otra forma de aliviar esa tensión sería modificando la actitud:
1) Reduciendo la cantidad o frecuencia de la conducta: “fumo menos o sólo en ocasiones”.
2) Sustituyendo la conducta por otra más compatible: “ahora fumo esta marca o fumo este otro formato (puritos, de liar, light) porque… es más sano”.
3) Eliminando la conducta: “dejo de fumar a las bravas”.
En todos estos ejemplos la persona logrará un alivio de su tensión a corto plazo, y efectivamente está modificando o cambiando, sin embargo no está realizando el cambio deseado y esto provoca tensión e incoherencia a largo plazo ya que no está integrando creencia y actitud como un todo coherente.
Mantener el cambio.
Cambiar es un proceso, y como tal es complejo en cuanto a todas las variables que tienen relevancia en general y en cada caso en particular, pero se podría plantear:
¿Este cambio está siendo mejor para ti?
Las expectativas ejercen un poderoso papel en todo proceso de cambio, hasta tal punto que pueden hacer que un proceso fracase o sea todo un éxito, no tanto por su optimismo o pesimismo si no por su ajuste con la realidad de la persona.
¿Está siendo individual y ecológicamente mejor para ti?
Un cambio no suele ser un proceso aislado, si no que afecta a otras variables, algunas de ellas puede ser que no se hayan previsto, que no se quieran cambiar o que resulte muy difícil cambiarlas. Estas variables se pueden referir tanto a nuestras relaciones con los demás como a la percepción que tenemos de nosotras mismas y pueden suceder durante el proceso de cambio hasta ajustarse a la nueva situación o una vez finalizado como consecuencia de esta nueva faceta.
Conseguir un cambio satisfactorio.
Las personas que logran cambiar y mantener ese cambio, han realizado también ese cambio a nivel interno ajustándolo a aquellos aspectos con los que ya se sentían satisfechas y que atribuyen la responsabilidad (1) de lo que les sucede a sí mismas.
Las motivaciones (2) para cambiar serán el motor que impulse a llevarlo a cabo, plantearse los posibles cambios o consecuencias no deseadas (3) y encontrar las alternativas para que no se den (4) , será un paso útil para que se mantenga y entretanto, adoptar una u otra estrategia (5) según la persona y el objetivo facilitará un cambio satisfactorio tanto en su fin como en su proceso.
Zuriñe Serradilla, Psicóloga Sanitaria en terapiasenlanube.jimdo.com
Existe una tendencia a elegir determinados momentos como los adecuados para empezar cosas nuevas o cambiar algo que nos parece que sería mejor hacerlo de otra forma o incluso no hacerlo.
Sin embargo, estos momentos no son particularmente mejores que otros, si no normativamente mejores, es decir, no los elegimos por nuestro momento personal vital sino por la tendencia social. Esto sucede por ejemplo, con los propósitos de año nuevo.
Compartir la tarea con alguien es un recurso para llevar a cabo estos propósitos, por ejemplo dos personas que se plantean empezar juntas el gimnasio a primeros de año. En ese sentido, será más fácil encontrar gente voluntaria para este tipo de proyectos en determinados momentos del año que en otros y éste es uno de los puntos fuertes del aspecto normativo.
Por otro lado, puede resultar difícil continuar realizando una tarea en solitario o con la ausencia de la otra parte si se reduce la voluntad al momento normativo.
Los “momentos personales”.
Desde luego, una persona no siempre se plantea empezar, dejar o modificar algo porque el momento social sea el adecuado.
Según Prochasta y DiClemente (1992) existen varias fases en el proceso de cambio, señalando precisamente que cambiar es un proceso y que este proceso empieza antes de que se produzca el cambio en sí con el planteamiento “es posible que lo haga”, es entonces cuando la persona se prepara para cambiar y hace algún intento, y es más tarde cuando inicia el cambio con éxito y lo consigue mantener, teniendo en cuenta que se puede recaer en el camino como algo normal.
Empezar a cambiar.
Supongamos que una persona está ya planteándose desde hace algún tiempo empezar una actividad, cambiarla por otra o dejarla.
En cualquiera de los casos existiría una modificación o cambio tanto a nivel de actitud y comportamiento como de creencias asociadas, más o menos explícitas o conscientes para la persona.
Para explicar esto utilizaremos el ejemplo de una persona que quiere dejar de fumar pero continúa haciéndolo:
En este caso, esta persona se encuentra en una situación de “disonancia cognitiva”, es decir, su creencia de que es mejor dejar de fumar y su actitud de seguir fumando son incompatibles, le generan tensión y necesita aliviarla.
Hay diferentes formas de modificar esta disonancia:
1) Modificando uno de los elementos, en este caso la creencia: “bueno… fumar no es tan malo (mi abuelo fumó toda la vida y murió con 94 años)”.
2) Introduciendo nuevos pensamientos consonantes a la actitud: “es que ahora no es buen momento, lo aplazo para más adelante.”
3) Alterando la importancia que se le da a la creencia: “de algo hay que morir”.
Otra forma de aliviar esa tensión sería modificando la actitud:
1) Reduciendo la cantidad o frecuencia de la conducta: “fumo menos o sólo en ocasiones”.
2) Sustituyendo la conducta por otra más compatible: “ahora fumo esta marca o fumo este otro formato (puritos, de liar, light) porque… es más sano”.
3) Eliminando la conducta: “dejo de fumar a las bravas”.
En todos estos ejemplos la persona logrará un alivio de su tensión a corto plazo, y efectivamente está modificando o cambiando, sin embargo no está realizando el cambio deseado y esto provoca tensión e incoherencia a largo plazo ya que no está integrando creencia y actitud como un todo coherente.
Mantener el cambio.
Cambiar es un proceso, y como tal es complejo en cuanto a todas las variables que tienen relevancia en general y en cada caso en particular, pero se podría plantear:
¿Este cambio está siendo mejor para ti?
Las expectativas ejercen un poderoso papel en todo proceso de cambio, hasta tal punto que pueden hacer que un proceso fracase o sea todo un éxito, no tanto por su optimismo o pesimismo si no por su ajuste con la realidad de la persona.
¿Está siendo individual y ecológicamente mejor para ti?
Un cambio no suele ser un proceso aislado, si no que afecta a otras variables, algunas de ellas puede ser que no se hayan previsto, que no se quieran cambiar o que resulte muy difícil cambiarlas. Estas variables se pueden referir tanto a nuestras relaciones con los demás como a la percepción que tenemos de nosotras mismas y pueden suceder durante el proceso de cambio hasta ajustarse a la nueva situación o una vez finalizado como consecuencia de esta nueva faceta.
Conseguir un cambio satisfactorio.
Las personas que logran cambiar y mantener ese cambio, han realizado también ese cambio a nivel interno ajustándolo a aquellos aspectos con los que ya se sentían satisfechas y que atribuyen la responsabilidad (1) de lo que les sucede a sí mismas.
Las motivaciones (2) para cambiar serán el motor que impulse a llevarlo a cabo, plantearse los posibles cambios o consecuencias no deseadas (3) y encontrar las alternativas para que no se den (4) , será un paso útil para que se mantenga y entretanto, adoptar una u otra estrategia (5) según la persona y el objetivo facilitará un cambio satisfactorio tanto en su fin como en su proceso.
Zuriñe Serradilla, Psicóloga Sanitaria en terapiasenlanube.jimdo.com