Lunes, 18 de mayo de 2015
Zuriñe Serradilla Psicología
- Vitoria, (España)
Psicología
Psicología
Las relaciones que mantenemos con otras personas, sean éstas de tipo sentimental, de amistad, colegas de trabajo, familia… están frecuentemente ligadas a la propia autoestima, a la forma personal de organizar los pensamientos y cómo encaja todo eso con los mismos aspectos de las personas con las que nos relacionamos, en el lugar donde nos estemos relacionando.
Sin olvidar las peculiaridades de cada contexto o situación y de cada persona, podemos hablar de tres estilos generales de comportamiento social, es decir, forma general de abordar las relaciones o interacciones sociales aunque se pueda hacer más o menos evidente en alguna situación o con alguna persona determinada.
Los estilos de conducta social
El estilo agresivo, caracterizado por una tendencia al ataque: que puede ser de forma verbal (directa -insultos, amenazas- o indirecta -dobles mensajes-) y también de forma no verbal, desde levantar la mano a invadir el espacio, elevar el tono, usar la ironía para hacer daño, etc. Suelen conseguir sus intereses a través del miedo, pero también consiguen que las personas con las que se relaciona no quieran estar con ella, provocando baja autoestima y sentimientos de soledad.
El estilo pasivo-inhibido, tenderá a no defender sus propios derechos, es decir: o bien no expresará su opinión, sentimientos, pensamientos de forma honesta y abierta o si lo hace será de forma autoderrotista o titubeante, por ejemplo. Estas personas no suelen ser tenidas en cuenta o pueden causar frustración a aquellas que intenten adivinar continuamente sus intereses, más allá de satisfacer a la otra parte. Provoca ansiedad y tensión interpersonal, además de sentimientos de inferioridad.
El estilo asertivo, tenderá a hacer respetar sus propios derechos o intereses respetando los de los demás.
Frecuentemente asociado a relaciones más íntimas y significativas con disminución de la ansiedad, mayor respeto por una misma, mayor autoconocimiento y satisfacción personal, además de la mejora de su comunicación siendo ésta más clara, directa y no ofensiva y con un mayor control de la situación. Consideradas como personas francas al tiempo que amables y empáticas.
Las Habilidades Sociales.
Estas habilidades están basadas en la capacidad de la persona de elegir libremente su acción, ya que tienen que ver con los objetivos que la persona quiere conseguir en el contexto de las relaciones sociales.
Desde el enfoque de la Asertividad, el objetivo último será que se respeten sus derechos respetando los de los demás, pero eso se podrá conseguir a través de determinadas situaciones o interacciones específicas con otras personas, como por ejemplo:
Mantener una conversación, pedir un favor, hacer un cumplido, defender a una persona, pedir disculpas, compartir algo…
Y estas situaciones pueden requerir poner en marcha habilidades más o menos básicas, desde escuchar hasta pedir ayuda, entre otras.
Siguiendo con el enfoque de la Asertividad, cuando ponemos en marcha nuestros recursos por ejemplo para “pedir un favor”, que nuestra conducta sea habilidosa o no, no tendrá tanto que ver con que la otra parte te lo conceda o no, si no con que se haya conseguido pedir aquello que se quería pedir dándole la oportunidad de decir que sí y que no a quien se pide ese favor y que así se haya percibido, sin manipulación.
La empatía y la escucha activa.
Son dos de las características más importantes para lograr ser una persona Asertiva.
Empatía es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, independientemente de si coincide con tu opinión o no. Es decir, requiere voluntad, flexibilidad y atención.
Pero no basta con comprenderle, es necesario demostrarle esa comprensión con nuestra comunicación verbal y no verbal.
Para conseguir ponerse en el lugar de otra persona, se hace imprescindible escuchar activamente aquello que piensa o siente, sin hacer juicios de valor, y acompañar su emoción o sus palabras con las nuestras, sin la necesidad de añadir nada más.
Los derechos asertivos.
Son derechos propios y relativos a otras personas, hacen referencia a las habilidades sociales pero no sólo para decir que los podemos utilizar, si no también podemos decidir no utilizarlas, es decir, podemos darnos el permiso de no hacer gala de nuestra asertividad y habilidades sociales si así lo decidimos en un momento determinado, si no hacemos daño a nadie y sin sentirnos mal por ello.
Si somos flexibles cuando interpretamos a los demás es conveniente ser flexibles también en la interpretación que hacemos de nosotras mismas, sustituir algunos pensamientos por otros alternativos y menos rígidos o dañinos que, aún siendo también coherentes con la identidad y singularidad de cada persona, sean más beneficiosos para la propia autoestima y relaciones con los demás y su entorno.
Zuriñe Serradilla Hernáez, Psicóloga Sanitaria Colegiada R-00633
Terapias en la Nube
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Sin olvidar las peculiaridades de cada contexto o situación y de cada persona, podemos hablar de tres estilos generales de comportamiento social, es decir, forma general de abordar las relaciones o interacciones sociales aunque se pueda hacer más o menos evidente en alguna situación o con alguna persona determinada.
Los estilos de conducta social
El estilo agresivo, caracterizado por una tendencia al ataque: que puede ser de forma verbal (directa -insultos, amenazas- o indirecta -dobles mensajes-) y también de forma no verbal, desde levantar la mano a invadir el espacio, elevar el tono, usar la ironía para hacer daño, etc. Suelen conseguir sus intereses a través del miedo, pero también consiguen que las personas con las que se relaciona no quieran estar con ella, provocando baja autoestima y sentimientos de soledad.
El estilo pasivo-inhibido, tenderá a no defender sus propios derechos, es decir: o bien no expresará su opinión, sentimientos, pensamientos de forma honesta y abierta o si lo hace será de forma autoderrotista o titubeante, por ejemplo. Estas personas no suelen ser tenidas en cuenta o pueden causar frustración a aquellas que intenten adivinar continuamente sus intereses, más allá de satisfacer a la otra parte. Provoca ansiedad y tensión interpersonal, además de sentimientos de inferioridad.
El estilo asertivo, tenderá a hacer respetar sus propios derechos o intereses respetando los de los demás.
Frecuentemente asociado a relaciones más íntimas y significativas con disminución de la ansiedad, mayor respeto por una misma, mayor autoconocimiento y satisfacción personal, además de la mejora de su comunicación siendo ésta más clara, directa y no ofensiva y con un mayor control de la situación. Consideradas como personas francas al tiempo que amables y empáticas.
Las Habilidades Sociales.
Estas habilidades están basadas en la capacidad de la persona de elegir libremente su acción, ya que tienen que ver con los objetivos que la persona quiere conseguir en el contexto de las relaciones sociales.
Desde el enfoque de la Asertividad, el objetivo último será que se respeten sus derechos respetando los de los demás, pero eso se podrá conseguir a través de determinadas situaciones o interacciones específicas con otras personas, como por ejemplo:
Mantener una conversación, pedir un favor, hacer un cumplido, defender a una persona, pedir disculpas, compartir algo…
Y estas situaciones pueden requerir poner en marcha habilidades más o menos básicas, desde escuchar hasta pedir ayuda, entre otras.
Siguiendo con el enfoque de la Asertividad, cuando ponemos en marcha nuestros recursos por ejemplo para “pedir un favor”, que nuestra conducta sea habilidosa o no, no tendrá tanto que ver con que la otra parte te lo conceda o no, si no con que se haya conseguido pedir aquello que se quería pedir dándole la oportunidad de decir que sí y que no a quien se pide ese favor y que así se haya percibido, sin manipulación.
La empatía y la escucha activa.
Son dos de las características más importantes para lograr ser una persona Asertiva.
Empatía es la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, independientemente de si coincide con tu opinión o no. Es decir, requiere voluntad, flexibilidad y atención.
Pero no basta con comprenderle, es necesario demostrarle esa comprensión con nuestra comunicación verbal y no verbal.
Para conseguir ponerse en el lugar de otra persona, se hace imprescindible escuchar activamente aquello que piensa o siente, sin hacer juicios de valor, y acompañar su emoción o sus palabras con las nuestras, sin la necesidad de añadir nada más.
Los derechos asertivos.
Son derechos propios y relativos a otras personas, hacen referencia a las habilidades sociales pero no sólo para decir que los podemos utilizar, si no también podemos decidir no utilizarlas, es decir, podemos darnos el permiso de no hacer gala de nuestra asertividad y habilidades sociales si así lo decidimos en un momento determinado, si no hacemos daño a nadie y sin sentirnos mal por ello.
Si somos flexibles cuando interpretamos a los demás es conveniente ser flexibles también en la interpretación que hacemos de nosotras mismas, sustituir algunos pensamientos por otros alternativos y menos rígidos o dañinos que, aún siendo también coherentes con la identidad y singularidad de cada persona, sean más beneficiosos para la propia autoestima y relaciones con los demás y su entorno.
Zuriñe Serradilla Hernáez, Psicóloga Sanitaria Colegiada R-00633
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