Viernes, 05 de time.september de 2014
Luis Reyes
Psicología
Psicología
“Si tan solo escucháramos los sonidos internos estaríamos deleitándonos de una melodía de ritmos diversos en espera de las siguientes notas del concierto”
La escucha es un arte, una ciencia, una técnica y una función natural. Pareciera una acción humana adquirida de forma natural y así es. Podemos observar con que sorpresa y facilidad lo hace un bebé. A pasar del tiempo lo vamos olvidando, y ahora es posible recordarla atendiendo el desarrollo consciente de esta función natural. Como adultos, podemos retomar lo olvidado é inclusive perfeccionar nuestra escucha, concentrándonos, atendiéndonos y “viéndonos” (más allá de los contenidos ó temas que “oímos”).
¿Porque en ocasiones se nos complica escucharnos si es una función natural?
Es ocasiones escuchar se nos dificulta más por nuestros obstáculos emocionales y por nuestros aprendizajes anteriores que detienen el flujo de la escucha. Las habilidades y las técnicas son muy útiles proporcionándonos un gran apoyo, pero para poder “sintonizarnos” nítidamente con nuestro interlocutor se requiere algo más.
¿Que podemos escuchar?
Los mensajes que intercambiamos no solo son las palabras, incluyen todas las expresiones humanas, es decir, el tono, en qué se puso énfasis, la fuerza, el volumen de la voz, la velocidad, y cualquier manifestación facial, ocular, gesticular, ademanes, distancia, el movimiento y el silencio mismo también.
¿Cuales son nuestras posibilidades de escucha?
En el centro de la comunicación interpersonal radica nuestra psique, nuestras “condiciones” internas y el continuo intercambio de nuestro ser individual en relación con el entorno.
Para iniciar a explorar nuestras posibilidades, un área que puede ser de nuestro interés es la identificación de que asuntos, huecos, insatisfacciones emocionales continuas, vacíos, ó carencias son las que detonan una distracción lo suficientemente intensa para que los mensajes que recibimos sean rechazados, desviados de su significado original, ó simplemente no escuchados.
Por ejemplo:
“X” comenta: Te he dicho que necesito que me valores enfrente de otras personas, no me tomas en cuenta o devalúas mis comentarios.
“Y” comenta: En mi familia ha sido así, si no se considera importante ó no tiene fundamento el comentario lo ignoramos.
En esta conversación observamos como se escuchan poco, mas bien hay una reacción de justificación y el comentario inicial permanece sin ser escuchado en su totalidad.
El solo hablar como respuesta por nuestra necesidad de mantenernos hablando ó poner “sobre la mesa” nuestros puntos de vista no es escuchar, es un monólogo de dos personas. Aunque en ocasiones puede ser válido ó necesario por otros motivos, pero no es escuchar.
(Estas personas de este ejemplo, se adentraron en sus limitaciones y potencialidades, exploraron alternativas diferentes y pudieron establecer una comunicación con mejores elementos de escucha mutua)
¿Cuales son algunas de nuestras distracciones?
¿Que nos espera si nos encontramos en esta fase con estas distracciones?
Cuando algún mensaje no lo podemos escuchar entonces quizás la mejor escucha es atender a lo que sucede: la realidad. Podemos simplemente indicar que no estamos preparados ó no es el momento oportuno para hablar. Si tenemos la confianza y el momento es prudente podemos explicar porque se nos está dificultando seguir esta conversación de este tema en particular. Cualquier otra opción que no sea la realidad nos está llevando a entablar una conversación sobre “terreno muy pantanoso”, y la conversación será difusa.
Manifestar una limitación para escuchar puede ser inapropiado, poco cortes, ó demostrar una debilidad. Por otro lado, nos puede llegar a devolver cierta claridad para restablecer una conversación futura más precisa. Una difícil balanza de equilibrar.
¿Para que toda esta exploración interna e interpersonal de escucha mútua?
Al final, si logramos una buena escucha podemos adentrarnos más al interior real de nuestras conversaciones y empezar a conocer a nuestro interlocutor de manera única. También podemos así disfrutar en nosotros de nuevos “sonidos” que despierten nuestra curiosidad y nuevos intereses enriquecedores para nuestra mente, emociones y relaciones.
El desarrollo de la escucha nos abre a un abanico de “sonidos”, volviéndonos más sensibles a diversos “ritmos y tonos”; ya sean tristes, apáticos ó aburridos y también a los que son alegres, vivaces, y energéticos.
La escucha es un arte, una ciencia, una técnica y una función natural. Pareciera una acción humana adquirida de forma natural y así es. Podemos observar con que sorpresa y facilidad lo hace un bebé. A pasar del tiempo lo vamos olvidando, y ahora es posible recordarla atendiendo el desarrollo consciente de esta función natural. Como adultos, podemos retomar lo olvidado é inclusive perfeccionar nuestra escucha, concentrándonos, atendiéndonos y “viéndonos” (más allá de los contenidos ó temas que “oímos”).
¿Porque en ocasiones se nos complica escucharnos si es una función natural?
Es ocasiones escuchar se nos dificulta más por nuestros obstáculos emocionales y por nuestros aprendizajes anteriores que detienen el flujo de la escucha. Las habilidades y las técnicas son muy útiles proporcionándonos un gran apoyo, pero para poder “sintonizarnos” nítidamente con nuestro interlocutor se requiere algo más.
¿Que podemos escuchar?
Los mensajes que intercambiamos no solo son las palabras, incluyen todas las expresiones humanas, es decir, el tono, en qué se puso énfasis, la fuerza, el volumen de la voz, la velocidad, y cualquier manifestación facial, ocular, gesticular, ademanes, distancia, el movimiento y el silencio mismo también.
¿Cuales son nuestras posibilidades de escucha?
En el centro de la comunicación interpersonal radica nuestra psique, nuestras “condiciones” internas y el continuo intercambio de nuestro ser individual en relación con el entorno.
Para iniciar a explorar nuestras posibilidades, un área que puede ser de nuestro interés es la identificación de que asuntos, huecos, insatisfacciones emocionales continuas, vacíos, ó carencias son las que detonan una distracción lo suficientemente intensa para que los mensajes que recibimos sean rechazados, desviados de su significado original, ó simplemente no escuchados.
Por ejemplo:
“X” comenta: Te he dicho que necesito que me valores enfrente de otras personas, no me tomas en cuenta o devalúas mis comentarios.
“Y” comenta: En mi familia ha sido así, si no se considera importante ó no tiene fundamento el comentario lo ignoramos.
En esta conversación observamos como se escuchan poco, mas bien hay una reacción de justificación y el comentario inicial permanece sin ser escuchado en su totalidad.
El solo hablar como respuesta por nuestra necesidad de mantenernos hablando ó poner “sobre la mesa” nuestros puntos de vista no es escuchar, es un monólogo de dos personas. Aunque en ocasiones puede ser válido ó necesario por otros motivos, pero no es escuchar.
(Estas personas de este ejemplo, se adentraron en sus limitaciones y potencialidades, exploraron alternativas diferentes y pudieron establecer una comunicación con mejores elementos de escucha mutua)
¿Cuales son algunas de nuestras distracciones?
- Ideas fijas sobre la verdad de aquello en lo que creemos. De antemano sabemos que no estamos dispuestos a admitir un comentario, ya sea porque es diferente, ó sutilmente diverso. Hay un NO muy bien definido en nuestro esquema racional.
- Emocionalmente el mensaje nos sobrepasa, disparando una serie de sensaciones corporales que no nos es posible manejar. Vienen sentimientos de enojo, coraje, tristeza insoportable, euforia, etc. O simplemente no sabemos que sentimiento nos atraviesa pero estamos muy incómodos. Nuestro interior se desorganiza de tal manera que “cerramos nuestros oídos internos” ya sea expresa ó silenciosamente.
- Tenemos información previa consolidada como un aprendizaje y un mecanismo de reacción automatizada frente a “este tipo de mensaje”. Tan solo repetimos la respuesta ya aprendida sin filtrar, ni procesar la nueva información.
¿Que nos espera si nos encontramos en esta fase con estas distracciones?
Cuando algún mensaje no lo podemos escuchar entonces quizás la mejor escucha es atender a lo que sucede: la realidad. Podemos simplemente indicar que no estamos preparados ó no es el momento oportuno para hablar. Si tenemos la confianza y el momento es prudente podemos explicar porque se nos está dificultando seguir esta conversación de este tema en particular. Cualquier otra opción que no sea la realidad nos está llevando a entablar una conversación sobre “terreno muy pantanoso”, y la conversación será difusa.
Manifestar una limitación para escuchar puede ser inapropiado, poco cortes, ó demostrar una debilidad. Por otro lado, nos puede llegar a devolver cierta claridad para restablecer una conversación futura más precisa. Una difícil balanza de equilibrar.
¿Para que toda esta exploración interna e interpersonal de escucha mútua?
Al final, si logramos una buena escucha podemos adentrarnos más al interior real de nuestras conversaciones y empezar a conocer a nuestro interlocutor de manera única. También podemos así disfrutar en nosotros de nuevos “sonidos” que despierten nuestra curiosidad y nuevos intereses enriquecedores para nuestra mente, emociones y relaciones.
El desarrollo de la escucha nos abre a un abanico de “sonidos”, volviéndonos más sensibles a diversos “ritmos y tonos”; ya sean tristes, apáticos ó aburridos y también a los que son alegres, vivaces, y energéticos.