Jueves, 19 de diciembre de 2013
L. Carmona Ros. Psicólogo.
- Barcelona, (España)
Psicología
Psicología
Hablar de enfermedades mentales para nombrar lo que siempre ha sido locura, no tiene que ver sólo con un error de atribuirlo a una disfunción cerebral, a un problema de déficit o exceso en la liberación de determinado neurotransmisor, o a una transmisión genética. No sólo con la obsesión positivista de encontrar una causa material, palpable y localizable, o con el sustento de uno de los negocios más grandes del mundo. También tiene que ver con que ya no nos interroguemos acerca de la alienación como problema social. Tiene que ver con que creamos que hoy no haya muros que derribar.
Hablar de enfermedades mentales y trastornos para nombrar lo que tiene que ver con los efectos del terrible derrumbe que estamos sufriendo en nuestras vidas, tiene que ver con quitarle responsabilidad sobre su historia a quien padece, y poder mirar para otro lado sin remordimientos. No sólo se trata de drogarlo lo suficiente para que no ande batallando, y generando disturbio, también de ahorrarnos la preocupación y el gasto de darle un tratamiento. También se trata de seguir dando consentimiento a esta realidad de burocracia y protocolo que discrimina niveles de existencia y niega nuestras ganas de vivir
Hablar de enfermedades mentales y trastornos para nombrar lo que tiene que ver con los efectos del terrible derrumbe que estamos sufriendo en nuestras vidas, tiene que ver con quitarle responsabilidad sobre su historia a quien padece, y poder mirar para otro lado sin remordimientos. No sólo se trata de drogarlo lo suficiente para que no ande batallando, y generando disturbio, también de ahorrarnos la preocupación y el gasto de darle un tratamiento. También se trata de seguir dando consentimiento a esta realidad de burocracia y protocolo que discrimina niveles de existencia y niega nuestras ganas de vivir