Psicología Niños
En el anterior artículo, la magia de la fantasía, os comentábamos los efectos positivos de potenciar la creatividad y la imaginación en los niños. Pudimos ver que generaba beneficios diversos, como por ejemplo una mejor comprensión de sus vivencias. No debemos luchar contra la imaginación en la infancia ya que esta es agradable para nuestros niños y niñas.
Pero, ¿qué pasa cuando realidad y fantasía se confunden?
Lo que existe y lo que no existe no se ve tan claramente en los niños como en los adultos y en ocasiones debemos ayudarles a distinguir entre fantasía y realidad sin que ello signifique cortar las alas de su creatividad.
A menudo nos encontramos con niños que presentan pesadillas por las noches o miedos a la hora de acostarse relacionados con la creencia de la presencia de monstruos en la habitación o personajes malvados. En estos casos es importante calmar a los niños ayudándoles a diferenciar claramente entre lo que existe y lo que forma parte de su imaginación. Debemos transmitir que los monstruos, aunque los vean muy claramente en su cabeza, no son reales y, por tanto, no pueden estar en su habitación.
Muchos niños tienen amigos imaginarios. Este hecho no debe preocuparnos ni es negativo en sí mismo, por el contrario, desarrolla su creatividad, les ayuda a ponerse en el lugar de los otros y a menudo enriquece su juego, reproduciendo escenas cotidianas del día a día gracias a la presencia del mismo. El problema aparece cuando el niño crea esta figura para cubrir carencias emocionales o cuando llega a creer que este amigo imaginario es real. Aquí es donde debemos tener cuidado, indagando las causas de este comportamiento para poner remedio.
Hay niños y niñas que sufren realidades tan duras que se refugian en un mundo de fantasía ya que psíquicamente no pueden hacer frente a las situaciones que los rodean. El crear una realidad alternativa en sus mentes les ayuda a soportar el gran malestar que presentan, siendo un mecanismo de defensa y de adaptación mientras dura la situación pero siendo necesario un trabajo de conexión con el mundo real de forma gradual cuando el niño esté a salvo y protegido.
Para facilitar esta distinción entre lo imaginario y lo real es importante que los niños puedan disfrutar de varios tipos de experiencias, teniendo contacto con lo que les rodea. Por ejemplo, si un niño ha leído un cuento sobre árboles que hablan pero nunca ha visto ninguno posiblemente piense que en la realidad es así pero si lo llevamos al bosque verá que lo que pensaba se trata de una fantasía.
Para terminar, podemos afirmar que el mundo imaginario tan sólo debe ser fuente de preocupación si impide al niño que sea consciente de la realidad en la que vive. Aquí es donde se hace necesario buscar ayuda de profesionales.
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