Miércoles, 27 de abril de 2016
Tortajada
Psicología
Psicología
Un sonido agudo, insistente y desagradable suena. Te levantas bruscamente por la mañana después de no dormir demasiado. Con un ojo cerrado te duchas y te vistes en tiempo récord. Por supuesto, no desayunas, no hay tiempo. Todavía despertando te metes en el metro como puedes o coges el coche y, de paso, el atasco. Llegas justo a tiempo para entrar a trabajar, no sin tomar un café para, ahora sí, desayunar como Dios manda. A trabajar al máximo, con prisas, con ruido, con exigencias, errores… Así todo el día hasta la hora de salir. Que, por cierto, la hora de salir no es la hora de salir. Es la hora de salir cuando se acaba el trabajo que no puede esperar al día siguiente.
Día tras día, semana tras semana, año tras año. Y pasa lo que tiene que pasar: baja por estrés y con Trastorno Adaptativo incluido según el psicólogo-psiquiatra-médico que te atiende (no todos los profesionales de la salud mental diagnostican, ni todos hubieran optado por este diagnóstico, pero en este caso real fue así). Está claro que la culpa es tuya por no adaptarte a este ritmo de vida tan común, y que, por lo tanto, se considera normal. Según el DSM (manual de criterios diagnósticos de trastornos mentales) el Trastorno Adaptativo es:
“Malestar mayor de lo esperable en respuesta al estresante (en este caso, el trabajo)”. Se me ocurren varias preguntas: ¿qué es “lo esperable”?, ¿cuánto mayor tiene que ser el malestar?, ¿quién define lo que es esperable?, ¿porqué la respuesta no debería ser la que presenta el paciente?, ¿se conoce con detalle el estresante?, ¿se conocen las capacidades de la persona?, ¿lo habitual es lo normal?
Al intentar responder estas preguntas uno se da cuenta de que algo no funciona. Y es, como muchos profesionales de la salud saben, que no es posible reducir los sucesos vitales de las personas, sus comportamientos, sus pensamientos y sus emociones a una etiqueta diagnóstica basada en que lo normal y deseable es lo que hacen la mayoría de las personas. Hay que trabajar cada caso (y mucho) como una historia única: ¿cómo es el paciente?, ¿qué vida lleva?, ¿qué tal con su familia?, ¿qué hace frente al estrés?, ¿qué ha intentado para que no le afecte?, ¿qué fortalezas tiene?, ¿de qué tiene miedo?, ¿qué necesita?, ¿qué le gustaría conseguir?, ¿qué…?
Las respuestas a estas preguntas marcaran la pauta de la intervención terapéutica, Porque no es un paciente con Trastorno Adaptativo, es la persona con su historia, con su esperanza de mejorar y con la necesidad de una terapia a medida.
Día tras día, semana tras semana, año tras año. Y pasa lo que tiene que pasar: baja por estrés y con Trastorno Adaptativo incluido según el psicólogo-psiquiatra-médico que te atiende (no todos los profesionales de la salud mental diagnostican, ni todos hubieran optado por este diagnóstico, pero en este caso real fue así). Está claro que la culpa es tuya por no adaptarte a este ritmo de vida tan común, y que, por lo tanto, se considera normal. Según el DSM (manual de criterios diagnósticos de trastornos mentales) el Trastorno Adaptativo es:
- respuesta emocional y/o comportamental sostenida frente a una situación estresante
- durante un mínimo de 3 meses
- deterioro significativo de la actividad social o laboral
- debido a un malestar mayor de lo esperable en respuesta al estresante.
“Malestar mayor de lo esperable en respuesta al estresante (en este caso, el trabajo)”. Se me ocurren varias preguntas: ¿qué es “lo esperable”?, ¿cuánto mayor tiene que ser el malestar?, ¿quién define lo que es esperable?, ¿porqué la respuesta no debería ser la que presenta el paciente?, ¿se conoce con detalle el estresante?, ¿se conocen las capacidades de la persona?, ¿lo habitual es lo normal?
Al intentar responder estas preguntas uno se da cuenta de que algo no funciona. Y es, como muchos profesionales de la salud saben, que no es posible reducir los sucesos vitales de las personas, sus comportamientos, sus pensamientos y sus emociones a una etiqueta diagnóstica basada en que lo normal y deseable es lo que hacen la mayoría de las personas. Hay que trabajar cada caso (y mucho) como una historia única: ¿cómo es el paciente?, ¿qué vida lleva?, ¿qué tal con su familia?, ¿qué hace frente al estrés?, ¿qué ha intentado para que no le afecte?, ¿qué fortalezas tiene?, ¿de qué tiene miedo?, ¿qué necesita?, ¿qué le gustaría conseguir?, ¿qué…?
Las respuestas a estas preguntas marcaran la pauta de la intervención terapéutica, Porque no es un paciente con Trastorno Adaptativo, es la persona con su historia, con su esperanza de mejorar y con la necesidad de una terapia a medida.
Por: Oscar Tortajada (Psicólogo col. 23.751)