Miércoles, 23 de marzo de 2016
Enrique Cortes
- Alicante, (España)
Psicología
Psicología
EL SUJETO Y SU VERDAD (EN PSICODRAMA)
El psicodrama es definido por como “una ciencia que explora la verdad del sujeto”. Si se quiere, el psicodrama es un lugar de escucha a la pregunta por el ser. Esto nos podría invitar a preguntarnos por la naturaleza de esa verdad, hallando en un primer término que es una verdad descubierta por un método científico; no es una verdad en tanto revelación divina, no es una verdad religiosa, no es producto de una actividad mística, mágica o metafísica; lo es más bien de una exploración investigativa, de una indagación orientada por una sospecha ante la verdad, sospecha que consiste en creer que la verdad demanda ser descubierta, extraída de un campo oculto y desconocido, hallada más allá de la simple apariencia; acompañando a Lacan, una verdad que se presenta como un saber que no se sabe, un capitulo censurado; retornando a Freud, una verdad que es inconsciente.
En psicodrama, hablamos de una verdad trascendente que se halla más allá de lo que es obvio y evidente, ya que se trata de la puesta en escena, de manera no sólo rememorada sino también repetida, representada, de lo vivido. Se trata entonces de un proceso de historización a la vez que de histerización del sujeto, pues se instala en la bi-partición inherente a la pregunta sobre quién es, “To be or not to be” según Hamlet, y sólo podrá responderla asertivamente en la re-construcción de su historia, en la escritura única e inédita de esa novela que de alguna manera es la vida. El psicodrama invita a cada sujeto, a representar su verdad, a liberarla de la manera más espontanea, ponerla en cuestión, asumir posición ante ella, aceptarla y llegado el caso a recrearla y transformarla.
Bien podemos afirmar, por otro lado, que esa verdad se inscribe en un campo determinado, el sujeto. La verdad del psicodrama es la verdad del sujeto, entendido como aquel que habita el mundo a partir de sus circunstancias, sus actos y sus palabras; Componentes estos de su existencia, ante los cuales dicho sujeto asume la responsabilidad ya sea de estos mismos, o bien de las consecuencias que conllevan, pues implican directa o indirectamente a Otro al cual hay que responder.
El psicodrama busca producir una nueva forma de responder del sujeto, el cual tiende desde su neurosis a la respuesta monótona, predecible e insatisfactoria; como ejemplo tenemos la política del avestruz, típica del neurótico, que consiste en que ante la dificultad y la responsabilidad que la verdad implican, huir o meter la cabeza en un hueco, creyendo que así logrará esconderse. La política del psicodrama es otra, es no sólo aprender a soportarla, sino crear con esa verdad, explorarla, redescubrirla en sus múltiples facetas, reinventarla como el niño que juega o como el artista que pinta y da nuevos colores a la, a menudo, aburrida realidad.
Hablamos de una verdad concreta que incide en la experiencia de vida de cada ser humano, en cada acontecimiento, en la creación o en la enfermedad, en el gozo o en la desdicha, en la felicidad o en la miseria, en el amor, el odio y la ignorancia; es decir, en el corazón de nuestras pasiones habita de modo enigmático, secreto e incluso irónico, la verdad.
Desde el psicodrama el padecimiento humano no es más que una patología de la relación del sujeto con su verdad. La neurosis es una modalidad de este padecimiento, padecimiento del ser que habla y que por hablar; goza, sufre, ama y desea. Si hay trastornos son trastornos de la verdad, el ser humano sufre, se obsesiona, se lastima y se divide con aquello que constituye su propia verdad. Tenemos pues que ante la verdad; el sujeto neurótico genera síntomas para denegarla una vez se le presenta, desencadena fobias a todo aquello que se la recuerda, procastina (aplaza) los actos que lo comprometen a poner cara a ella, se entrega sin medida al empuje pulsional, al goce desenfrenado y no raras veces autoagresivo con tal de no saber ni de ella ni de su imposibilidad de ser completa, busca en su lugar silenciarla con el mayor peso de la represión y pagar el alto precio de la enfermedad.
Al mismo tiempo hay pulsasiones de deseo, a partir de las cuales, la pregunta por el ser y la verdad hallan salida y el sujeto cansado de la intoxicación al saber, que no es más que su pasión por la ignorancia, decide hacer un alto y preguntarse : “ ¿que deseo?” lo cual ya es un paso adelante, aunque aún no una salida satisfactoria, pues el problema en lo humano, único ser en el que circunscribe esta pregunta, tal y como lo afirma Freud, el Otro cuenta con total regularidad. Y esa pregunta por el deseo, que en el sujeto es su verdad, su causa final, su esencia, no hallará respuesta sino es en la escena compartida con Otro. El psicodrama es simple y llanamente el escenario de ese deseo innombrado, eclipsado, latente que anhela por salir, una nada que desea existir y actuar más allá del estéril campo de la fantasía y el síntoma.
Por último es posible, además común, pensar que no deseamos saber del deseo como verdad de sujeto por lo que comporta de ominoso (Unheimlich) por el hecho de que encierra un carácter de insoportable. Yo me inclino más a pensar que no es tanto ese carácter horrible y amenazante que le atribuimos, lo que mantiene al sujeto separado de su deseo, sino que existe, más bien una resistencia a la dificultad que hay en el saber hacer con el deseo una vez se sabe de él, la resistencia del yo de ese sujeto al requerimiento de renunciar a lo que Freud llamo la ganancia de la enfermedad, ganancia masoquista cuya renuncia se traduce como pérdida, pérdida sin la cual el sujeto nunca accederá ni al deseo, ni a su verdad, ni mucho menos a una esperanza de felicidad que sea, más allá de la ilusión imaginaria, realista y posible.
En el psicodrama la palabra puede salir del monótono vacío, llegar a su plenitud y convertirse en acto, acto simbólico de interpretación, pero también en acto poético de creación, acto de transformación subjetiva, acto de invención, acto fundante en el que “el cuerpo se articula con la palabra”. El psicodrama es, en esta medida, un lugar para renacer… (Autor: Enrique Cortes).
El psicodrama es definido por como “una ciencia que explora la verdad del sujeto”. Si se quiere, el psicodrama es un lugar de escucha a la pregunta por el ser. Esto nos podría invitar a preguntarnos por la naturaleza de esa verdad, hallando en un primer término que es una verdad descubierta por un método científico; no es una verdad en tanto revelación divina, no es una verdad religiosa, no es producto de una actividad mística, mágica o metafísica; lo es más bien de una exploración investigativa, de una indagación orientada por una sospecha ante la verdad, sospecha que consiste en creer que la verdad demanda ser descubierta, extraída de un campo oculto y desconocido, hallada más allá de la simple apariencia; acompañando a Lacan, una verdad que se presenta como un saber que no se sabe, un capitulo censurado; retornando a Freud, una verdad que es inconsciente.
En psicodrama, hablamos de una verdad trascendente que se halla más allá de lo que es obvio y evidente, ya que se trata de la puesta en escena, de manera no sólo rememorada sino también repetida, representada, de lo vivido. Se trata entonces de un proceso de historización a la vez que de histerización del sujeto, pues se instala en la bi-partición inherente a la pregunta sobre quién es, “To be or not to be” según Hamlet, y sólo podrá responderla asertivamente en la re-construcción de su historia, en la escritura única e inédita de esa novela que de alguna manera es la vida. El psicodrama invita a cada sujeto, a representar su verdad, a liberarla de la manera más espontanea, ponerla en cuestión, asumir posición ante ella, aceptarla y llegado el caso a recrearla y transformarla.
Bien podemos afirmar, por otro lado, que esa verdad se inscribe en un campo determinado, el sujeto. La verdad del psicodrama es la verdad del sujeto, entendido como aquel que habita el mundo a partir de sus circunstancias, sus actos y sus palabras; Componentes estos de su existencia, ante los cuales dicho sujeto asume la responsabilidad ya sea de estos mismos, o bien de las consecuencias que conllevan, pues implican directa o indirectamente a Otro al cual hay que responder.
El psicodrama busca producir una nueva forma de responder del sujeto, el cual tiende desde su neurosis a la respuesta monótona, predecible e insatisfactoria; como ejemplo tenemos la política del avestruz, típica del neurótico, que consiste en que ante la dificultad y la responsabilidad que la verdad implican, huir o meter la cabeza en un hueco, creyendo que así logrará esconderse. La política del psicodrama es otra, es no sólo aprender a soportarla, sino crear con esa verdad, explorarla, redescubrirla en sus múltiples facetas, reinventarla como el niño que juega o como el artista que pinta y da nuevos colores a la, a menudo, aburrida realidad.
Hablamos de una verdad concreta que incide en la experiencia de vida de cada ser humano, en cada acontecimiento, en la creación o en la enfermedad, en el gozo o en la desdicha, en la felicidad o en la miseria, en el amor, el odio y la ignorancia; es decir, en el corazón de nuestras pasiones habita de modo enigmático, secreto e incluso irónico, la verdad.
Desde el psicodrama el padecimiento humano no es más que una patología de la relación del sujeto con su verdad. La neurosis es una modalidad de este padecimiento, padecimiento del ser que habla y que por hablar; goza, sufre, ama y desea. Si hay trastornos son trastornos de la verdad, el ser humano sufre, se obsesiona, se lastima y se divide con aquello que constituye su propia verdad. Tenemos pues que ante la verdad; el sujeto neurótico genera síntomas para denegarla una vez se le presenta, desencadena fobias a todo aquello que se la recuerda, procastina (aplaza) los actos que lo comprometen a poner cara a ella, se entrega sin medida al empuje pulsional, al goce desenfrenado y no raras veces autoagresivo con tal de no saber ni de ella ni de su imposibilidad de ser completa, busca en su lugar silenciarla con el mayor peso de la represión y pagar el alto precio de la enfermedad.
Al mismo tiempo hay pulsasiones de deseo, a partir de las cuales, la pregunta por el ser y la verdad hallan salida y el sujeto cansado de la intoxicación al saber, que no es más que su pasión por la ignorancia, decide hacer un alto y preguntarse : “ ¿que deseo?” lo cual ya es un paso adelante, aunque aún no una salida satisfactoria, pues el problema en lo humano, único ser en el que circunscribe esta pregunta, tal y como lo afirma Freud, el Otro cuenta con total regularidad. Y esa pregunta por el deseo, que en el sujeto es su verdad, su causa final, su esencia, no hallará respuesta sino es en la escena compartida con Otro. El psicodrama es simple y llanamente el escenario de ese deseo innombrado, eclipsado, latente que anhela por salir, una nada que desea existir y actuar más allá del estéril campo de la fantasía y el síntoma.
Por último es posible, además común, pensar que no deseamos saber del deseo como verdad de sujeto por lo que comporta de ominoso (Unheimlich) por el hecho de que encierra un carácter de insoportable. Yo me inclino más a pensar que no es tanto ese carácter horrible y amenazante que le atribuimos, lo que mantiene al sujeto separado de su deseo, sino que existe, más bien una resistencia a la dificultad que hay en el saber hacer con el deseo una vez se sabe de él, la resistencia del yo de ese sujeto al requerimiento de renunciar a lo que Freud llamo la ganancia de la enfermedad, ganancia masoquista cuya renuncia se traduce como pérdida, pérdida sin la cual el sujeto nunca accederá ni al deseo, ni a su verdad, ni mucho menos a una esperanza de felicidad que sea, más allá de la ilusión imaginaria, realista y posible.
En el psicodrama la palabra puede salir del monótono vacío, llegar a su plenitud y convertirse en acto, acto simbólico de interpretación, pero también en acto poético de creación, acto de transformación subjetiva, acto de invención, acto fundante en el que “el cuerpo se articula con la palabra”. El psicodrama es, en esta medida, un lugar para renacer… (Autor: Enrique Cortes).