Lunes, 19 de mayo de 2014
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Psicología
Psicología
La emigración ha acompañado a la humanidad a lo largo de toda su historia. Siempre han existido fenómenos migratorios con mayor o menor importancia en las sociedades, y en momentos de crisis económica como la actual, buscar nuevas oportunidades en otros países puede ser una solución. El desarrollo de las sociedades actuales no se puede concebir sin este fenómeno ya que gracias a él la humanidad ha evolucionado en su forma de vida y de ver el mundo, compartiendo experiencias, inventos, avances, pensamientos, valores, etc…
En el fenómeno de la emigración habrá múltiples razones diferentes para cada caso, personales o circunstanciales, pero una razón común es el deseo y la esperanza de comenzar una nueva etapa y lograr una mejora en la vida personal. Si la persona creyera que lo que le espera no va a ser mejor que lo que tiene en la actualidad, no tomaría esa decisión de cambio tan importante. El aspecto positivo de la emigración es ese enriquecimiento que tendrá al conocer nuevas culturas, al tener la posibilidad de mejorar no solo económicamente sino también intelectualmente.
Cuando la persona llega al lugar de destino necesita adaptarse rápidamente a la nueva situación, en este sentido el fenómeno psicológico llamado “estrés” aparece como un estado de alerta y de activación del cuerpo para poder realizar actividades de forma “rápida”. Pero cuando este fenómeno psicológico en dosis altas, se entra en un estado de ansiedad y nerviosismo que en muchos casos impide realizar las actividades de forma adecuada, generándose una espiral de ansiedad-errores-preocupación-ansiedad. Este sería el aspecto negativo que conlleva la emigración. Si se prolonga en un periodo largo de tiempo aparecerán otros síntomas como la depresión, la culpabilidad o el sentimiento de soledad ante las circunstancias que siente le desbordan. Es cuando podemos estar hablando de un síndrome denominado como aquel héroe griego que sufrió múltiples penalidades en su viaje hasta la vuelta a su hogar: El síndrome de Ulises.
Cada persona tiene sus propias particularidades y su forma de ser, historia biográfica y circunstancias no se puede generalizar para explicar su caso concreto, aunque sí nos podemos fijar en este síndrome para acercarnos al fenómeno de la emigración y los posibles impactos psicológicos negativos que conlleva. Nos podemos preguntar a este respecto:
¿qué supone emigrar?, ¿qué procesos psicológicos se ponen en marcha que pueden afectar negativamente?, ¿cuál sería la forma mejor de afrontar esta nueva situación?
Los fenómenos psicológicos que se dan cuando emigramos tienen estrecha relación con lo que dejamos atrás: la familia, los amigos, el lugar de nacimiento, en definitiva la historia particular de cada uno/a. A este respecto antes de la salida la persona puede sentir: sentimiento de pérdida de identidad (sobre todo cuando se está muy ligado al lugar de origen), sentimiento de culpabilidad por irse (dejando atrás personas muy cercanas), un posible sentimiento de fracaso o de verse de forma negativa si se compara con las personas que se quedan, y por último puede sentir temor a un futuro retorno, pensando que posiblemente pierda el contacto y la relación con sus seres queridos. Emigrar es el proceso por el cual la persona cambia de lugar de origen o residencia habitual por un nuevo territorio. Este hecho puede suponer un cambio radical, en cuanto a cultura, idioma y en muchos casos incluso valores de la sociedad. Emigrar es quizá una de las decisiones más importantes que puede tomar una persona, junto a las decisiones de casarse, tener hijos o comenzar una carrera formativa y laboral.
Al comenzar la nueva vida también pueden surgir miedos que bloqueen y dificulten la adaptación en el país de destino: Miedo a lo desconocido (se pierde seguridad al no saber bien con lo que nos enfrentamos), temor a no lograr nuestros deseos como encontrar trabajo o conocer nuevas personas, miedo a cambiar nuestra forma de ser (para algunas personas el cambio de contexto supone también un cambio de identidad) o miedo al rechazo o a la imposibilidad de integrarse en la nueva cultura.
En general las personas superan estos miedos, miedos normales ante los grandes cambios, y poco a poco se verán en su nueva vida de forma satisfactoria y enraizarán en ese lugar de destino
Pero si las cosas no van como en un principio se podía esperar, no logrando aquello que se tenía la esperanza al comenzar la nueva etapa, varios pueden ser los sentimientos que aparezcan. Es lo que se suele llamar el síndrome de Ulises:
1) Tristeza: La nostalgia suele ser uno de los sentimientos más vividos en estas circunstancias, que junto al sentimiento de vacío, a los miedos y preocupaciones, provocan ideas de incapacidad y de falta de valor (sufriendo una pérdida de autoestima).
2) Sentimiento de soledad: La separación de los seres queridos puede provocar en los momentos más difíciles un sentimiento de aislamiento, de no encontrar un lugar adecuado o personas cercanas. La persona puede sentir un vacío afectivo que le es difícil de soportar.
3) Culpabilidad: muy relacionado con lo anterior, la persona puede sentirse culpable por haber hecho mal las cosas, por haber “abandonado” a seres queridos o por creerse la causa de su propio fracaso. Puede haber una auto-recriminación por la situación actual y un arrepentimiento por la decisión tomada. A este respecto tiene mucho que ver la situación laboral, si no ha encontrado trabajo o un trabajo que le satisfaga, ya que es uno de los objetivos principales que llevan a emigrar.
4) Desengaño: La persona puede ver el lugar que ha llegado muy diferente a lo que esperaba. Las ideas o esperanzas que había puesto, pueden haberse frustradas y puede sentir cierto resentimiento al lugar donde vive, entrando en una espiral de sentimientos negativos.
5) Trastornos psicosomáticos: Además estos síntomas psicológicos suelen ir acompañados de síntomas psicosomáticos como insomnio (imposibilidad de conciliar el sueño ante la preocupación por la situación actual) dolores de cabeza y de estómago, falta de apetito o exceso en la ingestión, falta de concentración o fatiga extrema.
Estos síntomas aparecen cuando la situación para la persona la desborda y no se ve con los recursos necesarios o con la capacidad de afrontar lo que le ocurre. Al final de estos síntomas habría una creencia de la persona que se puede expresar en: “No puedo seguir así”. Estamos ante una crisis vital, a la que se habrá llegado por la forma de enfrentarse a la nueva situación y que tiene que mucho con la forma de ser de la persona, de cómo reacciona ante las circunstancias. Este es quizá el momento de plantearse nuevas formas de afrontamiento de la situación: Nuevas formas de verse a sí mismo y de ver aquello que se tiene alrededor. Para ello podemos fijarnos en los recursos psicológicos que se proponen desde las consultas terapéuticas con el objetivo de poder afrontar situaciones parecidas.
En definitiva, emigrar puede ser una experiencia enriquecedora para la persona pero también pude ser un momento de crisis personal, saliendo a la luz aspectos que no habíamos vivido hasta esta situación. Tenemos que tener en cuenta que cada persona lleva consigo “una mochila psicológica” en la que pesarán todas las experiencias hasta ese momento vividas y que en algunos casos dificultan la adaptación a nuevas circunstancias. Saber afrontar este reto puede fortalecer y hacer crecer a la persona, superando estos momentos de crisis y dejando atrás aquello que le impide avanzar.
Bibliografía
En el fenómeno de la emigración habrá múltiples razones diferentes para cada caso, personales o circunstanciales, pero una razón común es el deseo y la esperanza de comenzar una nueva etapa y lograr una mejora en la vida personal. Si la persona creyera que lo que le espera no va a ser mejor que lo que tiene en la actualidad, no tomaría esa decisión de cambio tan importante. El aspecto positivo de la emigración es ese enriquecimiento que tendrá al conocer nuevas culturas, al tener la posibilidad de mejorar no solo económicamente sino también intelectualmente.
Cuando la persona llega al lugar de destino necesita adaptarse rápidamente a la nueva situación, en este sentido el fenómeno psicológico llamado “estrés” aparece como un estado de alerta y de activación del cuerpo para poder realizar actividades de forma “rápida”. Pero cuando este fenómeno psicológico en dosis altas, se entra en un estado de ansiedad y nerviosismo que en muchos casos impide realizar las actividades de forma adecuada, generándose una espiral de ansiedad-errores-preocupación-ansiedad. Este sería el aspecto negativo que conlleva la emigración. Si se prolonga en un periodo largo de tiempo aparecerán otros síntomas como la depresión, la culpabilidad o el sentimiento de soledad ante las circunstancias que siente le desbordan. Es cuando podemos estar hablando de un síndrome denominado como aquel héroe griego que sufrió múltiples penalidades en su viaje hasta la vuelta a su hogar: El síndrome de Ulises.
Cada persona tiene sus propias particularidades y su forma de ser, historia biográfica y circunstancias no se puede generalizar para explicar su caso concreto, aunque sí nos podemos fijar en este síndrome para acercarnos al fenómeno de la emigración y los posibles impactos psicológicos negativos que conlleva. Nos podemos preguntar a este respecto:
¿qué supone emigrar?, ¿qué procesos psicológicos se ponen en marcha que pueden afectar negativamente?, ¿cuál sería la forma mejor de afrontar esta nueva situación?
Los fenómenos psicológicos que se dan cuando emigramos tienen estrecha relación con lo que dejamos atrás: la familia, los amigos, el lugar de nacimiento, en definitiva la historia particular de cada uno/a. A este respecto antes de la salida la persona puede sentir: sentimiento de pérdida de identidad (sobre todo cuando se está muy ligado al lugar de origen), sentimiento de culpabilidad por irse (dejando atrás personas muy cercanas), un posible sentimiento de fracaso o de verse de forma negativa si se compara con las personas que se quedan, y por último puede sentir temor a un futuro retorno, pensando que posiblemente pierda el contacto y la relación con sus seres queridos. Emigrar es el proceso por el cual la persona cambia de lugar de origen o residencia habitual por un nuevo territorio. Este hecho puede suponer un cambio radical, en cuanto a cultura, idioma y en muchos casos incluso valores de la sociedad. Emigrar es quizá una de las decisiones más importantes que puede tomar una persona, junto a las decisiones de casarse, tener hijos o comenzar una carrera formativa y laboral.
Al comenzar la nueva vida también pueden surgir miedos que bloqueen y dificulten la adaptación en el país de destino: Miedo a lo desconocido (se pierde seguridad al no saber bien con lo que nos enfrentamos), temor a no lograr nuestros deseos como encontrar trabajo o conocer nuevas personas, miedo a cambiar nuestra forma de ser (para algunas personas el cambio de contexto supone también un cambio de identidad) o miedo al rechazo o a la imposibilidad de integrarse en la nueva cultura.
En general las personas superan estos miedos, miedos normales ante los grandes cambios, y poco a poco se verán en su nueva vida de forma satisfactoria y enraizarán en ese lugar de destino
Pero si las cosas no van como en un principio se podía esperar, no logrando aquello que se tenía la esperanza al comenzar la nueva etapa, varios pueden ser los sentimientos que aparezcan. Es lo que se suele llamar el síndrome de Ulises:
1) Tristeza: La nostalgia suele ser uno de los sentimientos más vividos en estas circunstancias, que junto al sentimiento de vacío, a los miedos y preocupaciones, provocan ideas de incapacidad y de falta de valor (sufriendo una pérdida de autoestima).
2) Sentimiento de soledad: La separación de los seres queridos puede provocar en los momentos más difíciles un sentimiento de aislamiento, de no encontrar un lugar adecuado o personas cercanas. La persona puede sentir un vacío afectivo que le es difícil de soportar.
3) Culpabilidad: muy relacionado con lo anterior, la persona puede sentirse culpable por haber hecho mal las cosas, por haber “abandonado” a seres queridos o por creerse la causa de su propio fracaso. Puede haber una auto-recriminación por la situación actual y un arrepentimiento por la decisión tomada. A este respecto tiene mucho que ver la situación laboral, si no ha encontrado trabajo o un trabajo que le satisfaga, ya que es uno de los objetivos principales que llevan a emigrar.
4) Desengaño: La persona puede ver el lugar que ha llegado muy diferente a lo que esperaba. Las ideas o esperanzas que había puesto, pueden haberse frustradas y puede sentir cierto resentimiento al lugar donde vive, entrando en una espiral de sentimientos negativos.
5) Trastornos psicosomáticos: Además estos síntomas psicológicos suelen ir acompañados de síntomas psicosomáticos como insomnio (imposibilidad de conciliar el sueño ante la preocupación por la situación actual) dolores de cabeza y de estómago, falta de apetito o exceso en la ingestión, falta de concentración o fatiga extrema.
Estos síntomas aparecen cuando la situación para la persona la desborda y no se ve con los recursos necesarios o con la capacidad de afrontar lo que le ocurre. Al final de estos síntomas habría una creencia de la persona que se puede expresar en: “No puedo seguir así”. Estamos ante una crisis vital, a la que se habrá llegado por la forma de enfrentarse a la nueva situación y que tiene que mucho con la forma de ser de la persona, de cómo reacciona ante las circunstancias. Este es quizá el momento de plantearse nuevas formas de afrontamiento de la situación: Nuevas formas de verse a sí mismo y de ver aquello que se tiene alrededor. Para ello podemos fijarnos en los recursos psicológicos que se proponen desde las consultas terapéuticas con el objetivo de poder afrontar situaciones parecidas.
Antes de partir | Recomendaciones |
Proceso de duelo | La mejor forma de comenzar una nueva etapa es cerrar de forma consciente la anterior: realizar una despedida con familiares y amigos. Es necesario ser consciente de la pérdida que supone, pasar por el duelo que conlleva y despedirse expresando los sentimientos que provoca la nueva situación. |
Pérdida de identidad | Más que una pérdida podemos verlo como una nueva posibilidad. Muchas veces se tienen roles familiares y de amistad en el lugares de origen a los que la persona puede sentirse atada. Es el momento de liberarse y comenzar a ser aquello que se desea ser. Se sigue siendo en esencia la misma persona pero con la posibilidad de dar un salto cualitativo y acercarse más a quién se quiere ser en realidad. |
Sentimiento de fracaso por tener que partir | Tomar la decisión de emigrar es una prueba de valentía y de querer mejorar. Ante la posibilidad de quedarse “atascado” la persona decide dar un paso para abrir nuevas posibilidades. |
Inseguridad a lo que viene | Hablar con personas que han pasado por el mismo proceso y conocer el contexto aunque sea de referencias ayuda a quitar miedos por lo que pueda venir, además de tener una visión más realista de lo que nos vamos a encontrar. |
En el lugar de destino | Recomendaciones |
Cambio en la identidad | Es bueno estar abierto a aprender, tanto la nueva lengua como la forma de vida. Adaptarse y sumergirse en la nueva cultura no significa cambiar la identidad, se sumará a lo que uno es. |
Sentimiento de nostalgia | Es necesario no estar entre dos mundos, el anterior y el nuevo. Ver los aspectos positivos del nuevo “hogar”, y aunque no se pierda contacto con lo anterior, una relación excesiva desde el pensamiento y la emoción con lo dejado no ayuda a adaptarse a la nueva situación. Muchas veces se idealiza lo que se ha tenido y no deja ver lo positivo del presente. |
Soledad | El aislamiento suele ser debido a la imagen negativa que tiene la persona sobre sí misma por la situación que está viviendo, entrando en un círculo del que es difícil de salir. Además de apartar los pensamientos negativos sobre uno mismo, es necesario buscar a personas afines que comprendan y empaticen con la situación vivida. Para ello se puede acudir a grupos asociativos, redes sociales,…que tengan algo en común |
desengaño por la nueva situación | Es necesario reflexiona sobre las expectativas que se tenían y ver si son realistas ante la nueva situación. Si no lo son, es necesario cambiarlas y adaptarse a ellas. A este respecto nos sirve el consejo de Epicteto ( filósofo estoico) cuando dice: “No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino la opinión que se tiene de ellas” |
Frustración (por la imposibilidad de encontrar trabajo,…). | Es necesario distinguir las cosas que dependen de nosotros mismos y las que no, esto ayudará a no frustrarse con algo que está fuera de nuestro alcance. Por ejemplo: Buscar trabajo de la mejor forma posible depende de nosotros, que nos ofrezcan el trabajo depende de la situación económica o las circunstancias. |
En definitiva, emigrar puede ser una experiencia enriquecedora para la persona pero también pude ser un momento de crisis personal, saliendo a la luz aspectos que no habíamos vivido hasta esta situación. Tenemos que tener en cuenta que cada persona lleva consigo “una mochila psicológica” en la que pesarán todas las experiencias hasta ese momento vividas y que en algunos casos dificultan la adaptación a nuevas circunstancias. Saber afrontar este reto puede fortalecer y hacer crecer a la persona, superando estos momentos de crisis y dejando atrás aquello que le impide avanzar.
Bibliografía
- Achotegui, J. (2004) Emigrar en situación extrema: el Síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (Síndrome de Ulises). Norte de Salud Mental; 21: 39–52.
- Achotegui, J. (2008) Migración y crisis: el síndrome del inmigrante con estrés crónico y múltiple (síndrome de ulises). Avances en Salud Mental Relacional Vol. 7, núm. 1
- Dr. Mario G, Maldonado, M.D.(2008). el costo psicológico de la migración.., M.Sc., DESS. Recogido del blog. http://www.estedolor.com
- Delgado Suarez, J. (2011). El síndrome de Ulises: Emigrar no siempre es la solución. Recogido del blog http://www.rinconpsicologia.com
Autor: Sergio Delgado.
Especialista en emigración. Psicólogo online
NºColegiado: CA-714