Psicología Sexología
Investigando las inquietudes generales en los foros de internet, me llaman la atención las preocupaciones respecto a si la elevada motivación sexual es “normal”, o si entra en el terreno de las adicciones. La pregunta en sí misma ya es interesante y lo son también las respuestas de quienes participan, que van desde la permisividad total a la represión absoluta, con sugerencias y consejos que, en su mayoría, reflejan la gran confusión respecto a la sexualidad como fuente de placer y de salud.
Sexualidad y sexo no es lo mismo. El sexo es una expresión de la sexualidad que, a su vez, es una función humana tan compleja, que se manifiesta de diferentes formas en todas las personas y en todas las áreas de la vida. Pero ¿existe realmente la adicción al sexo o es simplemente uno más de los límites impuestos por una sociedad en la que impera la doble moral?
Aparentemente respiramos un ambiente más permisivo, pero cuando el ansia por el sexo condiciona prácticamente todos los demás ámbitos de la vida y el mundo personal gira alrededor de conseguirlo, causando intensa frustración al no encontrarlo, sí podemos decir que la adicción, llamada también hipersexualidad o satiriasis, es una problemática presente en una parte de la población actual.
Se hacen bromas al respecto, e incluso se fantasea con la adicción sexual como algo divertido, que no tendría por qué preocupar a nadie si se pasa tan bien. Pero realmente, como en otras adicciones, las personas que la padecen sufren y este es el motivo por el que es necesario prestarle atención. Porque ¿quién no sufre cuando no puede controlar sus pensamientos, que interfieren en la capacidad para llevar la vida con naturalidad sin perjudicar sus relaciones familiares, de pareja o laborales?
Se trata de una conducta compulsiva, reiterativa e irreflexiva, que va acompañada de una fuerte sensación de insatisfacción. No es tan determinante la frecuencia ni la cantidad de relaciones sexuales, para dictaminar si una persona es adicta al sexo o no. Cuando, cómo y cuánto, es una cuestión muy personal, que realmente no puede medir el grado de una patología. El problema está en que el cumplimiento de los deseos no compensa de ninguna manera la sensación de angustia que le sucede, y que lleva a la persona adicta a buscar de nuevo la satisfacción, justamente para calmar esa angustia. Así empieza el círculo sin fin en el que se ven atrapados quienes buscan ayuda para superar su adicción.
La masturbación compulsiva, el uso de la pornografía, los encuentros sexuales con personas desconocidas, el uso de la prostitución o el gusto por las líneas eróticas y el cibersexo, son recursos que no necesariamente tienen que ver con la adicción. Pero cuando un acto placentero, cualquiera que sea, se exacerba y se convierte en una compulsión, deja de cumplir su función de placer. La compulsión desata la culpa y la persona piensa que no podrá controlarla. Entonces, lo que parecía placer se convierte en angustia y depresión.
Se habla de este tipo de adicción en términos masculinos principalmente. Se dice que esto es debido a que son ellos quienes han accedido al sexo con más facilidad que las mujeres por razones culturales y se les ha aplaudido a lo largo de la historia su habilidad para la conquista y la experiencia en el sexo. Sin embargo, aunque no sean mayoría, las mujeres también desarrollan esta forma de adicción que suele funcionar como un recurso de evitación de problemas, como son las dificultades laborales, las rupturas de pareja, la insatisfacción general, y diversos conflictos de la historia personal que no han sido resueltos adecuadamente.
Es muy común encontrar en las personas adictas la sensación de no sentirse queridas y la necesidad imperiosa de estar unidas a alguien sin por ello perder la identidad, o de pertenecer a un grupo sin desintegrarse en él, resultando entonces menos peligroso relacionarse sin ninguna vinculación emocional. O sea, que el mismo pensamiento que empuja a la adicción la produce y ese es el mecanismo que calma mientras perjudica. Al final, el sexo es lo de menos. Lo importante es revalorizarse a través de la conquista, sin darse cuenta de que la lucha está en la valoración de las personas reales y cercanas, ya sea la pareja, los padres, los jefes, los amigos, etc.
De todas maneras, la del sexo es sólo una de las muchas otras formas de adicción, y entra en el terreno de las adicciones invisibles. Quitando el impacto químico de drogas como la cocaína, la heroína o el tabaco, los mecanismos y las consecuencias son parecidas, como el miedo, los temblores o el famoso “mono” cuando se pasa un tiempo sin consumo. Horas y horas de sexo que sólo sirve para aliviar instantáneamente la angustia, tiene mucho más que ver con el sufrimiento que con el placer. Por eso no se trata simplemente de decir, “lo dejo mañana”, sino que implica un tratamiento con ayuda para conseguirlo, si eso es lo que se quiere.
Adicción al Sexo y Psicoterapia
En resumen, estos son los principales síntomas que hacen pensar en que la conducta sexual se encuentra atrapada en las redes de la adicción:
– El sexo es la prioridad constante, e interfiere permanentemente en todas las demás actividades de la vida cotidiana.
– Son muy frecuentes la culpa y la vergüenza por la sensación de haber perdido el control sobre los impulsos sexuales.
– El sexo se utiliza para aliviar las carencias, el estrés o la depresión.
El primer paso para superar la adicción al sexo es la toma de consciencia de que se trata de un problema que afecta las otras áreas de la vida, y que es necesario pedir ayuda. Tratar la adicción es posible, buscando los desencadenantes de la dependencia y creando, paralelamente, formas de afrontamiento de los conflictos diferentes a los conocidos.
La adicción al sexo, como las demás, no aparece sin motivo. Normalmente se relaciona con otros tipos de problemas más profundos o antiguos, relacionados con la represión, la soledad, las dificultades en las relaciones, la gestión del estrés, la ansiedad, la depresión y, en muchas ocasiones, con historias traumáticas de índole sexual en la infancia.
Según Wilhelm Reich, esta y otras problemáticas sexuales son consecuencias de la supresión de la sexualidad natural. La represión y la moral compulsiva llena de contradicciones, han relegado la capacidad de regulación de las energías vitales, surgiendo otras formas de descarga que se alejan de la expresión plena y saludable. El instinto y la moral entran en conflicto y la persona se defiende tratando de liberarse exagerando los actos impulsivos.
El apoyo terapéutico, entonces, lejos de tomar posiciones moralistas o críticas, ayuda a la persona a darse cuenta de lo que necesita a nivel psicológico, buscando enfrentarse a su realidad afectiva de otras formas y superar el fondo ansioso o depresivo que acompaña a la compulsión.
La terapia reichiana trabaja en descubrir y destruir las actitudes que impiden el establecimiento de la capacidad sexual plena, para recuperar la función natural de la sexualidad y del sexo, y con ello la alegría de vivir.
María Clara Ruiz