Psicología
El proceso migratorio
Concha Ramo Cervera
Desde una visión general, la emigración conlleva todo un proceso que se inicia en la decisión de partir, con un proyecto individual o colectivo suscitado por distintas motivaciones, el momento de la partida y separación de los seres queridos y del lugar de origen, el viaje, la llegada a un sitio nuevo desconocido e incorporación de nuevas adquisiciones, adaptación y/o integración, consecución de los objetivos que motivaron el viaje, enriquecimiento, y posibilidad de retorno.
En este proceso migratorio existe pues un conjunto de vivencias y experiencias psíquicas y emocionales que tienen que ver con la pena y el dolor de lo que se ha dejado, a veces también culpa por los que han quedado, primeros sentimientos de soledad y desamparo en el nuevo lugar desconocido, desconfianza y confusión al no reconocer espacios y referentes familiares, añoranzas, etc. (Grinberg L., Grinberg R., 1996).
Este difícil período será vivido de una manera más o menos traumática en función de múltiples variables: quiénes quedaron en el país de origen y cómo fue el viaje, si fueron solos/as o acompañados/as, qué experiencia de acogida tienen éstas personas (si ya hay conocidos o familiares, cómo les acogen la población autóctona, condiciones para su legalización como ciudadanos en el nuevo país y oportunidades académicas, laborales y de vivienda, etc.), contraste mayor o menor respecto a la cultura y costumbres, idioma, características personales de quien emigra (edad, sexo, características físicas, psíquicas y de carácter), etc. (J. Axotegui, 1971)
La migración pone a prueba la estabilidad psíquica y emocional.
Uno de los aspectos que se tambalea temporalmente es el sentimiento de identidad, o sentimiento del “sí mismo” consolidado entre otros aspectos al mantener una estabilidad a pesar de circunstancias diversas y cambios del vivir. Este sentimiento de identidad es el resultado de la interacción continua entre tres vínculos de integración: espacial, temporal y social.
En la migración se dan cambios en estos vínculos de integración, por lo que lleva a unos primeros momentos de confusión, despersonalización y cierta angustia. Las personas en esta situación se pueden preguntar ¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo aquí?, como suele ocurrir al despertar en un estado de duermevela (confusión espacial). O mezclar recuerdos con situaciones actuales, teniendo por ejemplo lapsus, en los que se nombran lugares o personajes actuales con nombres del pasado (confusión temporal).
El vínculo de integración social es quizás el más afectado en este proceso. Todo el entorno es nuevo, y el inmigrante también es “un desconocido”, ha perdido muchos de los roles que desempeñaba en su comunidad, de un grupo de trabajo, amistades. Ello provoca sentimientos de “no pertenencia”, y se inicia un trabajo para volver a ser en el mundo.