Lunes, 01 de time.september de 2014
Dina Semsch, Psicóloga
- San Salvador, (El Salvador)
Psicología
Psicología
A ver, como les explico...
Recuerdo que la primera vez que medite al respecto fue a después de haber leído una frase que decía “Todas las películas tienen finales felices, solo tenemos que saber cuándo apretar STOP”. Desde que la leí me quedo dando vueltas en la cabeza y de ahí en adelante me he dedica a probar si es cierto y debo aceptar que hasta la fecha se ha convertido en una de mis reglar de oro.
Si nos detenemos y lo pensamos un poco, es bastante lógico. Partamos de la idea de que ninguno de nosotros somos eternos, de que todo y todos tenemos fecha de caducidad, lo cual empieza a contar desde el día que nacemos. Sin embargo, andamos por ahí ofreciendo cosas que no podemos cumplir, ¿cómo qué?, la primera que se me viene a la cabeza es “amor para toda la vida”… ni siquiera me queda claro para la vida de cuál de los dos involucrados, o cómo podemos comprometernos para “toda la vida” si no sabemos cuánto tiempo será eso, pero en resumidas cuentas ofrecemos un montón de cosas que tienen como parte de la oferta el “para toda la vida”.
Desde mi punto de vista esto lleva a que mucha gente se empeñe en que las cosas no terminen, o en muchos casos a no aceptar que ya terminaron, que el hecho que él o ella no esté de acuerdo no cambia la situación.
Siempre me he preguntado qué pasaría si solo aprendiéramos a tener finales felices siempre, a detener tal o cual situación a tiempo, a convivir con la idea de que todos y todo tenemos un ciclo que tarde o temprano cumplimos. Solo imagínense esto, ser capaces de saber cuándo dejar de estar tristes, de cuando es momento de cambiar de lugar de residencia, de cuando tenemos un amigo que se convirtió en otra persona y no en la que era cuando decidimos incorporarlo a nuestra vida; que pudiéramos aprender a detener las cosas en el momento adecuado, creo que nos evitaríamos mucho dolor.
Veo gente que se niega a soltar su relación de pareja por ejemplo, a pesar de que está hace ratos se largo, sin embargo nos prometimos que “sería para toda la vida”, pero y si esos meses o años que duro eran precisamente “toda la vida” y si ya cumplió su ciclo, por qué no dejarlo ir. Otros que se acostumbran a la tristeza, como si fuera un vicio, llegando al punto de no ser capaces de recordar cómo era antes, cuando también eran capaces de experimentar sentimientos positivos. Veo persona aferradas a sus matrimonios, a pesar de estar exponiéndose a situaciones sumamente dañinas para todos los involucrados, en muchos casos tratando de avalar sus decisiones en que “no quieren que sus hijos sufran las consecuencias de un divorcio”, como si fueran peor las consecuencias de un divorcio bien llevado a las de un matrimonio mal llevado.
Pienso que todos deberíamos aprender a poner STOP y procurarnos finales felices, tratando de no caer en la malísima practica de resumir todo el tiempo que compartimos con alguien o que tuvimos algo, al momento en que se termino. ¡No es justo! El hecho de que haya terminado, de que haya concluido su ciclo, no quiere decir que debemos dejar a de estar agradecidos por todo el tiempo que formo parte de mi vida, por todas la cosas buenas que me dio o en las que estuvo presente, por haber sido quién fue y haberlo compartido por nosotros, porque de que ya no está estuvo un montón de tiempo que es lo que permitió que se convirtiera en algo o alguien importante.
Así que de ahora en adelante, cuidado con andar incluyendo el “para toda la vida” en sus promesas, que lo pueden demandar por publicidad engañosa.
Recuerdo que la primera vez que medite al respecto fue a después de haber leído una frase que decía “Todas las películas tienen finales felices, solo tenemos que saber cuándo apretar STOP”. Desde que la leí me quedo dando vueltas en la cabeza y de ahí en adelante me he dedica a probar si es cierto y debo aceptar que hasta la fecha se ha convertido en una de mis reglar de oro.
Si nos detenemos y lo pensamos un poco, es bastante lógico. Partamos de la idea de que ninguno de nosotros somos eternos, de que todo y todos tenemos fecha de caducidad, lo cual empieza a contar desde el día que nacemos. Sin embargo, andamos por ahí ofreciendo cosas que no podemos cumplir, ¿cómo qué?, la primera que se me viene a la cabeza es “amor para toda la vida”… ni siquiera me queda claro para la vida de cuál de los dos involucrados, o cómo podemos comprometernos para “toda la vida” si no sabemos cuánto tiempo será eso, pero en resumidas cuentas ofrecemos un montón de cosas que tienen como parte de la oferta el “para toda la vida”.
Desde mi punto de vista esto lleva a que mucha gente se empeñe en que las cosas no terminen, o en muchos casos a no aceptar que ya terminaron, que el hecho que él o ella no esté de acuerdo no cambia la situación.
Siempre me he preguntado qué pasaría si solo aprendiéramos a tener finales felices siempre, a detener tal o cual situación a tiempo, a convivir con la idea de que todos y todo tenemos un ciclo que tarde o temprano cumplimos. Solo imagínense esto, ser capaces de saber cuándo dejar de estar tristes, de cuando es momento de cambiar de lugar de residencia, de cuando tenemos un amigo que se convirtió en otra persona y no en la que era cuando decidimos incorporarlo a nuestra vida; que pudiéramos aprender a detener las cosas en el momento adecuado, creo que nos evitaríamos mucho dolor.
Veo gente que se niega a soltar su relación de pareja por ejemplo, a pesar de que está hace ratos se largo, sin embargo nos prometimos que “sería para toda la vida”, pero y si esos meses o años que duro eran precisamente “toda la vida” y si ya cumplió su ciclo, por qué no dejarlo ir. Otros que se acostumbran a la tristeza, como si fuera un vicio, llegando al punto de no ser capaces de recordar cómo era antes, cuando también eran capaces de experimentar sentimientos positivos. Veo persona aferradas a sus matrimonios, a pesar de estar exponiéndose a situaciones sumamente dañinas para todos los involucrados, en muchos casos tratando de avalar sus decisiones en que “no quieren que sus hijos sufran las consecuencias de un divorcio”, como si fueran peor las consecuencias de un divorcio bien llevado a las de un matrimonio mal llevado.
Pienso que todos deberíamos aprender a poner STOP y procurarnos finales felices, tratando de no caer en la malísima practica de resumir todo el tiempo que compartimos con alguien o que tuvimos algo, al momento en que se termino. ¡No es justo! El hecho de que haya terminado, de que haya concluido su ciclo, no quiere decir que debemos dejar a de estar agradecidos por todo el tiempo que formo parte de mi vida, por todas la cosas buenas que me dio o en las que estuvo presente, por haber sido quién fue y haberlo compartido por nosotros, porque de que ya no está estuvo un montón de tiempo que es lo que permitió que se convirtiera en algo o alguien importante.
Así que de ahora en adelante, cuidado con andar incluyendo el “para toda la vida” en sus promesas, que lo pueden demandar por publicidad engañosa.