Viernes, 30 de mayo de 2014
davidsalinasterapeuta
Psicología
Psicología
"La persona más influenciable con la que hablarás todo el día eres tú mismo. Ten cuidado entonces acerca de lo que te dices a ti mismo". Zig Ziglar.
Es cierto. Nos pasamos buena parte del día hablándonos. Y la mayoría de las veces, no somos conscientes del poder de influencia que posee nuestro discurso interior.
Poder de doble filo. Ya que el impacto sobre nuestro equilibrio emocional será muy diferente dependiendo del contenido del discurso y de si éste es positivo o negativo.
Al respecto,
la capacidad de autosabotearnos es como Einstein
decía que eran el Universo y la estupidez humana:
INFINITAS.
Nos machacamos. Nos solemos machacar. Sí, tú también, sí tú, que ahora estás negando con la cabeza y diciendo: "¿yooo? pero si yo soy súper positiva/o y me quiero muchísimo a mí misma/o". Te machacas. Y lo haces porque al igual que yo y el resto de lectores, has crecido en un mundo en el que:
A) Se nos induce a ser altamente competitivos, y en cuanto nos superan en algo: "¡Aaaagh, soy lo peor!".
B) Se nos induce a ser altamente auto exigentes, porque el medio lo es, más que en ninguna otra época. Hoy hay que saber mucho de todo (idiomas, ofimática, móviles, redes sociales, montar muebles suecos...) y antes con saber mucho de una cosa en particular, era suficiente. Es consecuencia de la globalización, la era 2.0, la generación whatsapp; y en cuanto fallamos en algo: "¡Aaaagh, soy lo peor!". Eso, y: "¡Malditos suecos!".
C) Se nos ha enseñado a hacer ecuaciones, qué es la fotosíntesis y cuáles eran los célebres autores que formaban la generación del 27, pero muy poco o casi nada sobre Inteligencia Emocional, gestión de pensamientos o el desarrollo de habilidades sociales tales como la empatía.
Por eso no es raro caer en la continua trampa del autosabotaje. Por eso,
el mundo está lleno de personas que se odian a sí mismas
por errores poco trascendentes
y que no importan en absoluto a la gente que las quiere.
Y por eso es importante que empecemos, cada uno de nosotros, a querernos más. Y crear un mantra positivo puede ayudarnos mucho en ello. El poder de la palabra es inmenso. Y eso es el mantra: sonidos, sílabas, palabras o grupos de palabras que poseen un tremendo poder psicológico.
El mantra es una palabra sánscrita, la antigua lengua de la India, muy relacionada con el hinduismo y el budismo. Pero eso no quiere decir que nos tengamos que volver espirituales o religiosos para empezar a diseñar nuestro mantra. Sólo tener la actitud de querer cuidar lo que nos decimos a nosotros mismos.
Porque lo que nos digamos a nosotros mismos va a tener una especial relevancia en la forma en la que nos sintamos con nosotros mismos.
Así que te propongo que, ¡ya!, construyas tu propio mantra personalizado:
1. Házte con unos posits, mejor si son de colores, y escribe tus palabras y frases. Las que tú quieras. Pueden ser tan sencillas como "¡Muy bien!" o más elaboradas, como: "Eres una persona única, irrepetible, valiosa". Son sólo dos ejemplos, ¡échale imaginación!
2. Coloca los posits en un lugar en el que pases muchas horas a lo largo del día, como tu trabajo o tu habitación, o si lo prefieres en el espejo del cuarto de baño para que lo primero que veas al despertarte, además de tu linda cara, sean estas frases motivadoras.
3. Apréndetelas y adquiere, con tiempo y paciencia, el hábito de usarlas. Lánzate piropos, felicítate, date la enhorabuena, aunque sea por una cosa banal, aunque sea por haber terminado de montar ¡ese maldito mueble sueco de los mil demonios!
El discurso interior existe lo queramos o no. Si somos conscientes de ello lo podremos transformar y aprovecharlo para mejorar la gestión de nuestro bienestar. No se trata de ver la vida de color de rosa. Se trata de aprender a valorar todo que hacemos bien. Porque... Puede que no seas la/el mejor, pero te aseguro que sólo por haber llegado hasta aquí, ya me caes bien. Bien no, ¡muy bien!
Es cierto. Nos pasamos buena parte del día hablándonos. Y la mayoría de las veces, no somos conscientes del poder de influencia que posee nuestro discurso interior.
Poder de doble filo. Ya que el impacto sobre nuestro equilibrio emocional será muy diferente dependiendo del contenido del discurso y de si éste es positivo o negativo.
Al respecto,
la capacidad de autosabotearnos es como Einstein
decía que eran el Universo y la estupidez humana:
INFINITAS.
Nos machacamos. Nos solemos machacar. Sí, tú también, sí tú, que ahora estás negando con la cabeza y diciendo: "¿yooo? pero si yo soy súper positiva/o y me quiero muchísimo a mí misma/o". Te machacas. Y lo haces porque al igual que yo y el resto de lectores, has crecido en un mundo en el que:
A) Se nos induce a ser altamente competitivos, y en cuanto nos superan en algo: "¡Aaaagh, soy lo peor!".
B) Se nos induce a ser altamente auto exigentes, porque el medio lo es, más que en ninguna otra época. Hoy hay que saber mucho de todo (idiomas, ofimática, móviles, redes sociales, montar muebles suecos...) y antes con saber mucho de una cosa en particular, era suficiente. Es consecuencia de la globalización, la era 2.0, la generación whatsapp; y en cuanto fallamos en algo: "¡Aaaagh, soy lo peor!". Eso, y: "¡Malditos suecos!".
C) Se nos ha enseñado a hacer ecuaciones, qué es la fotosíntesis y cuáles eran los célebres autores que formaban la generación del 27, pero muy poco o casi nada sobre Inteligencia Emocional, gestión de pensamientos o el desarrollo de habilidades sociales tales como la empatía.
Por eso no es raro caer en la continua trampa del autosabotaje. Por eso,
el mundo está lleno de personas que se odian a sí mismas
por errores poco trascendentes
y que no importan en absoluto a la gente que las quiere.
Y por eso es importante que empecemos, cada uno de nosotros, a querernos más. Y crear un mantra positivo puede ayudarnos mucho en ello. El poder de la palabra es inmenso. Y eso es el mantra: sonidos, sílabas, palabras o grupos de palabras que poseen un tremendo poder psicológico.
El mantra es una palabra sánscrita, la antigua lengua de la India, muy relacionada con el hinduismo y el budismo. Pero eso no quiere decir que nos tengamos que volver espirituales o religiosos para empezar a diseñar nuestro mantra. Sólo tener la actitud de querer cuidar lo que nos decimos a nosotros mismos.
Porque lo que nos digamos a nosotros mismos va a tener una especial relevancia en la forma en la que nos sintamos con nosotros mismos.
Así que te propongo que, ¡ya!, construyas tu propio mantra personalizado:
1. Házte con unos posits, mejor si son de colores, y escribe tus palabras y frases. Las que tú quieras. Pueden ser tan sencillas como "¡Muy bien!" o más elaboradas, como: "Eres una persona única, irrepetible, valiosa". Son sólo dos ejemplos, ¡échale imaginación!
2. Coloca los posits en un lugar en el que pases muchas horas a lo largo del día, como tu trabajo o tu habitación, o si lo prefieres en el espejo del cuarto de baño para que lo primero que veas al despertarte, además de tu linda cara, sean estas frases motivadoras.
3. Apréndetelas y adquiere, con tiempo y paciencia, el hábito de usarlas. Lánzate piropos, felicítate, date la enhorabuena, aunque sea por una cosa banal, aunque sea por haber terminado de montar ¡ese maldito mueble sueco de los mil demonios!
El discurso interior existe lo queramos o no. Si somos conscientes de ello lo podremos transformar y aprovecharlo para mejorar la gestión de nuestro bienestar. No se trata de ver la vida de color de rosa. Se trata de aprender a valorar todo que hacemos bien. Porque... Puede que no seas la/el mejor, pero te aseguro que sólo por haber llegado hasta aquí, ya me caes bien. Bien no, ¡muy bien!