Psicología
Si imaginamos nuestra mente como una habitación oscura, la conciencia es una zona relativamente pequeña que está iluminada por un potente foco mientras que el resto, el inconsciente, permanece en la sombra.
Mediante los sentidos recibimos una gran cantidad de información. Parte de ésta queda en el centro de la habitación iluminada por el foco: es consciente.
Sin embargo el resto de la información es almacenada sin que sepamos que la hemos recibido.
Cuando hablamos con otra persona la miramos a la cara y al mismo tiempo nuestros ojos pueden registrar que lleva un collar, pero como estamos tan absortos en lo que nos dice, no nos damos cuenta de éste. A menudo no somos conscientes del color de ojos de nuestro jefe, a pesar de haberlos visto cientos de veces. Pero aunque no sepamos el color de sus ojos , en nuestro inconsciente esa información sí está grabada. Tal y como dijo Carl Jung, es el material que procesa nuestra mente cuando trabaja en modo intuitivo.
En el inconsciente no sólo guardamos información que nos llega del mundo externo, sino también información de nuestro interior. Las emociones son inconscientes, por eso a veces ocurre que nos sentimos de malhumor, tristes o ansiosos sin darnos cuenta o sin saber por qué.
Si ocurre algo que nos enfada mucho, es probable que pasemos todo el día irritables y que respondamos bruscamente a nuestros más ellegados. Sin embargo, hasta que alguien no nos lo haga saber, no tomaremos conciencia de que estamos bajo esa emoción.
El primer paso para desarrollar una buena inteligencia emocional radica en conocer nuestras emociones que están en nuestro inconsciente para canalizarlas y conocernos a nosotros mismos
Las drogas blandas como la marihuana, el alcohol o los psicofármacos, como los ansiolíticos, se han puesto muy de moda para tranquilizar a las personas que sienten esas emociones que no conocen.
Las emociones las sentimos en el cuerpo: dolor de estómago y/o opresión en el pecho cuando estamos nerviosos, cansancio cuando estamos tristes, etc. Estas fluctuaciones de ánimo hacen que sea muy difícil de harmonizar nuestro estado de ánimo. Lo que consiguen los tranquilizantes u otras drogas es reducir nuestra sensibilidad frente al bombardeo de estímulos perturbadores, es decir, las emociones siguen estando presentes pero las drogas o psicofármacos acotan parte de nuestras respuestas automáticas (latidos rápidos del corazón cuando nos sentimos ansiosos, por ejemplo; o pensamientos negativos u angustiantes debido a la ansiedad cognitiva) de ahí que no nos afecten tanto las situaciones externas desagradables.
Es cierto que en ocasiones estas sustancias pueden ayudar a personas que por su nivel de descontrol emocional tienen dificultades para responder racionalmente. Sin embargo debemos saber que en nuestro organismo disponemos de medios suficientes para conseguir resultados similares o incluso mejores.
Los hábitos que adquirimos a lo largo de los años nunca se revisan, pues son espontáneos, automáticos, ni siquiera somos conscientes y no nos detenemos a pensar si són útiles o no.
Nos enfadamos con nosotros mismos o con otras personas porque nos obligamos o prohibimos cosas cuando en realidad no hay ninguna necesidad de hacerlo. Si nos formulamos las obligaciones incorrectamente, decidimos mal y luego nos vemos presos de esas determinacones que hemos tomado más por hábito que por reflexión. Realizamos razonamientos unidos a un sentimiento de responsabilidad que finalmente nos priva de algo bueno que queremos para nosotros:
"quiero tomarme un descanso este sábado pero tengo que limpiar el piso"
Podemos decidir de forma reflexiva y no como hábito qué hacer. O incluso hacer un pacto con nosotros para descansar y limpiar al día siguiente.
El lenguaje que utilizamos está lleno de trampas de este tipo y como son tan automáticos, nos empujan a hacer cosas que realmente no queremos hacer en ese momento. Así es como las personas emiezan a sentirse frustradas y/o disgustadas sin saber cuál es el motivo.
No vivas en piloto automático, vive la vida conscientemente.