Psicología
Cuando hablamos de duelo, lo más común es asumir que se sufre por la pérdida de alguien que ha muerto o, incluso, por una ruptura afectiva. Pero las oportunidades que nos da la vida para elaborar las pérdidas son mucho más variadas de lo que imaginamos.
Uno de los duelos de los que poco se habla tiene que ver con el estatus, es decir, con la posición social y económica a la que pertenece una persona. Como sabemos, la experiencia de vida es como un carrusel en el que se nos da y se nos quita, algunas veces sin darnos tiempo para prepararnos.
Sin embargo, aún en medio del desconcierto, comprender cómo nos afecta un cambio temporal o definitivo es un primer paso para recuperar lo que se ha perdido por el camino, llámese alegría, satisfacción, autoestima, salud física, etc.
Veamos algunos casos en los que se puede vivir un duelo por estatus:
Duelo por Estatus relacionado con la Inmigración
Es el ejemplo más típico, posiblemente gracias a los estudios que demuestran que, al emigrar, se vive una serie de duelos relacionados con el cambio (Ver: Inmigración y Salud Psicosocial). Imaginemos una persona que está bien adaptada en su contexto social, donde se le conoce, se le respeta, donde tiene un lugar y donde sobran las preguntas más básicas. De un momento a otro, por el motivo que sea, se encuentra en otro espacio donde hay que empezar de cero. Significa que pasará tiempo antes de sentirse igual —o al menos parecida—. Ha perdido estatus social y tiene que empezar a escalar de nuevo para hacerse un hueco en el nuevo lugar.
Duelo por Estatus relacionado con la Edad
A diferencia de la experiencia migratoria, cumplir años es algo por lo que hay que pasar, queramos o no. Y a medida que pasa el tiempo, nos vamos encontrando con pérdidas a veces incomprensibles y ganancias a veces invisibles. Me llegan a la mente miles de ejemplos, imposibles de reflejar en un corto artículo, así que hay que elegir. Imaginemos pues, la situación de la persona que ha logrado un estatus profesional y que, cuando está en la cumbre, se le sustituye por alguien más joven “por motivos de política empresarial”. O pensemos en aquellos espacios sociales en los que ser joven, tener un cuerpo 10 o la piel lisa y tersa es un valor y tanto el reconocimiento como las oportunidades giran alrededor de esas cualidades. El tiempo y su inercia ablanda las carnes, ensancha las caderas, blanquea el cabello. Cuando esto sucede —inevitablemente—, quienes han basado su vida en la juventud lo pueden pasar francamente mal.
Duelo por Estatus relacionado con el Estado Civil
Aún falta mucho camino por recorrer en cuanto al respeto por la diversidad en las vidas afectivas. Hoy día, especialmente para las mujeres –y en algunas sociedades también para los hombres–, siguen abriéndose algunas puertas de par en par, sólo por la condición de “casada”. La condición de “feliz” o “infeliz” no parece tan importante, o al menos nadie pregunta sobre esto, por ejemplo a la hora de pedir un crédito en el banco. Es entonces cuando nos encontramos con mujeres —en su mayoría—, enfrentadas a un duelo por estatus en relación con su estado civil, cuando se ha roto la pareja. Ya sea en los espacios más privados o en los más impersonales, la persona que ha perdido el estatus de “casada” debe enfrentarse con cambios en su posición social, que le suponen una pérdida casi siempre injustificada. (Ver también: Y ahora… ¿Quién te va a querer?)
Duelo por Estatus relacionado con el Dinero y la Posición Laboral
Hacerse mayor ya no es la única condición que amenaza con una pérdida relacionada con el estatus laboral. También sucede cuando se pierde el trabajo por recortes, quiebras o políticas de nula protección social. Cuando, por ejemplo, se tienen 40 o 50 años y se han agotado los recursos sin percibir ganancias, el estilo de vida cambia absolutamente, obligando a la persona y a su familia a ajustarse a los nuevos tiempos. Obviamente, no es lo mismo contar con un sueldo que con nada y tampoco es lo mismo levantarse por la mañana sabiendo que le esperan 4 u 8 horas de trabajo, guste o no, que despertar sin saber cómo se va a pasar ese día o a donde más acudir para cambiar la situación. El desempleo, junto con otros factores, conlleva un duelo por el estatus social que se tenía como persona trabajadora, proveedora y con algo —mucho o poco— de poder adquisitivo.
No todos los duelos por estatus son trágicos. A veces incluso parecen inofensivos. También hay quienes los gestionan de manera saludable, dándose tiempo para recomponer su nuevo estado dejando ir lo que ya no está y dando paso a la creación de nuevas formas de vida. A veces, resulta menos fácil y causan uno que otro quebradero de cabeza, interfiriendo en la salud, en el estado de ánimo o en las relaciones.
Por lo visto, el estatus es efímero y difícilmente se puede mantener el equilibrio cuando se usa como pilar. A veces se pierde por motivos coyunturales, por injusticias sociales o por reveses inexplicables. Otras veces decae por el curso de la naturaleza, a la que con tanta negligencia insistimos en ignorar. Pero siempre se pueden prevenir complicaciones innecesarias aportando tiempo, consciencia y expresión y ganando la condición más alta de cualquier persona: la de estar viva. realmente viva…