Lunes, 23 de enero de 2017
Salud elemental
- Tarragona, (España)
Psicología
Psicología
Todo cambio, incluido el cambio terapéutico, tiende a evolucionar de una forma NO lineal.
Es bien sabido que el cambio suele progresar en forma de espiral, con retrocesos, avances, más retrocesos y más avances. Y ello depende en gran medida de la capacidad que tiene la persona de aprender de los que erraron primero. La persona que, como popularmente se dice, suele “aprender a base de golpes” es la que tendrá más dificultades a la hora de lograr la esperada y muchas veces fantaseada linealidad.
A veces el/la psicólog@ es esa vocecilla que recuerda qué hicieron otros que presentaban problemas similares a los del paciente para lograr no caerse y para levantarse más rápido y que ayuda a valorar qué situaciones son las que implican una mayor probabilidad de retorno a antiguos y conocidos patrones, teniendo en cuenta las características concretas del caso. Para ello hace uso tanto de su experiencia profesional personal con otros pacientes, como de la extensa bibliografía científica publicada sobre el tema.
El cambio psicológico implica salir de la zona de confort, dejar de utilizar estrategias que, a pesar de generar inconvenientes en la vida de la persona, le han ayudado también, hasta el momento de acudir a terapia, a sobrevivir en cierta forma. Lo habitual es que, mientras la persona no ha automatizado estrategias alternativas, meta la pata, se caiga, tenga que volver a levantarse,… pues está aprendiendo a comportarse de una forma diferente a como lo había estado haciendo hasta ahora.
Es esperable pues que este proceso genere miedo en el paciente y que, por tanto, esté tentado a resistirse y a retroceder a los patrones de funcionamiento previos que le son más familiares, ya que lo familiar hace que todos nos sintamos cómodos.
En ocasiones, la disonancia es tan fuerte que incluso la persona llega a autoengañarse, minimizando la importancia de los síntomas o del cambio, devaluando la terapia o negando la propia capacidad de cambio. Estos autoengaños pueden generar que los síntomas reaparezcan de una forma aún más intensa. Por ejemplo, el/la paciente bulímic@ puede verse realizando un atracón caracterizado por un volumen de ingesta alimentaria aún mucho mayor del que estaba acostumbrad@. Pero, en el momento que la persona toma la decisión de cambiar, por muchos retrocesos que realice y por muy intensos que estos le resulten, ya nunca volverá al punto inicial desde el que partía. Por lo tanto, cada vez que se levante, el camino que le quedará por recorrer será SIEMPRE menor.
Viendo las recaídas como una oportunidad de aprendizaje, de ensayo y error, manteniendo la disposición al cambio y practicando las nuevas conductas con perseverancia, es como se alcanza el éxito personal.
Prochaska y Diclemente elaboraron el modelo que hoy en día tiene una mayor aceptación sobre las etapas del cambio en los procesos adictivos. Estos resultados han acabado extrapolándose al resto de procesos de cambio:
Existe la creencia popular de que la terapia funciona como un calmante y que la persona sale siempre de consulta aliviada por el hecho de haber descargado y de haberse sentido cuidada. Si bien es cierto que la tarea de cuidado es una de las más importantes que ejerce el/la psicólog@, el hecho de tener que enfrentarse a los propios fantasmas, a la propia sombra, puede resultar muchas veces también doloroso. Si la persona aún no sabe muy bien cómo gestionar ese dolor, es habitual que repercuta temporalmente en alguno de los contextos en los que se relaciona. Un/a alcohólic@ puede, por ejemplo, enfadarse mucho cuando conecta con el hecho de que bebía cuando se sentía ignorad@ por sus seres queridos. El recuperar una posición dentro de la jerarquía familiar no va a serle sencillo al inicio, porque tanto él/ella como los demás han estado habituados durante puede que muchos años a su posición periférica. Este intento de hacerse ver de nuevo puede llevarle a alguna confrontación mientras aún no ha aprendido de forma suficiente estrategias asertivas a través de las cuales poder comunicar sus derechos y necesidades. Además, el enfado puede potenciarse ante la frustración que le produce la resistencia inicial y también normal de cambio por parte de los otros miembros de la familia.
Por todo lo dicho no podemos otra que afirmar que nuestros pacientes son unos verdaderos valientes y nosotr@s un@s afortunad@s por poder acompañarles en este complejo pero hermoso proceso llamado psicoterapia.
Es bien sabido que el cambio suele progresar en forma de espiral, con retrocesos, avances, más retrocesos y más avances. Y ello depende en gran medida de la capacidad que tiene la persona de aprender de los que erraron primero. La persona que, como popularmente se dice, suele “aprender a base de golpes” es la que tendrá más dificultades a la hora de lograr la esperada y muchas veces fantaseada linealidad.
A veces el/la psicólog@ es esa vocecilla que recuerda qué hicieron otros que presentaban problemas similares a los del paciente para lograr no caerse y para levantarse más rápido y que ayuda a valorar qué situaciones son las que implican una mayor probabilidad de retorno a antiguos y conocidos patrones, teniendo en cuenta las características concretas del caso. Para ello hace uso tanto de su experiencia profesional personal con otros pacientes, como de la extensa bibliografía científica publicada sobre el tema.
El cambio psicológico implica salir de la zona de confort, dejar de utilizar estrategias que, a pesar de generar inconvenientes en la vida de la persona, le han ayudado también, hasta el momento de acudir a terapia, a sobrevivir en cierta forma. Lo habitual es que, mientras la persona no ha automatizado estrategias alternativas, meta la pata, se caiga, tenga que volver a levantarse,… pues está aprendiendo a comportarse de una forma diferente a como lo había estado haciendo hasta ahora.
Es esperable pues que este proceso genere miedo en el paciente y que, por tanto, esté tentado a resistirse y a retroceder a los patrones de funcionamiento previos que le son más familiares, ya que lo familiar hace que todos nos sintamos cómodos.
En ocasiones, la disonancia es tan fuerte que incluso la persona llega a autoengañarse, minimizando la importancia de los síntomas o del cambio, devaluando la terapia o negando la propia capacidad de cambio. Estos autoengaños pueden generar que los síntomas reaparezcan de una forma aún más intensa. Por ejemplo, el/la paciente bulímic@ puede verse realizando un atracón caracterizado por un volumen de ingesta alimentaria aún mucho mayor del que estaba acostumbrad@. Pero, en el momento que la persona toma la decisión de cambiar, por muchos retrocesos que realice y por muy intensos que estos le resulten, ya nunca volverá al punto inicial desde el que partía. Por lo tanto, cada vez que se levante, el camino que le quedará por recorrer será SIEMPRE menor.
Viendo las recaídas como una oportunidad de aprendizaje, de ensayo y error, manteniendo la disposición al cambio y practicando las nuevas conductas con perseverancia, es como se alcanza el éxito personal.
Prochaska y Diclemente elaboraron el modelo que hoy en día tiene una mayor aceptación sobre las etapas del cambio en los procesos adictivos. Estos resultados han acabado extrapolándose al resto de procesos de cambio:
Existe la creencia popular de que la terapia funciona como un calmante y que la persona sale siempre de consulta aliviada por el hecho de haber descargado y de haberse sentido cuidada. Si bien es cierto que la tarea de cuidado es una de las más importantes que ejerce el/la psicólog@, el hecho de tener que enfrentarse a los propios fantasmas, a la propia sombra, puede resultar muchas veces también doloroso. Si la persona aún no sabe muy bien cómo gestionar ese dolor, es habitual que repercuta temporalmente en alguno de los contextos en los que se relaciona. Un/a alcohólic@ puede, por ejemplo, enfadarse mucho cuando conecta con el hecho de que bebía cuando se sentía ignorad@ por sus seres queridos. El recuperar una posición dentro de la jerarquía familiar no va a serle sencillo al inicio, porque tanto él/ella como los demás han estado habituados durante puede que muchos años a su posición periférica. Este intento de hacerse ver de nuevo puede llevarle a alguna confrontación mientras aún no ha aprendido de forma suficiente estrategias asertivas a través de las cuales poder comunicar sus derechos y necesidades. Además, el enfado puede potenciarse ante la frustración que le produce la resistencia inicial y también normal de cambio por parte de los otros miembros de la familia.
Por todo lo dicho no podemos otra que afirmar que nuestros pacientes son unos verdaderos valientes y nosotr@s un@s afortunad@s por poder acompañarles en este complejo pero hermoso proceso llamado psicoterapia.