Martes, 12 de julio de 2016
Ángulo- Psicoterapia y Tanatología
- Cuernavaca, (México)
Psicología
En su obra “La República”, Platón cuenta la historia de Er, el armenio, que después de morir en batalla, observa todo lo que pasa en el otro lado, después de la muerte y antes de la vida. Los dioses permiten que Er observe todo y que, entonces, regrese al mundo de los vivos para contarles lo que vio.
El armenio cuenta que al salir del cuerpo, su alma, hace un camino junto con muchas otras y llega a un lugar donde hay cuatro aperturas, dos en el cielo y dos en la tierra, destinadas a la entrada y salida de almas. Controlando las entradas y salidas estaban sentados los jueces que envían los justos para el cielo y los injustos para la tierra. Después de vivir las consecuencias, sean buenas o malas, de los actos que practicaran durante la vida, las almas iban a un prado, donde descasaban por siete días. De ahí eran dirigidas hacia la diosa Necesidad, que tenía en su falda el huso en que sus hijas, las Parcas o Moiras, tejían el hilo de la vida. Eran tres las hijas de Necesidad: Laquesis, el pasado; Cloto, el presente; y Átropos, el futuro.
Al llegar allí, las almas se dirigían a Laquesis y recibían las instrucciones del profeta que decía que cada un debería con cuidado elegir una vida a la cual se quedará vinculado por la necesidad, y debería elegir también un genio, para guardar su vida y hacer cumplir lo que fue acordado en ese momento. El profeta destaca que la virtud no tiene dueño, sino más bien pertenecerá a todos, conforme la honra o deshonra, o sea, tendrá más virtud quien es más virtuoso, no siendo eso un regalo de los dioses, sino una actitud del hombre. El profeta enfatiza también que la responsabilidad por la vida elegida no es de los dioses, pero sí de quien la elige, de los hombres. Así, después de la elección y ratificación de la misma, las almas eran encaminadas hacia la Planicie del Letes (palabra griega que significa olvido) y todas eran forzadas a beber un poco del agua del Rio Ameles, y cuanto más agua de ese rio bebieran las almas, menos memorias de ese “contrato” llevarían para la vida.
El mito de Er trae varias cuestiones que, llevadas adelante, se vuelven una cadena sin fin. ¿Será que hay un destino sellado antes de nacer?, ¿Será que todas las decisiones que tomamos durante la vida son ilusiones, ya que todo está determinado de antemano?, ¿Qué es destino?, ¿Qué es libre arbitrio?, ¿Cuáles son sus límites?, ¿Será que la elección de la vida que deseamos vivir es realizada una única vez, o será ella realizada a cada momento de la vida?, ¿Qué es vocación?, ¿Será que nos acompaña un daimon, un genio con la misión de garantizar el cumplimento de nuestro destino?, ¿Qué es el daimon?, ¿Sería él parte de nosotros, de nuestra psique, o estaría actuando exteriormente, como una fuerza mayor, independiente de nosotros?, ¿Existe una realidad independiente de nosotros?
Decía Heráclito: “Carácter es destino”. Hoy, la física cuántica demuestra que a cada momento los pensamientos definen la realidad de cada persona, que adentro de una infinitud de posibilidades las personas suelen elegir casi siempre la misma y de manera automática, inconsciente.
En este sentido, el presente trabajo trae la discusión de que tanto la personalidad define el destino o si el destino es quien va definiendo la personalidad. Y, en ese contexto, qué sería el daimon.
Cuenta la leyenda que, después de haber creado el hombre, los dioses entraron en una discusión respecto a donde esconder las respuestas para las cuestiones de la vida, para que los hombres no tuviesen otra opción que procurarlas.
- Podemos esconderlas en la cumbre de una montaña. Ellos nunca van a buscar allá. – dije un dios.
- No – dijeron los otros – Ellos las encontrarán pronto.
- Podemos ocultarlas en el centro de la Tierra. Ellos nunca van a buscar allá.
- No – contestaron los demás – Ellos pronto las encontrarán.
Todos se callaran… Después de algún tiempo otro dios sugirió:
- Debemos colocar las respuestas a las cuestiones de la vida dentro de los hombres. Ellos nunca van a buscar allí.
Y así hicieron.
(Von Franz, 1997)
Según la teoría de Jung (citado en Jacoby, 2002), sobre el proceso de individuación, la personalidad se desarrolla en el sentido de tornarse aquello que ya es en potencial. Tal idea presupone la armonización del consciente, de la actitud consciente, con el centro interior del individuo, el Self, a fin de que se realice la totalidad que lo constituye. En ese sentido, el Self es una personalidad ya existente y completa que tiende a realizarse en el curso de la vida. En realidad, Jung llega a afirmar que ese potencial se va a consumar de cualquier manera, inevitablemente.
“En última análisis, toda la vida es la realización de una totalidad, o sea, de un Self, motivo por el cual puede ser llamada de individuación. Toda la vida está ligada a portadores individuales que realizan y es simplemente inconcebible sin ellos. Pero cada uno de esos portadores está encargado de un destino y de una destinación individuales y solamente la realización de ese destino hace sentido en la vida” (Jung, 1944, citado en Jacoby, 2002:102, portugués en el original).
Así es posible hablar de vocación, destino, carácter o de una imagen innata “que sostiene que cada persona tiene una singularidad que pide para ser vivida y que ya está presente antes de poder ser vivida” (Hillman, 2001:16).
En la psicología junguiana, el Self, como potencial de la personalidad y también como totalidad de la psique, utiliza algunas herramientas para “guiar” el Yo hacia la realización de esa verdad, entre las cuales se encuentran los sueños, los síntomas, las sincronicidades. Jung se refiere al daimon como una fuerza externa, originaria de la Providencia Divina, pero si Dios es tomado en un sentido junguiano, se está remitiendo nuevamente al arquetipo del Self, de la totalidad, y si el daimon es una herramienta del Self, no es externo al individuo, apenas al Yo. En esas condiciones, a pesar de ser una herramienta psíquica y de actuar internamente, el daimon también actúa externamente, a través de coincidencias, sincronicidades, cambios súbitos de planes, fracasos, etc. Así, llegamos al interrogante de lo que es interno y externo. ¿Hasta qué punto los hechos de la vida, aparentemente independientes del sujeto, no son en realidad productos de un deseo más grande e inconsciente, el cual el Yo no controla, pero que asimismo parte del individuo? Entonces ya no existiría destino o fatalidad, sino un camino y una realidad intencional con un sentido y un objetivo previamente establecidos, mismo que inconscientemente. Es decir, sería sí un destino, pero un destino elegido. La vida que el individuo eligió ante Laquesis y que permaneció inconsciente, “olvidada”, debido al agua del Rio Ameles.
Hillman (2001) acuerda que el lote fue una opción, que no se trata de simplemente vivir el destino como algo pre-programado, pues el fado no exime el sujeto de responsabilizarse. Al contrario, los acontecimientos que se presentan durante la vida suscitan el confronto, la reflexión, la capacidad de ser fiel al propio Ser. La personalidad nunca puede desarrollarse, excepto si el individuo opta por su propio destino. Todavía no se trata de un Yo heroico, capaz de construir su propio destino, amalgamado en una racionalidad rígida y narcisista. Entonces, a lo que se refiere Hillman es más bien un patrón arquetípico, mucho mayor que el Yo.
En el Self, se encuentran las “metáforas del alma” en que el Yo debe reconocerse y significar. Esta es la función del reflejo, incumbencia del daimon, colocar el Yo ante sí mismo, cuando se ve reflejado, el sujeto puede ver su alma a fin de dar cuerpo a ella, o sea, salir del mundo de las ideas para ganar vida, materialidad. La intervención del daimon produce el reflejo, pero cabe al individuo la construcción del sentido.
Al desarrollar su pensamiento, Jung abrió nuevos caminos para llegar al alma humana. Bebiendo de diversas fuentes de la Antigüedad fue capaz de percibir cuan actual es la filosofía griega. Como fue dicho, el mito de Er, cuenta una versión sobre el destino de las almas. Pero, ¿cómo cumplirlo, si es necesario beber del agua del olvido? Es más, ¿si el alma ya eligió su vida, su destino, hay todavía alguna decisión a ser tomada? Y si caben tales decisiones, ¿estarían ellas predeterminadas por el destino?
Por un lado, es posible pensar en un fatalismo, en el cual todo está determinado y solo resta cumplir con la suerte. En el cual no hay espacio para cuestionamientos, donde Dios es responsable por todos los acontecimientos de la vida. El hombre, en esas condiciones, estaría exento de culpa y de poder. Por otro lado, existe la posibilidad de elecciones, según la cual el alma debe elegir su destino, pero para cumplir con ello, es preciso estar consciente y realizarlo con responsabilidad.
El Mito de Er muestra que la elección del destino no remite al fatalismo: “No es un genio que les elijará, pero ustedes elijarán el genio. (…) La responsabilidad es de quien elije. El dios es exento de culpa” (Platón, 2001:490). Jung (2002:§296) dice que “la personalidad jamás podrá desarrollarse si la persona no elegir su propio camino, de manera consciente y por una decisión consciente y moral”.
La única manera de salir de la acomodación de la postura determinista es a través de la reflexión y comprensión de cómo los acontecimientos se encajan. Hillman analiza esa cuestión enfatizando la idea de telos, que “valora lo que pasa, considerando que cada acontecimiento tiene un propósito. Todo pasa por un determinado fin” (Hillman, 2001:217). Y sigue: “La sabiduría del timonel se manifiesta en el arte de hacer pequeños ajustes de acuerdo con los accidentes del agua, del viento y del peso. El daimon enseña esa sabiduría a través de evaluaciones constantes de hechos que parecen sacar uno de la dirección. Eso también es filosofía: el gusto por hacer pequeñas correcciones, pequeñas integraciones de lo que parece no encajar”(HILLMAN, 2001, P.221).
Jung (1998) describe la psique como un sistema que se auto-regula y fluctúa entre opuestos. Según el autor la polaridad es el principio básico para pensar la psique. A través de esa dialéctica se percibe la dinámica de la psique. La búsqueda de un centro integrador – el Self – impulsa a zambullidas constantes en el inconsciente, intentando tal vez retornar al Letes (antes del olvido de la imagen original del individuo) para acordarse de las potencialidades y actualizarlas durante la vida. Esa consciencia mayor ofrece la libertad necesaria para cumplir con el destino, pues “apenas puede tornarse personalidad quien es capaz de decir un ‘si’ consciente al poder de la destinación interior que se presenta, quien sucumbe ante ella se queda entregue al desenrollar ciego de los acontecimientos y es aniquilado” (Jung, 2002:§308).
Las elecciones que uno hace, definidas por sus “necesidades”, tienen como finalidad el conocimiento del destino y el desarrollo de la personalidad. Sin necesidad, nada cambia o mueve. Todo permanece inerte, incluso la personalidad (Jung, 2002:§293). Es interesante pensar que el hombre es llamado a conocerse a partir de los necesarios e incomprensibles designios del destino. Es lo que Jung llama designación, pues “quien tiene designación (Bestimmung) escucha la voz (Stimme) de su íntimo y está designado (bestem). Por ello la leyenda atribuye a esa persona un demonio personal, que le aconseja y cuyos encargos debe ejecutar” (Jung, 2002:§300).
Incluso, estar acompañado por el daimon no significa certeza de las elecciones. Como fue dicho en párrafos anteriores, esa voz interna puede funcionar como reflejo del alma, pero jamás va a definir su sentido. Eso es responsabilidad del hombre. La búsqueda por individuación, debe ser encarada como un proceso vívido y dinámico, donde estar consciente es la gran libertad humana. “El vocablo griego demonio (daimon) exprime un poder determinante que viene al encuentro del hombre, de afuera, como el poder de la Providencia y del destino. En ese encuentro, cabe al hombre la decisión ética. Pero el hombre precisa saber respecto a que decide, y saber también qué está haciendo” (Jung, 1988:25).
El concepto de daimon es muy polémico, de modo que muchos estudiosos reflexionaron sobre el tema y mucho fue producido en ese sentido. El principal sentido dado al daimon en el pensamiento griego, de Hesíodo a Platón, fue el de que son seres divinos, buenos o malos, inferiores a los Theos, pero superiores a los hombres, o sea, son intermediarios entre los hombres y los dioses. Pero muchos recusan esa conceptuación, entendiendo el término más como referente a una voz interior de la consciencia, o un “yo interior profundo”. También hay referencias al daimon como la propia psyché, significando el alma que vive después de la muerte.
En la misma dirección, Platón en “La República” se refiere a la posibilidad de, post mortem y mediante aprobación oracular, los hombres de la “linaje oro” ser proclamados daimones – honra que se obtenía excepcionalmente en vida, según Crátilo (cf. id., ibid.: 227). El mismo autor, sin embargo, utiliza la palabra para también referirse a: a) seres objetivos que actúan como entidades punitivas (apud Dodds: 64) [sic]; b) un dios local, en “Las Leyes”; c) el dios Eros, en “Banquete”, como “un daimon [que] tiene la función general de ligar el elemento humano al divino” (id., ibid.: 232); d) la razón humana: “la razón [para Platón] no era un mero juguete de fuerzas ocultas, sino una activa manifestación de la divinidad en el hombre, un daimon por derecho”; y e) el factor causal de la locura amorosa, el cuarto tipo de locura mencionada en “Fedro”, “algo que pasa con el hombre sin que este lo tenga elegido o ni siquiera sepa porque – se trata, por lo tanto de la obra de un formidable daimon” (id., ibid.: 219-220). (Rangel Júnior, 2006: 85)
En el Mito de Er, Laquesis ofrece dos opciones: la vida que llevarán y el daimon. De ese modo, la función del daimon es cuidar esa vida y hacer que se cumpla lo que fue determinado. Como un elemento de naturaleza supra-humana, que cuida para que el “contrato” establecido con las Moiras sea cumplido. Así, es posible entender porque la influencia de ese demonio puede ser entendida tanto como benéfica cuanto maléfica al hombre: es benéfica cuando el sujeto es sincero consigo mismo, o sea, cuando está caminando hacia la realización de su carácter (“Ethos Antropoi Daemon”) y destino. Y es maléfica e inquietante, cuando el hombre desvía o huye de su destino.
El daimon es muchas veces representado por un animal o por una fuerza de la naturaleza, una fuerza que debe ser conocida, sometida, incorporada y puesta al servicio del destino. Hecho que puede ser realizado apenas por los hombres que, en la visión socrática, sean dignos y piadosos, que a través del libre arbitrio sigan por el camino de la realización de su alma. El daimon, en esas condiciones, es responsable por el cumplimento del destino, de la vida, pero no tiene el poder de alterarla o interrumpirla.
Así, la voz que apunta el camino, difiere de la voz del Sí mismo. Conforme afirma Hillman (2001), el daimon no es el Self. Pero, si lo considera como la voz que apunta el camino, es posible entenderlo como un servidor del Self, del proceso de realización del carácter fundamental del ser humano. En ese sentido, estar en equilibrio con el daimon, estar en estado de “Eudaimonia”, es estar caminando hacia la realización del carácter. Negar ese destino, por otro lado, es confrontarse con el guardián.
Entre varios sentidos posibles, el daimon puede ser entendido como lo que comunica el hombre con la divinidad. En un sentido junguiano, tomando lo divino como arquetípico y así, como inconsciente colectivo, el daimon ejercería la función de símbolo que es lo que hace el puente entre lo arquetipo y la conciencia. Y como ese demonio está ligado, en el Mito de Er, más con el destino de uno, está más a servicio del Self que de cualquier otro arquetipo. Como herramienta del Self, el daimon puede actuar tanto internamente como externamente, pues la teoría junguiana defiende que el arquetipo y el inconsciente colectivo son más que ideas, siendo también físicos, materiales. Jung (1984) llama esa propiedad de psicoide. Así, cuando un arquetipo es activado y se prepara para emerger en la consciencia, tienden a producirse fenómenos de sincronicidad, porque la acción del arquetipo se manifiesta dualmente: en el ámbito físico y en el psíquico. Y es aquí que entra el daimon.
Entonces después de todo lo expuesto es posible concluir que el daimon es una herramienta del Self que tiene la función de comunicar al hombre su esencia, con el objetivo final de conducirlo a su destino, que es la realización de su personalidad de una manera íntegra y completa, o sea, el proceso de individuación.
Si el proceso de individuación es el destino, a pesar de ser determinado antes del nacimiento, es siempre una elección del individuo. En ese sentido, la libertad de elección existe siempre que uno es consciente de sus acciones y fiel a su esencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
HILLMAN, James (2001). O Código do Ser. Rio de Janeiro: Objetiva.
JACOBY, M. (2002). Individuation and Narcissism: the psychology of the Self in Jung and Kohut. New York: Routledge.
JUNG. Carl G. (1984). A Natureza da Psique. Obras Completas de C. G. Jung volume VIII/2. Tradução de Pe. Dom Mateus Ramalho Rocha, OSB. Petrópolis: Vozes.
___________ (1988). Aion. Obras completas de C. G. Jung volume IX/II. Trad. de PE. Dom Mateus. Petrópolis: Vozes.
___________ (1998). A dinâmica do inconsciente. 3ª edição. Petrópolis: Vozes.
___________ (2002). O Desenvolvimento da Personalidade. Petrópolis: Vozes.
PLATÃO (2001). A República. Lisboa: Fundação Calouste Gulbekian, 9ª edição.
RANGEL JÚNIOR, Vicente Martins (2006). As artes do daimon: à procura de uma poética perdida. 2006. 412f. Tese (Doutorado em Ciência da Literatura) – Programa de Pós-Graduação em Letras, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro. Disponível em: http://www.ciencialit.letras.ufrj.br/trabalhos/vicentemarins_asartes.pdf
VON FRANZ, M. L. (1997) O Caminho dos Sonhos. São Paulo, Cultrix.
Psicología
- INTRODUCCIÓN:
En su obra “La República”, Platón cuenta la historia de Er, el armenio, que después de morir en batalla, observa todo lo que pasa en el otro lado, después de la muerte y antes de la vida. Los dioses permiten que Er observe todo y que, entonces, regrese al mundo de los vivos para contarles lo que vio.
El armenio cuenta que al salir del cuerpo, su alma, hace un camino junto con muchas otras y llega a un lugar donde hay cuatro aperturas, dos en el cielo y dos en la tierra, destinadas a la entrada y salida de almas. Controlando las entradas y salidas estaban sentados los jueces que envían los justos para el cielo y los injustos para la tierra. Después de vivir las consecuencias, sean buenas o malas, de los actos que practicaran durante la vida, las almas iban a un prado, donde descasaban por siete días. De ahí eran dirigidas hacia la diosa Necesidad, que tenía en su falda el huso en que sus hijas, las Parcas o Moiras, tejían el hilo de la vida. Eran tres las hijas de Necesidad: Laquesis, el pasado; Cloto, el presente; y Átropos, el futuro.
Al llegar allí, las almas se dirigían a Laquesis y recibían las instrucciones del profeta que decía que cada un debería con cuidado elegir una vida a la cual se quedará vinculado por la necesidad, y debería elegir también un genio, para guardar su vida y hacer cumplir lo que fue acordado en ese momento. El profeta destaca que la virtud no tiene dueño, sino más bien pertenecerá a todos, conforme la honra o deshonra, o sea, tendrá más virtud quien es más virtuoso, no siendo eso un regalo de los dioses, sino una actitud del hombre. El profeta enfatiza también que la responsabilidad por la vida elegida no es de los dioses, pero sí de quien la elige, de los hombres. Así, después de la elección y ratificación de la misma, las almas eran encaminadas hacia la Planicie del Letes (palabra griega que significa olvido) y todas eran forzadas a beber un poco del agua del Rio Ameles, y cuanto más agua de ese rio bebieran las almas, menos memorias de ese “contrato” llevarían para la vida.
El mito de Er trae varias cuestiones que, llevadas adelante, se vuelven una cadena sin fin. ¿Será que hay un destino sellado antes de nacer?, ¿Será que todas las decisiones que tomamos durante la vida son ilusiones, ya que todo está determinado de antemano?, ¿Qué es destino?, ¿Qué es libre arbitrio?, ¿Cuáles son sus límites?, ¿Será que la elección de la vida que deseamos vivir es realizada una única vez, o será ella realizada a cada momento de la vida?, ¿Qué es vocación?, ¿Será que nos acompaña un daimon, un genio con la misión de garantizar el cumplimento de nuestro destino?, ¿Qué es el daimon?, ¿Sería él parte de nosotros, de nuestra psique, o estaría actuando exteriormente, como una fuerza mayor, independiente de nosotros?, ¿Existe una realidad independiente de nosotros?
Decía Heráclito: “Carácter es destino”. Hoy, la física cuántica demuestra que a cada momento los pensamientos definen la realidad de cada persona, que adentro de una infinitud de posibilidades las personas suelen elegir casi siempre la misma y de manera automática, inconsciente.
En este sentido, el presente trabajo trae la discusión de que tanto la personalidad define el destino o si el destino es quien va definiendo la personalidad. Y, en ese contexto, qué sería el daimon.
- LA VOCACIÓN PARA LA INDIVIDUACIÓN:
Cuenta la leyenda que, después de haber creado el hombre, los dioses entraron en una discusión respecto a donde esconder las respuestas para las cuestiones de la vida, para que los hombres no tuviesen otra opción que procurarlas.
- Podemos esconderlas en la cumbre de una montaña. Ellos nunca van a buscar allá. – dije un dios.
- No – dijeron los otros – Ellos las encontrarán pronto.
- Podemos ocultarlas en el centro de la Tierra. Ellos nunca van a buscar allá.
- No – contestaron los demás – Ellos pronto las encontrarán.
Todos se callaran… Después de algún tiempo otro dios sugirió:
- Debemos colocar las respuestas a las cuestiones de la vida dentro de los hombres. Ellos nunca van a buscar allí.
Y así hicieron.
(Von Franz, 1997)
Según la teoría de Jung (citado en Jacoby, 2002), sobre el proceso de individuación, la personalidad se desarrolla en el sentido de tornarse aquello que ya es en potencial. Tal idea presupone la armonización del consciente, de la actitud consciente, con el centro interior del individuo, el Self, a fin de que se realice la totalidad que lo constituye. En ese sentido, el Self es una personalidad ya existente y completa que tiende a realizarse en el curso de la vida. En realidad, Jung llega a afirmar que ese potencial se va a consumar de cualquier manera, inevitablemente.
“En última análisis, toda la vida es la realización de una totalidad, o sea, de un Self, motivo por el cual puede ser llamada de individuación. Toda la vida está ligada a portadores individuales que realizan y es simplemente inconcebible sin ellos. Pero cada uno de esos portadores está encargado de un destino y de una destinación individuales y solamente la realización de ese destino hace sentido en la vida” (Jung, 1944, citado en Jacoby, 2002:102, portugués en el original).
Así es posible hablar de vocación, destino, carácter o de una imagen innata “que sostiene que cada persona tiene una singularidad que pide para ser vivida y que ya está presente antes de poder ser vivida” (Hillman, 2001:16).
En la psicología junguiana, el Self, como potencial de la personalidad y también como totalidad de la psique, utiliza algunas herramientas para “guiar” el Yo hacia la realización de esa verdad, entre las cuales se encuentran los sueños, los síntomas, las sincronicidades. Jung se refiere al daimon como una fuerza externa, originaria de la Providencia Divina, pero si Dios es tomado en un sentido junguiano, se está remitiendo nuevamente al arquetipo del Self, de la totalidad, y si el daimon es una herramienta del Self, no es externo al individuo, apenas al Yo. En esas condiciones, a pesar de ser una herramienta psíquica y de actuar internamente, el daimon también actúa externamente, a través de coincidencias, sincronicidades, cambios súbitos de planes, fracasos, etc. Así, llegamos al interrogante de lo que es interno y externo. ¿Hasta qué punto los hechos de la vida, aparentemente independientes del sujeto, no son en realidad productos de un deseo más grande e inconsciente, el cual el Yo no controla, pero que asimismo parte del individuo? Entonces ya no existiría destino o fatalidad, sino un camino y una realidad intencional con un sentido y un objetivo previamente establecidos, mismo que inconscientemente. Es decir, sería sí un destino, pero un destino elegido. La vida que el individuo eligió ante Laquesis y que permaneció inconsciente, “olvidada”, debido al agua del Rio Ameles.
Hillman (2001) acuerda que el lote fue una opción, que no se trata de simplemente vivir el destino como algo pre-programado, pues el fado no exime el sujeto de responsabilizarse. Al contrario, los acontecimientos que se presentan durante la vida suscitan el confronto, la reflexión, la capacidad de ser fiel al propio Ser. La personalidad nunca puede desarrollarse, excepto si el individuo opta por su propio destino. Todavía no se trata de un Yo heroico, capaz de construir su propio destino, amalgamado en una racionalidad rígida y narcisista. Entonces, a lo que se refiere Hillman es más bien un patrón arquetípico, mucho mayor que el Yo.
En el Self, se encuentran las “metáforas del alma” en que el Yo debe reconocerse y significar. Esta es la función del reflejo, incumbencia del daimon, colocar el Yo ante sí mismo, cuando se ve reflejado, el sujeto puede ver su alma a fin de dar cuerpo a ella, o sea, salir del mundo de las ideas para ganar vida, materialidad. La intervención del daimon produce el reflejo, pero cabe al individuo la construcción del sentido.
- DESTINO Y LIBERTAD:
Al desarrollar su pensamiento, Jung abrió nuevos caminos para llegar al alma humana. Bebiendo de diversas fuentes de la Antigüedad fue capaz de percibir cuan actual es la filosofía griega. Como fue dicho, el mito de Er, cuenta una versión sobre el destino de las almas. Pero, ¿cómo cumplirlo, si es necesario beber del agua del olvido? Es más, ¿si el alma ya eligió su vida, su destino, hay todavía alguna decisión a ser tomada? Y si caben tales decisiones, ¿estarían ellas predeterminadas por el destino?
Por un lado, es posible pensar en un fatalismo, en el cual todo está determinado y solo resta cumplir con la suerte. En el cual no hay espacio para cuestionamientos, donde Dios es responsable por todos los acontecimientos de la vida. El hombre, en esas condiciones, estaría exento de culpa y de poder. Por otro lado, existe la posibilidad de elecciones, según la cual el alma debe elegir su destino, pero para cumplir con ello, es preciso estar consciente y realizarlo con responsabilidad.
El Mito de Er muestra que la elección del destino no remite al fatalismo: “No es un genio que les elijará, pero ustedes elijarán el genio. (…) La responsabilidad es de quien elije. El dios es exento de culpa” (Platón, 2001:490). Jung (2002:§296) dice que “la personalidad jamás podrá desarrollarse si la persona no elegir su propio camino, de manera consciente y por una decisión consciente y moral”.
La única manera de salir de la acomodación de la postura determinista es a través de la reflexión y comprensión de cómo los acontecimientos se encajan. Hillman analiza esa cuestión enfatizando la idea de telos, que “valora lo que pasa, considerando que cada acontecimiento tiene un propósito. Todo pasa por un determinado fin” (Hillman, 2001:217). Y sigue: “La sabiduría del timonel se manifiesta en el arte de hacer pequeños ajustes de acuerdo con los accidentes del agua, del viento y del peso. El daimon enseña esa sabiduría a través de evaluaciones constantes de hechos que parecen sacar uno de la dirección. Eso también es filosofía: el gusto por hacer pequeñas correcciones, pequeñas integraciones de lo que parece no encajar”(HILLMAN, 2001, P.221).
Jung (1998) describe la psique como un sistema que se auto-regula y fluctúa entre opuestos. Según el autor la polaridad es el principio básico para pensar la psique. A través de esa dialéctica se percibe la dinámica de la psique. La búsqueda de un centro integrador – el Self – impulsa a zambullidas constantes en el inconsciente, intentando tal vez retornar al Letes (antes del olvido de la imagen original del individuo) para acordarse de las potencialidades y actualizarlas durante la vida. Esa consciencia mayor ofrece la libertad necesaria para cumplir con el destino, pues “apenas puede tornarse personalidad quien es capaz de decir un ‘si’ consciente al poder de la destinación interior que se presenta, quien sucumbe ante ella se queda entregue al desenrollar ciego de los acontecimientos y es aniquilado” (Jung, 2002:§308).
Las elecciones que uno hace, definidas por sus “necesidades”, tienen como finalidad el conocimiento del destino y el desarrollo de la personalidad. Sin necesidad, nada cambia o mueve. Todo permanece inerte, incluso la personalidad (Jung, 2002:§293). Es interesante pensar que el hombre es llamado a conocerse a partir de los necesarios e incomprensibles designios del destino. Es lo que Jung llama designación, pues “quien tiene designación (Bestimmung) escucha la voz (Stimme) de su íntimo y está designado (bestem). Por ello la leyenda atribuye a esa persona un demonio personal, que le aconseja y cuyos encargos debe ejecutar” (Jung, 2002:§300).
Incluso, estar acompañado por el daimon no significa certeza de las elecciones. Como fue dicho en párrafos anteriores, esa voz interna puede funcionar como reflejo del alma, pero jamás va a definir su sentido. Eso es responsabilidad del hombre. La búsqueda por individuación, debe ser encarada como un proceso vívido y dinámico, donde estar consciente es la gran libertad humana. “El vocablo griego demonio (daimon) exprime un poder determinante que viene al encuentro del hombre, de afuera, como el poder de la Providencia y del destino. En ese encuentro, cabe al hombre la decisión ética. Pero el hombre precisa saber respecto a que decide, y saber también qué está haciendo” (Jung, 1988:25).
- DAIMON:
El concepto de daimon es muy polémico, de modo que muchos estudiosos reflexionaron sobre el tema y mucho fue producido en ese sentido. El principal sentido dado al daimon en el pensamiento griego, de Hesíodo a Platón, fue el de que son seres divinos, buenos o malos, inferiores a los Theos, pero superiores a los hombres, o sea, son intermediarios entre los hombres y los dioses. Pero muchos recusan esa conceptuación, entendiendo el término más como referente a una voz interior de la consciencia, o un “yo interior profundo”. También hay referencias al daimon como la propia psyché, significando el alma que vive después de la muerte.
En la misma dirección, Platón en “La República” se refiere a la posibilidad de, post mortem y mediante aprobación oracular, los hombres de la “linaje oro” ser proclamados daimones – honra que se obtenía excepcionalmente en vida, según Crátilo (cf. id., ibid.: 227). El mismo autor, sin embargo, utiliza la palabra para también referirse a: a) seres objetivos que actúan como entidades punitivas (apud Dodds: 64) [sic]; b) un dios local, en “Las Leyes”; c) el dios Eros, en “Banquete”, como “un daimon [que] tiene la función general de ligar el elemento humano al divino” (id., ibid.: 232); d) la razón humana: “la razón [para Platón] no era un mero juguete de fuerzas ocultas, sino una activa manifestación de la divinidad en el hombre, un daimon por derecho”; y e) el factor causal de la locura amorosa, el cuarto tipo de locura mencionada en “Fedro”, “algo que pasa con el hombre sin que este lo tenga elegido o ni siquiera sepa porque – se trata, por lo tanto de la obra de un formidable daimon” (id., ibid.: 219-220). (Rangel Júnior, 2006: 85)
En el Mito de Er, Laquesis ofrece dos opciones: la vida que llevarán y el daimon. De ese modo, la función del daimon es cuidar esa vida y hacer que se cumpla lo que fue determinado. Como un elemento de naturaleza supra-humana, que cuida para que el “contrato” establecido con las Moiras sea cumplido. Así, es posible entender porque la influencia de ese demonio puede ser entendida tanto como benéfica cuanto maléfica al hombre: es benéfica cuando el sujeto es sincero consigo mismo, o sea, cuando está caminando hacia la realización de su carácter (“Ethos Antropoi Daemon”) y destino. Y es maléfica e inquietante, cuando el hombre desvía o huye de su destino.
El daimon es muchas veces representado por un animal o por una fuerza de la naturaleza, una fuerza que debe ser conocida, sometida, incorporada y puesta al servicio del destino. Hecho que puede ser realizado apenas por los hombres que, en la visión socrática, sean dignos y piadosos, que a través del libre arbitrio sigan por el camino de la realización de su alma. El daimon, en esas condiciones, es responsable por el cumplimento del destino, de la vida, pero no tiene el poder de alterarla o interrumpirla.
Así, la voz que apunta el camino, difiere de la voz del Sí mismo. Conforme afirma Hillman (2001), el daimon no es el Self. Pero, si lo considera como la voz que apunta el camino, es posible entenderlo como un servidor del Self, del proceso de realización del carácter fundamental del ser humano. En ese sentido, estar en equilibrio con el daimon, estar en estado de “Eudaimonia”, es estar caminando hacia la realización del carácter. Negar ese destino, por otro lado, es confrontarse con el guardián.
- CONCLUSIÓN:
Entre varios sentidos posibles, el daimon puede ser entendido como lo que comunica el hombre con la divinidad. En un sentido junguiano, tomando lo divino como arquetípico y así, como inconsciente colectivo, el daimon ejercería la función de símbolo que es lo que hace el puente entre lo arquetipo y la conciencia. Y como ese demonio está ligado, en el Mito de Er, más con el destino de uno, está más a servicio del Self que de cualquier otro arquetipo. Como herramienta del Self, el daimon puede actuar tanto internamente como externamente, pues la teoría junguiana defiende que el arquetipo y el inconsciente colectivo son más que ideas, siendo también físicos, materiales. Jung (1984) llama esa propiedad de psicoide. Así, cuando un arquetipo es activado y se prepara para emerger en la consciencia, tienden a producirse fenómenos de sincronicidad, porque la acción del arquetipo se manifiesta dualmente: en el ámbito físico y en el psíquico. Y es aquí que entra el daimon.
Entonces después de todo lo expuesto es posible concluir que el daimon es una herramienta del Self que tiene la función de comunicar al hombre su esencia, con el objetivo final de conducirlo a su destino, que es la realización de su personalidad de una manera íntegra y completa, o sea, el proceso de individuación.
Si el proceso de individuación es el destino, a pesar de ser determinado antes del nacimiento, es siempre una elección del individuo. En ese sentido, la libertad de elección existe siempre que uno es consciente de sus acciones y fiel a su esencia.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
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JACOBY, M. (2002). Individuation and Narcissism: the psychology of the Self in Jung and Kohut. New York: Routledge.
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___________ (1998). A dinâmica do inconsciente. 3ª edição. Petrópolis: Vozes.
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RANGEL JÚNIOR, Vicente Martins (2006). As artes do daimon: à procura de uma poética perdida. 2006. 412f. Tese (Doutorado em Ciência da Literatura) – Programa de Pós-Graduação em Letras, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro. Disponível em: http://www.ciencialit.letras.ufrj.br/trabalhos/vicentemarins_asartes.pdf
VON FRANZ, M. L. (1997) O Caminho dos Sonhos. São Paulo, Cultrix.