Psicología
Dejando la autopromoción de lado, debo reconocer que la Terapia de Pareja no es un requisito imprescindible para el éxito de toda relación feliz. Así es, la realidad nos brinda ejemplos de personas que se unen desde que se conocen sin dejarse en adelante tal como lo afirma el “hasta que la muerte los separe”, sin intervención alguna de terapeuta profesional. Digo esto sin retraimientos porque es la verdad, y no por esto es menos cierto que también tenemos ejemplos igualmente muy realistas de parejas que fracasan catastróficamente (también sin intervención de terapia profesional) expandiendo las consecuencias de esto a terceros en su entorno como si fuera la onda expansiva de una bomba.
No quiero desanimar a nadie, pero si nos fijamos en las estadísticas pareciera que cada vez son más quienes terminan en este último grupo. Entonces ¿qué pasó si se amaban, tenía buenas intenciones, se veían tan bien juntos?. No es un secreto que en la actualidad las parejas enfrentan nuevos retos, y que la palpitante opción fácil de abandonar una situación cuando se pone difícil tampoco contribuye al compromiso necesario para “las malas” que se mencionan en “te amaré en las buenas y en las malas”… tal vez simplemente no eran compatibles entre sí, o quizás no encontraron la manera adecuada para funcionar juntos, se agotó su paciencia y energía para seguir intentando y se transformaron en algo muy diferente al amor. Y allí es cuando surge la necesidad de la terapia de pareja.
Las parejas atraviesan varias etapas, iniciando por la elección de pareja, su consolidación, y los pasos evolutivos de la vida familiar una vez constituida (la llegada de los hijos, su crianza y preparación para la vida adulta, jubilación, etc); e incluso en algunos casos hasta el proceso de separación es considerado pues no todas las experiencias de pareja tienen la misma trayectoria.
En cualquier momento de esas etapas pueden encontrarse tropiezos que obstaculizan el desarrollo saludable tanto del individuo como de la pareja. Por ejemplo, algunos de los temas que traen conflicto pueden ser:
Durante la Elección de pareja:
“Siempre me encuentro con alguien que ya tiene pareja”
“Yo no quiero nada serio en este momento, me concentro en mi carrera”
“Me dicen que soy muy dependiente y que asfixio”
“No siento que nadie me guste lo suficiente”
En esta etapa la terapia individual es lo más recomendable para clarificar y resolver temas de crecimiento personal que ayudan a prepararse para poder brindar genuinamente lo mejor de sí a otra persona.
Durante la constitución de la pareja y la vida familiar:
“Tengo celos y no puedo controlarlos”
“No tiene tiempo para mí”
“Solo yo me encargo de nuestros hijos”
“El sexo ya no es lo mismo y no es satisfactorio para ninguno de los dos”
“Ya no aguanto la rutina”
En estas etapas es recomendable la terapia en pareja donde puedan abrirse en conjunto los temas que generan malestar en un ambiente que invita al diálogo y a comprender la situación de una manera diferente a la que no ha funcionado hasta ahora.
Estos son solo algunos ejemplos que suelo encontrar en el motivo que trae a las personas a consulta. Algunas dificultades tienen un largo período de gestación, mientras que otras surgen desencadenadas por crisis repentinas que pueden resultar beneficiadas por un proceso de psicoterapia. Usualmente se recurre a ello luego de haber puesto en práctica intentos de solución por propia iniciativa, que no han logrado su objetivo.
También he encontrado personas que han consultado de forma preventiva, anticipando que un cambo importante en sus vidas puede afectar a la pareja o a sus hijos, como puede ser una mudanza, un proceso de duelo, e incluso un divorcio en términos amistosos.
En definitiva la psicoterapia de pareja es oportuna cuando existe el deseo de superar las dificultades y se está dispuesto a hacer esfuerzos orientados al cambio constructivo.