Si nos cuesta tanto definir la enfermedad mental y la salud psicológicas, ¿no será porque nos esforzamos en conceptos destinados también a la medicina somática?
La conciencia que el enfermo tiene de su enfermedad es rigurosamente original. No hay nada más falso que el mito del loco que ignora estar enfermo; la distancia que separa la conciencia del médico de la del enfermo no se mide por la distancia que separa el saber de la enfermedad y su ignorancia. El médico no está del lado de la salud que posee todo saber sobre la enfermedad que ignora todo sobre sí misma, hasta su propia existencia. El enfermo reconoce su anomalía y le da, por lo menos, el sentido de una diferencia irreductible que lo separa de la conciencia y del universo de los demás. Pero el enfermo, por lúcido que esté, no tiene, no tiene la misma perspectiva que el médico sobre su dolencia; nunca toma esa distancia especulativa que le permitiría comprender la enfermedad como un proceso objetivo que se desarrolla en él, pero sin él. La conciencia de la enfermedad está atrapada en el interior de la enfermedad; está anclada en ella y, en el momento en que la percibe la expresa. El modo en que el enfermo acepta o niega su enfermedad y el modo en que la interpreta y da significación a sus formas más absurdas son elementos que constituyen una de las dimensiones esenciales de la enfermedad. Lo que se registra no es ni un derrumbe inconsciente dentro del proceso mórbido ni una conciencia lúcida, no integrada y objetiva de ese proceso, sino que hay un reconocimiento alusivo, una percepción difusa de un decorado mórbido sobre el fondo del cual se destacan los temas patológicos.
Michel Foucault: "Enfermedad Mental y Psicología". Paidós, 2016
Rodrigo Córdoba Sanz. Psicólogo y Psicoterapeuta. www.rcordobasanz.es