Martes, 15 de abril de 2014
davidsalinasterapeuta
Psicología
Psicología
En artículos anteriores he hablado de emociones que, aunque podemos llamar negativas o molesta, son humanas, y por tanto inevitables y necesarias. No podemos, ni debemos, reprimirlas, pero sí que podemos gestionarlas. Y he mencionado emociones como la tristeza, el miedo, la ira o los sentimientos de culpa.
Pero no he hablado aún de la vergüenza. Quizá es que me daba miedo, o vergüenza, hablar de la vergüenza. No por nada, Brené Brown, investigadora precisamente de esta emoción, dice sobre ella: "la vergüenza es una epidemia en nuestra cultura".
Y yo digo sobre ella: "la vergüenza es la gran epidemia en nuestra cultura".
Porque aunque la vergüenza presenta un proceso similar al de la culpa, no es lo mismo. La culpa es decir: "Hice algo malo; me equivoqué", está centrada en el comportamiento; vergüenza es decir: "Soy malo, soy un error", está centrada en uno mismo. Por eso puede llegar a ser bastante más perjudicial para nuestra autoestima.
Pero no sólo eso, porque la vergüenza no sólo son tus pensamientos negativos diciéndote que no puedes, que no eres lo suficientemente bueno y que los demás lo saben. Es también, cuando nos atrevemos, cuando podemos, cuando somos buenos: "¿Quién te crees que eres?".
Por tanto, ya sea en tus logros o en tus fracasos, cuando nos muestres tus debilidades o nos enseñes tus fortalezas,
Vergüenza es miedo a ser quien tú eres.
Y eso es terrible.
Empatía gatuna. :)
Sin embargo, sentir un poco de vergüenza no es nada malo. Y esto deberían aplicárselo muchos de nuestros políticos o banqueros. Las únicas personas que no sienten vergüenza son las que no tienen empatía, los sociópatas (que son, me temo, muchos de nuestros políticos y banqueros).
Para Brené Brown, precisamente el antídoto de la vergüenza (la que nos impide ser nosotros mismos y estar a gusto con nuestra realidad) pasa por el desarrollo de dos habilidades:
La empatía. Capacidad para ponernos en el lugar del otro y saber cómo se siente. Si somos capaces de entender y aceptar cómo se sienten los demás, dejaremos de tener miedo de exponer nuestros auténticos sentimientos.
La vulnerabilidad. No es debilidad. Más bien al contrario: valentía. Dejarnos ver tal como somos, con nuestros defectos, con nuestros fracasos.
Las personas que exponen su vulnerabilidad tienen más iniciativa y tolerancia a la incertidumbre y al cambio, porque saben que a pesar de sus fracasos ellos seguirán siendo personas dignas y válidas.
Y es verdad. No queremos ver tu "yo perfecto". Queremos verte a ti. Y seas como seas, estamos seguros de que verte merecerá la pena.
Pero no he hablado aún de la vergüenza. Quizá es que me daba miedo, o vergüenza, hablar de la vergüenza. No por nada, Brené Brown, investigadora precisamente de esta emoción, dice sobre ella: "la vergüenza es una epidemia en nuestra cultura".
Y yo digo sobre ella: "la vergüenza es la gran epidemia en nuestra cultura".
Porque aunque la vergüenza presenta un proceso similar al de la culpa, no es lo mismo. La culpa es decir: "Hice algo malo; me equivoqué", está centrada en el comportamiento; vergüenza es decir: "Soy malo, soy un error", está centrada en uno mismo. Por eso puede llegar a ser bastante más perjudicial para nuestra autoestima.
Pero no sólo eso, porque la vergüenza no sólo son tus pensamientos negativos diciéndote que no puedes, que no eres lo suficientemente bueno y que los demás lo saben. Es también, cuando nos atrevemos, cuando podemos, cuando somos buenos: "¿Quién te crees que eres?".
Por tanto, ya sea en tus logros o en tus fracasos, cuando nos muestres tus debilidades o nos enseñes tus fortalezas,
Vergüenza es miedo a ser quien tú eres.
Y eso es terrible.
Empatía gatuna. :)
Sin embargo, sentir un poco de vergüenza no es nada malo. Y esto deberían aplicárselo muchos de nuestros políticos o banqueros. Las únicas personas que no sienten vergüenza son las que no tienen empatía, los sociópatas (que son, me temo, muchos de nuestros políticos y banqueros).
Para Brené Brown, precisamente el antídoto de la vergüenza (la que nos impide ser nosotros mismos y estar a gusto con nuestra realidad) pasa por el desarrollo de dos habilidades:
La empatía. Capacidad para ponernos en el lugar del otro y saber cómo se siente. Si somos capaces de entender y aceptar cómo se sienten los demás, dejaremos de tener miedo de exponer nuestros auténticos sentimientos.
La vulnerabilidad. No es debilidad. Más bien al contrario: valentía. Dejarnos ver tal como somos, con nuestros defectos, con nuestros fracasos.
Las personas que exponen su vulnerabilidad tienen más iniciativa y tolerancia a la incertidumbre y al cambio, porque saben que a pesar de sus fracasos ellos seguirán siendo personas dignas y válidas.
Y es verdad. No queremos ver tu "yo perfecto". Queremos verte a ti. Y seas como seas, estamos seguros de que verte merecerá la pena.