Viernes, 16 de mayo de 2014
Psicóloga Montse Jiménez
- Terrassa, (España)
Psicología
Psicología
Comienza con una relato interno que salta de una idea a otra aumentando con cada una el grado de ansiedad.
Frenta a un gasto imprevisto, una persona con tendencia a entrar en el ciclo de la preocupación, podría pensar:
Lo único que falta ahora es que el coche se estropee y lo tenga que llevar al taller; me saldría por un ojo de la cara y no sé cómo me las apañaré para pagar la hipoteca. Vender el coche no puedo porque entonces ¿con qué iría a trabajar? Y a mi edad, es difícil que pueda encontrar otra cosa; menos aún con el paro que hay hoy en día.
Muchas veces, después de sufrir un percance decimos: Lo único que falta ahora es que... Esta frase es una de las que inician el ciclo de la preocupación. Con ella comenzamos a imaginar futuros hipotéticos peligros que, a menudo, nada tienen que ver con la situación desagradable o peligrosa a la cual nos estamos enfrentando.
Vemos en el ejemplo de arriba citado, que la actitud de esa persona no es sentarse a planificar racionalmente sus gastos para llegar a fin de mes, lo que hace es imaginar futuros desastres y buscar a éstos soluciones que, a menudo, son el inicio de nuevos infortunios imaginarios.
A pesar de que el ciclo de la preocupación no sirve para solucionar problemas, quién se entrega a él siente que, gracias a preocuparse conseguirá sortear las dificultades. Es como si el hábito funciona como una especie de talismán que lo libera de futuras desgracias.
Frecuentemente la gente se preocupa mucho por situaciones que tienen pocas posibilidades de ocurrir, en tanto que le pasan desapercibidos problemas más concretos que sufren diariamente.
Frenta a un gasto imprevisto, una persona con tendencia a entrar en el ciclo de la preocupación, podría pensar:
Lo único que falta ahora es que el coche se estropee y lo tenga que llevar al taller; me saldría por un ojo de la cara y no sé cómo me las apañaré para pagar la hipoteca. Vender el coche no puedo porque entonces ¿con qué iría a trabajar? Y a mi edad, es difícil que pueda encontrar otra cosa; menos aún con el paro que hay hoy en día.
Muchas veces, después de sufrir un percance decimos: Lo único que falta ahora es que... Esta frase es una de las que inician el ciclo de la preocupación. Con ella comenzamos a imaginar futuros hipotéticos peligros que, a menudo, nada tienen que ver con la situación desagradable o peligrosa a la cual nos estamos enfrentando.
Vemos en el ejemplo de arriba citado, que la actitud de esa persona no es sentarse a planificar racionalmente sus gastos para llegar a fin de mes, lo que hace es imaginar futuros desastres y buscar a éstos soluciones que, a menudo, son el inicio de nuevos infortunios imaginarios.
A pesar de que el ciclo de la preocupación no sirve para solucionar problemas, quién se entrega a él siente que, gracias a preocuparse conseguirá sortear las dificultades. Es como si el hábito funciona como una especie de talismán que lo libera de futuras desgracias.
Frecuentemente la gente se preocupa mucho por situaciones que tienen pocas posibilidades de ocurrir, en tanto que le pasan desapercibidos problemas más concretos que sufren diariamente.