Lunes, 11 de julio de 2016
JOSE ALBANES HIDALGO
- Málaga, (España)
Psicología Ansiedad
Psicología Ansiedad
En general, la actividad física corporal moderada, ejercida de forma regular y adecuada, puede considerarse beneficiosa para la salud mental y el bienestar psicológico de las personas que la practican, ya que se ha observado que puede aliviar estados de ánimo adversos, mejorar los déficits de autoeficacia percibida, disminuir la sintomatología de pacientes con ansiedad generalizada y depresión e incluso prevenir esta última. Asimismo, parece ser que puede contribuir a prevenir y modificar conductas adictivas y otros comportamientos perjudiciales y antisociales como la agresividad, ya que la práctica del deporte es capaz de proporcionar buenas posibilidades de expresar la agresión de un modo socialmente aceptable e institucionalizado y de prevenir así la expresión de una agresión incontrolada y evitar conductas indeseables; además, ayuda a desarrollar el compromiso, la perseverancia, el optimismo, la cooperación, el respeto a las normas y a los demás, y a propiciar, en definitiva, el fortalecimiento de la autoconfianza, autoestima y autoconcepto.
La consecución de estos objetivos favorece además la consolidación de la práctica del ejercicio físico en sustitución del sedentarismo y ello contribuirá progresivamente a la mejora de la forma física, lo que repercute beneficiosamente en la salud y el funcionamiento general de la persona, modificando además los hábitos negativos relacionados con el sedentarismo tales como el fumar o el comer en exceso.
La experiencia sugiere que, en ocasiones, en lo que respecta al hábito de fumar, la motivación para abandonarlo puede aumentar cuando el fumador se da cuenta de las limitaciones que el tabaco impone a sus posibilidades de rendimiento físico. Asimismo, la mejora en dicho rendimiento puede reforzar la conducta de abstinencia de los ex fumadores. Además, en algunos casos, la actividad física puede contribuir a combatir los síntomas fisiológicos adversos del abandono del tabaco bien actuando sobre los mismos o bien por el efecto de distracción y de conducta incompatible con la de fumar, lo que restringe la posibilidad de hacerlo.
En cuanto a otras adicciones (alcohol, drogas), el ejercicio será un elemento adicional del tratamiento, interactuando con estrategias psicológicas básicas en este contexto, ya que ayudará al interesado a percibir que es capaz de controlar lo que le importa sin necesidad de las sustancias a las que es adicto. Además, teniendo en cuenta que el paciente toxicómano presenta, en general, una condición física deplorable esta mejora mediante el desarrollo regular y progresivo de un ejercicio que aporte un cambio en sus cualidades físicas básicas, lo que, a su vez, facilitará la introducción en su vida de hábitos más saludables.
En líneas generales, el ejercicio físico tiene un efecto positivo a través de su acción sobre las manifestaciones fisiológicas del estrés (disminuyendo la tensión muscular), bien mediante su efecto de distracción y relajante a escala mental (tiempo de ocio en el que se olvidan los problemas cotidianos y se relaja el estado de alerta desarrollando un estilo de vida más optimista), bien a través del desarrollo de la autoconfianza y la autoestima.
Para ello, es conveniente empezar despacio e ir aumentando poco a poco la intensidad del esfuerzo hasta llegar a desarrollar programas más completos, ya que de lo contrario la práctica de ejercicio puede resultar estresante y propiciar efectos perjudiciales, como ocurre cuando los practicantes se imponen retos de rendimiento poco realistas o cuando existen altas exigencias de rendimiento (deporte de competición), llegando a provocar la falta de disfrute e incluso el sufrimiento con el ejercicio.
La actividad física, preferentemente de carácter aeróbico, parece disminuir significativamente la ansiedad tanto en personas sanas como enfermas, independientemente de su sexo y edad, siendo mayor su eficacia a medida que las sesiones y los programas de ejercicio son más largos.
Estudios sobre ansiedad han demostrado que hay cambios significativos en sujetos con alta ansiedad inicial. Igualmente, se han encontrado cambios significativos y descenso de ansiedad en personas que siguieron un programa de actividad física durante, al menos, 6 meses, mejorando además su autoevaluación y autovaloración.
El ejercicio parece fomentar actitudes más positiva y devolver la confianza, incrementándose los sentimientos de autoestima al mejorar la imagen corporal lo que provoca efectos positivos notables sobre el estado de ánimo, lo cual se ha observado sobre todo en personas que habían sufrido infarto de miocardio.
Esta mejora de la autoestima es debida básicamente al establecimiento de metas, consecución de las mismas y subsiguiente sensación de competencia y dominio.
El ejercicio parece ser eficaz en depresiones leves o moderadas, especialmente en sus inicios, en las que la actividad física conduciría al individuo a percibir que posee unas determinadas capacidades, lo que redundaría en un aumento positivo de su auto percepción dando lugar a las correspondientes sensaciones de bienestar. Probablemente, exista un fenómeno multifactorial que combina aspectos de tipo bioquímico, neurofisiológico, psicológico, etc., a la hora de barajar hipótesis que expliquen los efectos beneficiosos del ejercicio en la depresión.
Es importante evitar llegar a situaciones de fatiga o extenuación y saber que los beneficios directos de la actividad física no se van a poder constatar hasta pasadas al menos 3 semanas. Igualmente, la supervisión del ejercicio ha de enfocarse con carácter positivo, evitando que la actividad física repetitiva conduzca al tedio. Actualmente, los ejercicios colectivos de aeróbic o en piscina parecen ser los más gratificantes.
La consecución de estos objetivos favorece además la consolidación de la práctica del ejercicio físico en sustitución del sedentarismo y ello contribuirá progresivamente a la mejora de la forma física, lo que repercute beneficiosamente en la salud y el funcionamiento general de la persona, modificando además los hábitos negativos relacionados con el sedentarismo tales como el fumar o el comer en exceso.
Ejercicio físico y conductas adictivas
La experiencia sugiere que, en ocasiones, en lo que respecta al hábito de fumar, la motivación para abandonarlo puede aumentar cuando el fumador se da cuenta de las limitaciones que el tabaco impone a sus posibilidades de rendimiento físico. Asimismo, la mejora en dicho rendimiento puede reforzar la conducta de abstinencia de los ex fumadores. Además, en algunos casos, la actividad física puede contribuir a combatir los síntomas fisiológicos adversos del abandono del tabaco bien actuando sobre los mismos o bien por el efecto de distracción y de conducta incompatible con la de fumar, lo que restringe la posibilidad de hacerlo.
En cuanto a otras adicciones (alcohol, drogas), el ejercicio será un elemento adicional del tratamiento, interactuando con estrategias psicológicas básicas en este contexto, ya que ayudará al interesado a percibir que es capaz de controlar lo que le importa sin necesidad de las sustancias a las que es adicto. Además, teniendo en cuenta que el paciente toxicómano presenta, en general, una condición física deplorable esta mejora mediante el desarrollo regular y progresivo de un ejercicio que aporte un cambio en sus cualidades físicas básicas, lo que, a su vez, facilitará la introducción en su vida de hábitos más saludables.
Estrés
En líneas generales, el ejercicio físico tiene un efecto positivo a través de su acción sobre las manifestaciones fisiológicas del estrés (disminuyendo la tensión muscular), bien mediante su efecto de distracción y relajante a escala mental (tiempo de ocio en el que se olvidan los problemas cotidianos y se relaja el estado de alerta desarrollando un estilo de vida más optimista), bien a través del desarrollo de la autoconfianza y la autoestima.
Para ello, es conveniente empezar despacio e ir aumentando poco a poco la intensidad del esfuerzo hasta llegar a desarrollar programas más completos, ya que de lo contrario la práctica de ejercicio puede resultar estresante y propiciar efectos perjudiciales, como ocurre cuando los practicantes se imponen retos de rendimiento poco realistas o cuando existen altas exigencias de rendimiento (deporte de competición), llegando a provocar la falta de disfrute e incluso el sufrimiento con el ejercicio.
Ansiedad
La actividad física, preferentemente de carácter aeróbico, parece disminuir significativamente la ansiedad tanto en personas sanas como enfermas, independientemente de su sexo y edad, siendo mayor su eficacia a medida que las sesiones y los programas de ejercicio son más largos.
Estudios sobre ansiedad han demostrado que hay cambios significativos en sujetos con alta ansiedad inicial. Igualmente, se han encontrado cambios significativos y descenso de ansiedad en personas que siguieron un programa de actividad física durante, al menos, 6 meses, mejorando además su autoevaluación y autovaloración.
Autoestima
El ejercicio parece fomentar actitudes más positiva y devolver la confianza, incrementándose los sentimientos de autoestima al mejorar la imagen corporal lo que provoca efectos positivos notables sobre el estado de ánimo, lo cual se ha observado sobre todo en personas que habían sufrido infarto de miocardio.
Esta mejora de la autoestima es debida básicamente al establecimiento de metas, consecución de las mismas y subsiguiente sensación de competencia y dominio.
Estados depresivos
El ejercicio parece ser eficaz en depresiones leves o moderadas, especialmente en sus inicios, en las que la actividad física conduciría al individuo a percibir que posee unas determinadas capacidades, lo que redundaría en un aumento positivo de su auto percepción dando lugar a las correspondientes sensaciones de bienestar. Probablemente, exista un fenómeno multifactorial que combina aspectos de tipo bioquímico, neurofisiológico, psicológico, etc., a la hora de barajar hipótesis que expliquen los efectos beneficiosos del ejercicio en la depresión.
Es importante evitar llegar a situaciones de fatiga o extenuación y saber que los beneficios directos de la actividad física no se van a poder constatar hasta pasadas al menos 3 semanas. Igualmente, la supervisión del ejercicio ha de enfocarse con carácter positivo, evitando que la actividad física repetitiva conduzca al tedio. Actualmente, los ejercicios colectivos de aeróbic o en piscina parecen ser los más gratificantes.