Lunes, 18 de mayo de 2015
Consult Psicologia Clinica MDS
- Las Terrenas, Samaná, (República Dominicana)
Psicología
Psicología
Mucho se ha hablado hasta el momento de la autoestima, de sentirnos valiosos, de cultivar lo mejor de nosotros, de proyectarnos hacia la excelencia, de manera que no tengo nada nuevo que aportar en ese sentido, ya que el mercado está saturado con libros de autoayuda, cursos, conferencias y afirmaciones positivas que nos ayuden a sentirnos mejor con nosotros mismos, a “aceptarnos tal como somos”.
Es por ello, que en esta entrega daré un enfoque diferente a la autoestima, si se quiere, desde una perspectiva más humana y compasiva hacia nosotros mismos. Pero primero tocaré algunos puntos básicos acerca de cómo se construye la autoestima a partir del medio familiar y social y cómo de esta influencia surge el propio concepto. Marcuello define la autoestima como “la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida”.
De acuerdo a la valoración que hacemos de nosotros mismos, en torno a nuestras capacidades intelectuales, a la imagen corporal, el sabernos inteligentes o torpes o mediocres, influirá en la manera en que proyectemos esa creencia hacia los demás y en que desarrollemos o no nuestro potencial para alcanzar el éxito. Esta valoración no surge de manera espontánea. Por el contrario, se ha construido ladrillo a ladrillo desde las etapas más tempranas del desarrollo. Primero en nuestra familia de origen, con nuestros padres y tutores, y más adelante en la etapa escolar, con la opinión que de nosotros mismos se formen profesores y maestros. La autoestima se va conformando sobre todo con la influencia del medio social, así como de la interpretación que hagamos de lo que nos dicen acerca de lo que somos y de lo que seremos más adelante y por supuesto, de qué tanto lo incorporemos en nuestro sistema de valoración personal. Esta percepción de cómo nos conciben los demás y nosotros mismos funcionaría en su momento como una especie de profecía auto-cumplida. Es decir, actuaremos de la manera que se espera que lo hagamos.
Al llegar a la etapa de la adolescencia, todavía la personalidad no se ha consolidado en su totalidad y por tanto, la necesidad de aceptación es de vital importancia para el o la joven, así como la opinión que tenga el grupo de pares, acerca de su valía personal, la cual será un factor clave en la conformación de su autoestima. En virtud de lo anterior, es evidente la incidencia que tendrá la opinión de los otros sobre nuestra autoestima y como resultado, lo que logremos en la vida. Cuando somos adultos, ya se ha establecido la personalidad en toda la extensión de la palabra porque en esa etapa del desarrollo ya hemos internalizado todo un sistema de creencias acerca de los otros, del mundo y de la propia imagen.
Cabe destacar que en ese proceso de introyección de valores, las demás personas nos han servido de referentes, por lo que ya hemos aprendido cómo deberíamos ser o cómo comportarnos y cómo deberían ser los demás, por lo tanto, o nos aceptaremos tal como somos o por el contrario, viviremos en una lucha constante contra nosotros mismos por ese sentimiento interno de crítica y desaprobación.
Si la persona desarrolla baja autoestima por lo general podría tener una visión algo distorsionada de lo que realmente es debido a que ha basado sus creencias en un “yo ideal” y podría sumergirse en un enfrentamiento casi constante con su juez interior, aquél en que nada o casi nada parecería ser suficientemente bueno, no importa cuánto pueda esforzarse en lograr alguna meta, y en ese sentido, desalentará cualquier iniciativa de llevar a cabo proyectos que le beneficien, quizás porque en alguna parte de su ser podría no creerse merecedor o merecedora de que algo bueno le suceda como tener éxito en la vida, o de que puedan ser amados, ni de elegir la persona correcta para ellas, debido a que su temor a la propia felicidad, le hace ir de fracaso en fracaso en sus relaciones amorosas, en una especie de “auto sabotaje” que puede presentarse en muchas áreas de su vida (Branden, 1994) .
¿Cómo podríamos contrarrestar el malestar y la infelicidad que nos provoca tener una baja autoestima, en la que parecería casi imposible que podamos aceptarnos tal como somos? Desde las corrientes psicológicas modernas, una palabra podría resumir esta capacidad de aceptación: Autocompasión, la cual sería un sentimiento que expresa un cuidado delicado de lo que somos y en el que podríamos poner en “jaque” a ese juez implacable que llevamos dentro.
Jiovann (2012) denomina esto como un recolocamiento más saludable de la autoestima en el cual ya no se pretende colocar al ego en una posición mayor para que sienta que es mejor de lo que realmente es, porque hacer esto, conlleva una lucha que promueve la falta de aceptación incondicional hacia nosotros mismos. Es mucho más saludable sabernos vulnerables e imperfectos y asumir que compartimos los problemas inherentes a la raza humana. La autocompasión promueve la conexión en lugar del aislamiento o la soledad, porque reconocemos que las fallas, imperfecciones y debilidades que tenemos son compartidas por otros seres humanos y que las circunstancias y dificultades son experiencias comunes en vez de hechos aislados que sólo te ocurren a ti.
Ser bondadosos con nosotros mismos en lugar de juzgarnos duramente nos ayuda a tratar nuestras deficiencias y debilidades con dulzura y comprensión, aceptándonos tan imperfectos como podamos ser y sin pretender llenar las expectativas propias y las de los demás, lo que contribuye a evitar los escudos de protección que son inherentes a la falta de aceptación.
Mindfulness o Atención Plena, es una manera de anclar al propio yo en el momento presente sin ser barrido por los pensamientos, juicios de valor y emociones. Cuando quedamos atrapados en la historia de nuestro propio dolor, tendemos a exagerar o a obsesionarnos con los pensamientos negativos y las emociones que pueden ser difíciles para establecer la diferencia entre el drama y la realidad tal como es. Mindfulness es una manera de “ver” tus pensamientos y experiencias emocionales sin convertirte en ellas,fusionado con ellas, (Jiovann, 2012, en ACBS). Por lo tanto, las técnicas de entrenamiento en esta disciplina, pueden ayudar a las personas a relacionarse de una manera diferente con los eventos privados (pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones físicas) en el momento presente, con atención plena, sin juzgarlos, y experimentándolos de manera compasiva y bondadosa.
La autocompasión promueve responder en atención plena (Mindfulness) en el momento presente, con bondad y comprensión frente a los sentimientos de inadecuación, confusión y otras formas de estrés. También significa mantener las emociones difíciles, como el miedo, la ira, la tristeza, la vergüenza y la duda en uno mismo de una manera amorosa, facilitando un mayor bienestar en nuestra vida diaria (Germer, C., 2009). Como el Dalai Lama dice: “la autocompasión es el primer paso hacia la compasión por otros.”
Aquella voz crítica y destructiva dentro de nosotros se alza cada vez que nos sentimos solos, ansiosos, o cuando estamos enojados, cuando estamos inseguros de nuestras propias capacidades, con expresiones parecidas a éstas: “no arruines todo”, “deja de sentir lástima por ti misma”, “no podrás hacerlo, no tienes esa destreza”. Evidentemente nuestra primera reacción para defendernos de nosotros mismos es escapar de esas emociones y pensamientos, o entablar una lucha “a muerte” contra ellas. Germer (2009) plantea que aunque todos deseamos evitar la pena, en lugar de ello, intentemos aceptar esos eventos privados, ya que paradójicamente cuando dejamos ir el dolor y respondemos de una manera compasiva ante nuestras imperfecciones, sin juzgarlas o autoculparnos, descubrimos los pasos para la verdadera sanación.
Mindfulness es poner atención de una manera particular, a propósito, en el momento presente, sin juzgar los eventos privados que suelen crear malestar en las personas con baja autoestima los cuales podrían relacionarse con la crítica y los juicios de valor, tales como la apariencia física, la carrera, relaciones sociales, laborales, etc..
En la práctica de Mindfulness se entrena a los clientes a aceptar dichos eventos privados tal como son sin pretender cambiarlos para nada, en el momento presente, con atención plena, ya que como las olas del mar ni siquiera permanecen constantes, si no que van y vienen en un continuo fluir. Este sentido de aceptación no está ligado a un concepto de resignación, ya que la connotación es muy diferente. Cuando te resignas, has tirado la toalla ante algo que te supera y por tanto tiene implicaciones dolorosas y de pérdida. Cuando aceptas algo sin juzgarlo no le asignas ningún valor, ni bueno ni malo, lo aceptas tal como es, enfocando tu atención en disfrutar el momento presente a plenitud, momento a momento, a momento, a propósito (Kabat-Zinn, J., 1994).
Con ese sentido de compasión hacia ti mismo que promueve amarte y aceptarte sin ninguna condición, sin los accesorios que nos ha impuesto la sociedad y nosotros mismos en ese proceso de internalización de las normas, conceptos y atribuciones de lo “deberíamos ser”, Mindfulness puede contribuir día a día a mejorar la autoestima, que al fin y al cabo sólo es un constructo y en ese entendimiento de que todo lo que pensamos y sentimos sólo son eventos que ocurren internamente, intentamos “tomar distancia” de ellos con ejercicios que promueven la defusión y con ello nuestro Yo no sería un concepto, sino un contexto en el cual esos eventos privados ocurren en el momento presente, por lo tanto, ya no podría afectar nuestra autoestima o nuestro Self.
Maritza Díaz Savary, M.A.
Psicóloga Clínica
Especialista en Terapias de Última Generación (ACT y Mindfulness)
Tels. (809) 508-7632 y (829) 994-6119
https://www.facebook.com/maritzadiazsavaryterapeuta?ref=hl
Es por ello, que en esta entrega daré un enfoque diferente a la autoestima, si se quiere, desde una perspectiva más humana y compasiva hacia nosotros mismos. Pero primero tocaré algunos puntos básicos acerca de cómo se construye la autoestima a partir del medio familiar y social y cómo de esta influencia surge el propio concepto. Marcuello define la autoestima como “la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida”.
De acuerdo a la valoración que hacemos de nosotros mismos, en torno a nuestras capacidades intelectuales, a la imagen corporal, el sabernos inteligentes o torpes o mediocres, influirá en la manera en que proyectemos esa creencia hacia los demás y en que desarrollemos o no nuestro potencial para alcanzar el éxito. Esta valoración no surge de manera espontánea. Por el contrario, se ha construido ladrillo a ladrillo desde las etapas más tempranas del desarrollo. Primero en nuestra familia de origen, con nuestros padres y tutores, y más adelante en la etapa escolar, con la opinión que de nosotros mismos se formen profesores y maestros. La autoestima se va conformando sobre todo con la influencia del medio social, así como de la interpretación que hagamos de lo que nos dicen acerca de lo que somos y de lo que seremos más adelante y por supuesto, de qué tanto lo incorporemos en nuestro sistema de valoración personal. Esta percepción de cómo nos conciben los demás y nosotros mismos funcionaría en su momento como una especie de profecía auto-cumplida. Es decir, actuaremos de la manera que se espera que lo hagamos.
Al llegar a la etapa de la adolescencia, todavía la personalidad no se ha consolidado en su totalidad y por tanto, la necesidad de aceptación es de vital importancia para el o la joven, así como la opinión que tenga el grupo de pares, acerca de su valía personal, la cual será un factor clave en la conformación de su autoestima. En virtud de lo anterior, es evidente la incidencia que tendrá la opinión de los otros sobre nuestra autoestima y como resultado, lo que logremos en la vida. Cuando somos adultos, ya se ha establecido la personalidad en toda la extensión de la palabra porque en esa etapa del desarrollo ya hemos internalizado todo un sistema de creencias acerca de los otros, del mundo y de la propia imagen.
Cabe destacar que en ese proceso de introyección de valores, las demás personas nos han servido de referentes, por lo que ya hemos aprendido cómo deberíamos ser o cómo comportarnos y cómo deberían ser los demás, por lo tanto, o nos aceptaremos tal como somos o por el contrario, viviremos en una lucha constante contra nosotros mismos por ese sentimiento interno de crítica y desaprobación.
Si la persona desarrolla baja autoestima por lo general podría tener una visión algo distorsionada de lo que realmente es debido a que ha basado sus creencias en un “yo ideal” y podría sumergirse en un enfrentamiento casi constante con su juez interior, aquél en que nada o casi nada parecería ser suficientemente bueno, no importa cuánto pueda esforzarse en lograr alguna meta, y en ese sentido, desalentará cualquier iniciativa de llevar a cabo proyectos que le beneficien, quizás porque en alguna parte de su ser podría no creerse merecedor o merecedora de que algo bueno le suceda como tener éxito en la vida, o de que puedan ser amados, ni de elegir la persona correcta para ellas, debido a que su temor a la propia felicidad, le hace ir de fracaso en fracaso en sus relaciones amorosas, en una especie de “auto sabotaje” que puede presentarse en muchas áreas de su vida (Branden, 1994) .
¿Cómo podríamos contrarrestar el malestar y la infelicidad que nos provoca tener una baja autoestima, en la que parecería casi imposible que podamos aceptarnos tal como somos? Desde las corrientes psicológicas modernas, una palabra podría resumir esta capacidad de aceptación: Autocompasión, la cual sería un sentimiento que expresa un cuidado delicado de lo que somos y en el que podríamos poner en “jaque” a ese juez implacable que llevamos dentro.
Jiovann (2012) denomina esto como un recolocamiento más saludable de la autoestima en el cual ya no se pretende colocar al ego en una posición mayor para que sienta que es mejor de lo que realmente es, porque hacer esto, conlleva una lucha que promueve la falta de aceptación incondicional hacia nosotros mismos. Es mucho más saludable sabernos vulnerables e imperfectos y asumir que compartimos los problemas inherentes a la raza humana. La autocompasión promueve la conexión en lugar del aislamiento o la soledad, porque reconocemos que las fallas, imperfecciones y debilidades que tenemos son compartidas por otros seres humanos y que las circunstancias y dificultades son experiencias comunes en vez de hechos aislados que sólo te ocurren a ti.
Ser bondadosos con nosotros mismos en lugar de juzgarnos duramente nos ayuda a tratar nuestras deficiencias y debilidades con dulzura y comprensión, aceptándonos tan imperfectos como podamos ser y sin pretender llenar las expectativas propias y las de los demás, lo que contribuye a evitar los escudos de protección que son inherentes a la falta de aceptación.
Mindfulness o Atención Plena, es una manera de anclar al propio yo en el momento presente sin ser barrido por los pensamientos, juicios de valor y emociones. Cuando quedamos atrapados en la historia de nuestro propio dolor, tendemos a exagerar o a obsesionarnos con los pensamientos negativos y las emociones que pueden ser difíciles para establecer la diferencia entre el drama y la realidad tal como es. Mindfulness es una manera de “ver” tus pensamientos y experiencias emocionales sin convertirte en ellas,fusionado con ellas, (Jiovann, 2012, en ACBS). Por lo tanto, las técnicas de entrenamiento en esta disciplina, pueden ayudar a las personas a relacionarse de una manera diferente con los eventos privados (pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones físicas) en el momento presente, con atención plena, sin juzgarlos, y experimentándolos de manera compasiva y bondadosa.
La autocompasión promueve responder en atención plena (Mindfulness) en el momento presente, con bondad y comprensión frente a los sentimientos de inadecuación, confusión y otras formas de estrés. También significa mantener las emociones difíciles, como el miedo, la ira, la tristeza, la vergüenza y la duda en uno mismo de una manera amorosa, facilitando un mayor bienestar en nuestra vida diaria (Germer, C., 2009). Como el Dalai Lama dice: “la autocompasión es el primer paso hacia la compasión por otros.”
Aquella voz crítica y destructiva dentro de nosotros se alza cada vez que nos sentimos solos, ansiosos, o cuando estamos enojados, cuando estamos inseguros de nuestras propias capacidades, con expresiones parecidas a éstas: “no arruines todo”, “deja de sentir lástima por ti misma”, “no podrás hacerlo, no tienes esa destreza”. Evidentemente nuestra primera reacción para defendernos de nosotros mismos es escapar de esas emociones y pensamientos, o entablar una lucha “a muerte” contra ellas. Germer (2009) plantea que aunque todos deseamos evitar la pena, en lugar de ello, intentemos aceptar esos eventos privados, ya que paradójicamente cuando dejamos ir el dolor y respondemos de una manera compasiva ante nuestras imperfecciones, sin juzgarlas o autoculparnos, descubrimos los pasos para la verdadera sanación.
Mindfulness es poner atención de una manera particular, a propósito, en el momento presente, sin juzgar los eventos privados que suelen crear malestar en las personas con baja autoestima los cuales podrían relacionarse con la crítica y los juicios de valor, tales como la apariencia física, la carrera, relaciones sociales, laborales, etc..
En la práctica de Mindfulness se entrena a los clientes a aceptar dichos eventos privados tal como son sin pretender cambiarlos para nada, en el momento presente, con atención plena, ya que como las olas del mar ni siquiera permanecen constantes, si no que van y vienen en un continuo fluir. Este sentido de aceptación no está ligado a un concepto de resignación, ya que la connotación es muy diferente. Cuando te resignas, has tirado la toalla ante algo que te supera y por tanto tiene implicaciones dolorosas y de pérdida. Cuando aceptas algo sin juzgarlo no le asignas ningún valor, ni bueno ni malo, lo aceptas tal como es, enfocando tu atención en disfrutar el momento presente a plenitud, momento a momento, a momento, a propósito (Kabat-Zinn, J., 1994).
Con ese sentido de compasión hacia ti mismo que promueve amarte y aceptarte sin ninguna condición, sin los accesorios que nos ha impuesto la sociedad y nosotros mismos en ese proceso de internalización de las normas, conceptos y atribuciones de lo “deberíamos ser”, Mindfulness puede contribuir día a día a mejorar la autoestima, que al fin y al cabo sólo es un constructo y en ese entendimiento de que todo lo que pensamos y sentimos sólo son eventos que ocurren internamente, intentamos “tomar distancia” de ellos con ejercicios que promueven la defusión y con ello nuestro Yo no sería un concepto, sino un contexto en el cual esos eventos privados ocurren en el momento presente, por lo tanto, ya no podría afectar nuestra autoestima o nuestro Self.
Maritza Díaz Savary, M.A.
Psicóloga Clínica
Especialista en Terapias de Última Generación (ACT y Mindfulness)
Tels. (809) 508-7632 y (829) 994-6119
https://www.facebook.com/maritzadiazsavaryterapeuta?ref=hl