Miércoles, 23 de julio de 2014
mayte leal
Psicología
Pienso, luego existo. O existo porque pienso. Igual da que da igual. El asunto importante es que todo empieza con un pensamiento. O mejor dicho, con la ATENCIÓN que dirigimos a algo, lo cual lo convierte en posibilidad, y ahí nace el pensamiento.
El pensamiento está hecho de la misma sustancia que un átomo. No es una entidad física, sólo es un impulso de energía e información. No se ve, no se toca, no huele...Sin embargo crea nuestra realidad física, emocional y mental. Así de poderoso es. Piensa en ello.
Cuando se piensa, se activan circuitos neuronales, que si se repiten una y otra vez, se convierten en aprendizajes, de modo que la próxima vez bastará con un pequeño estímulo para su rápida activación (el “camino” ya está dibujado). Pero cuidado, porque lo que no se usa se pierde...
Si lo aprendido es algo estupendo habrá que seguir haciéndolo para que siga manteniéndose, pero si no lo es, habrá que pensar en nuevos circuitos para desactivar los viejos, y esto requerirá algo de esfuerzo y repetición, ya que el hábito de circular por el viejo camino puede devolverte a él con facilidad.
Se sabe que el pensamiento se transforma en moléculas físicas, los neuropéptidos, que son algo así como mensajeros que conducen “la información pensada” en forma de sustancia química, a las distintas células del cuerpo, debilitando o fortaleciendo el sistema inmunológico. O lo que es lo mismo, enfermando o sanando el cuerpo.
Por tanto, lo invisible se hace visible. El pensamiento se hace carne. De ahí las famosas somatizaciones, pero también las “remisiones espontáneas” de enfermedades o dolencias, un desacertado término, porque no es casual ni espontáneo sino fruto de una activación cerebral, consciente o inconsciente. He aquí el problema, la inconsciencia. No saber cómo hacerlo deliberadamente.
¿Y qué decir del efecto placebo y del efecto nocebo? Resumiendo y a lo bestia: lo que crees lo creas, para bien o para mal. Es un efecto poderoso que deberíamos tomarnos en serio. La psico-bio-inmunología lo hace.
Hay personas que habitan en la enfermedad perpetua y otras que lo hacen en la salud. Eso marca la diferencia. La vida no es aquello que nos pasa sino cómo lo vivimos. Y ahí entra en juego la ACTITUD, que tiene que ver con la ATENCIÓN, que es aquello en lo que nos enfocamos (salud, enfermedad, posibilidad, fracaso, ilusión, resignación...)
Recordemos que la atención en algo lo hace posible (para bien o para mal) y activa circuitos neuronales (para bien o para mal) y el pensamiento se convierte en neuropéptidos con carga emocional (para bien o para mal) y la distribuyen a las células del cuerpo (para bien o para mal) y crean o destruyen (para bien o para mal)...Y lo invisible se hace visible (para bien o para mal)
Elegimos todo el tiempo dónde habitar. Elijamos bien.
Y esto sólo si hablamos de la química corporal...
Psicología
Pienso, luego existo. O existo porque pienso. Igual da que da igual. El asunto importante es que todo empieza con un pensamiento. O mejor dicho, con la ATENCIÓN que dirigimos a algo, lo cual lo convierte en posibilidad, y ahí nace el pensamiento.
El pensamiento está hecho de la misma sustancia que un átomo. No es una entidad física, sólo es un impulso de energía e información. No se ve, no se toca, no huele...Sin embargo crea nuestra realidad física, emocional y mental. Así de poderoso es. Piensa en ello.
Cuando se piensa, se activan circuitos neuronales, que si se repiten una y otra vez, se convierten en aprendizajes, de modo que la próxima vez bastará con un pequeño estímulo para su rápida activación (el “camino” ya está dibujado). Pero cuidado, porque lo que no se usa se pierde...
Si lo aprendido es algo estupendo habrá que seguir haciéndolo para que siga manteniéndose, pero si no lo es, habrá que pensar en nuevos circuitos para desactivar los viejos, y esto requerirá algo de esfuerzo y repetición, ya que el hábito de circular por el viejo camino puede devolverte a él con facilidad.
Se sabe que el pensamiento se transforma en moléculas físicas, los neuropéptidos, que son algo así como mensajeros que conducen “la información pensada” en forma de sustancia química, a las distintas células del cuerpo, debilitando o fortaleciendo el sistema inmunológico. O lo que es lo mismo, enfermando o sanando el cuerpo.
Por tanto, lo invisible se hace visible. El pensamiento se hace carne. De ahí las famosas somatizaciones, pero también las “remisiones espontáneas” de enfermedades o dolencias, un desacertado término, porque no es casual ni espontáneo sino fruto de una activación cerebral, consciente o inconsciente. He aquí el problema, la inconsciencia. No saber cómo hacerlo deliberadamente.
¿Y qué decir del efecto placebo y del efecto nocebo? Resumiendo y a lo bestia: lo que crees lo creas, para bien o para mal. Es un efecto poderoso que deberíamos tomarnos en serio. La psico-bio-inmunología lo hace.
Hay personas que habitan en la enfermedad perpetua y otras que lo hacen en la salud. Eso marca la diferencia. La vida no es aquello que nos pasa sino cómo lo vivimos. Y ahí entra en juego la ACTITUD, que tiene que ver con la ATENCIÓN, que es aquello en lo que nos enfocamos (salud, enfermedad, posibilidad, fracaso, ilusión, resignación...)
Recordemos que la atención en algo lo hace posible (para bien o para mal) y activa circuitos neuronales (para bien o para mal) y el pensamiento se convierte en neuropéptidos con carga emocional (para bien o para mal) y la distribuyen a las células del cuerpo (para bien o para mal) y crean o destruyen (para bien o para mal)...Y lo invisible se hace visible (para bien o para mal)
Elegimos todo el tiempo dónde habitar. Elijamos bien.
Y esto sólo si hablamos de la química corporal...