Martes, 03 de febrero de 2015
Psicólogo Majadahonda
- Majadahonda, (España)
Psicología Ansiedad
Psicología Ansiedad
Nuestro cerebro limita la información sensorial que proviene del exterior de una forma adaptativa. Si pudiéramos recibir toda la información procedente del medio, colapsaríamos y seríamos incapaces de funcionar correctamente en la vida.
De la misma forma, la información es limitada a nivel emocional. Nuestro cerebro, de forma primaria, esta diseñado para protegerse instintivamente de todo aquello que le pueda hacer daño.
Desde que nacemos, por muy competentes y atentos que hayan sido nuestros padres, hay momentos en los que nuestras necesidades no son cubiertas y surge la privación. Ante la angustia que esto provoca, el recién nacido va a generar una estrategia defensiva. Parte de la información se va a limitar para que esta nos reduzca la carga de angustia.
Gracias a este funcionamiento, aunque hayamos tenido vivencias dolorosas durante nuestra infancia, la persona suele conseguir –más o menos– adaptarse al medio. Esta estrategia de protección es lo que podríamos llamar carácter o personalidad, y es la mejor forma que hemos encontrado, en base a nuestras circunstancias, de adaptarnos al mundo.
Una vez llegados a la vida adulta nuestro carácter sigue activo de forma defensiva. Esto quiere decir que seguimos limitando o distorsionando la información del medio para evitar que nos hagan daño.
Este mecanismo tan adaptativo, sin embargo, tiene un precio. Cuanto más dolor hayamos tenido que bloquear cuando éramos pequeños, más riesgo hay de que sigamos bloqueando la información de adulto. La función básica del cerebro sigue siendo protegernos, pero la forma de hacerlo se sofistica a medida que aumenta nuestra capacidad de raciocinio.
Las formas de bloquear el dolor y la ansiedad son muy variadas y difieren de una personalidad a otra y de un momento de la vida a otro: Hay personas que bloquean la información ayudando a los demás, otros que siempre necesitan estar ocupados, los hay que prefieren aislarse lo más posible del contacto social, otros que buscan el reconocimiento social a través del estatus; los hay que se vuelven perfeccionistas; También hay personalidades que buscan tapar su miedo a través de ser intimidatorios y dominantes con los demás. Por el contrario hay personalidades que se dedican a hacer lo contrario y se vuelven sumisos y dependientes.
De una u otra forma, lo que esta haciendo la persona es tratar de protegerse de la sensación de angustia y malestar. Las estrategias a nivel social pueden ser más o menos eficientes, sin embargo, hay algo común en ellas. Todas están limitando la información que nos llega del medio, es decir, todas interfieren con la capacidad de contactar con la realidad completamente.
Si bien hemos hablado de la necesidad de la personalidad para protegernos, también existe un impulso de buscar la sensación de bienestar.
Así pues, podríamos hablar de dos impulsos básicos, uno que tiende hacia la protección y a evitar riesgos, y otro que tiende al disfrute y la plenitud. El primero funciona como un limitador de las experiencias de la vida, podríamos decir que se trata de una forma de funcionar que persigue un SISTEMA CERRADO, protegiéndonos a través de barreras internas. El segundo tiene que ver con la exploración y la apertura a sentir nuevas experiencias y podríamos decir que funciona como un SISTEMA ABIERTO.
En este punto se produce una paradoja vital. Cuando tenemos miedo nos cerramos y de esta forma nos sentimos protegidos. Sin embargo, cuando nos cerramos a las experiencias de la vida también limitamos la capacidad de disfrute y aprendizaje.
Ante este punto de inflexión las personas se mueven en su vida entre estas dos estrategias vitales.
Una de las preguntas que a veces hago a las personas con las que trabajo en mi consulta en Majadahonda es ¿VIVES O SOBREVIVES?.
Para mi sobrevivir tiene que ver con una actitud ante la vida que se fundamenta en la protección, y en evitar las situaciones dolorosas.
Vivir –en mi opinión– implica salir de la zona de confort a la que estamos acostumbrados y atrevernos a correr riesgos. Este es el camino para que pueda entrar nueva información sobre la vida; estando abiertos a la vida es la forma en la que aprendemos, crecemos y en última instancia, accedemos a un mayor bienestar.
¿Y que implica estar abiertos a la vida?
Para responder a esta pregunta me gustaría utilizar una metáfora de nuestros tiempos. Para ello quiero que pienses en la conexión a internet. En general, ahora la gente se conecta a través de Wifi y tiene una conexión, más o menos rápida, en función de los megas que contrate.
Pues bien, nosotros también podemos sentir que estamos más o menos conectados a la vida. Cuando nos sentimos conectados nos sentimos con más confianza; somos más capaces de involucrarnos en proyectos, nos relacionamos con más espontaneidad y somos más afectuosos.
Sin embargo, hay muchos momentos de la vida en la que la conexión es muy mala o directamente hay una caída de la conexión; entonces nos sentimos completamente bloqueados, con miedo, y encerrados en nosotros mismos.
Siguiendo con la metáfora, normalmente para acceder al WIFI tenemos que tener una clave. Pues bien esa clave que tenemos que meter sería el hecho de reconocer y aceptar exactamente lo que nos está sucediendo en cada momento. Esto implica en un primer momento un trabajo de conciencia e identificación. Es decir, es situarnos en la vida AQUÍ Y AHORA y decirnos, ¿Cómo estoy en este preciso momento?, ¿Como me siento? ¿Cómo estoy bloqueando ahora mismo mi conexión con el momento presente?. Puede ser que estemos resentidos, con miedo, eufóricos, estresados….
Si bien identificar esta señal no siempre es fácil, lo que puede resultar un reto mucho más grande es la aceptación de todo este contenido. Cuando expreso el aceptación me estoy refiriendo al hecho de no ejercer resistencia con el código que nos está mandando la vida en una determinada situación.
Por supuesto es muy fácil conectarse con el WIFI cuando nos suceden cosas buenas, mucho más difícil es seguir conectado cuando se nos presentan situaciones dolorosas o conflictivas.
En mi práctica profesional observo que muchos de los problemas psicológicos provienen de la dificultad para aceptar la vida tal y como se nos presenta. Desde esta perspectiva nos peleamos con la vida una y otra vez para conseguir que las cosas salgan como nosotros queremos. “Esta persona no me gusta”, “Como pueden haber surgido goteras si arreglamos el techo el año pasado, ¡no puede ser!”.
No hay nada de malo en trabajar y esforzarse por tener una vida mejor y buscar lo que uno quiere. El problema viene si no somos capaces de renunciar al esquema prefijado que teníamos de como tenía que salir la vida.
Cuanto más rígidos seamos con la forma en la que esperamos que algo suceda en la vida más riesgo tenemos de desconectarnos del WIFI. La idea para poder fluir con la vida es que podamos poner nuestras metas como una preferencia y no como una exigencia. Cuando nuestros proyectos en la vida son una “ruta preliminar”, podemos más fácilmente adaptarnos al camino que va desplegando la vida.
A veces hay tramos del camino en los que será muy parecido a lo que habíamos imaginado. Sin embargo pueden haber otras partes de la vida que nos sorprendan completamente.
En mi experiencia y la de otros que he acompañado, el camino es más sorprendente y gratificante cuando somos capaces de soltar nuestros esquemas rígidos sobre la vida y nos abrimos a lo que está sucediendo. Estar dispuesto a vivir de alguna forma implica estar abiertos al misterio que nos propone la vida.
Sin embargo, cuando tratamos de “encorsetar” la vida bajo nuestros esquemas, hay muchas más probabilidades de toparse con el aburrimiento, la frustración, la depresión y la ansiedad.
Es por ello que parte del proceso psicoterapéutico tiene que ver con ampliar y flexibilizar nuestros esquemas sobre la vida. De alguna forma la persona tiene que “deconstruirse” de muchas de las cosas que ha aprendido. Implica un acto de apertura mental constante para no quedarse atrapado en las “viejas rutas”.
En cierto sentido este proceso supone un “descentramiento” de nosotros mismos y de nuestra visión egocéntrica de como pensamos que tienen que ser las cosas, nosotros mismos y las personas; cuando nos paramos a escuchar y ver el mundo más allá de lo que nosotros queremos se abren nuevas posibilidades que antes pasaban desapercibidas. Pasamos del circuito cerrado de nuestros esquemas mentales al sistema abierto de lo que nos esta ofreciendo la vida en este momento. Siguiendo con la metáfora del WIFI, cuanto menos apegados estemos a los esquemas mentales, mejor calidad de conexión tendremos con la vida.
A veces chocarse muchas veces con la misma piedra es la única forma de tomar conciencia de que no estamos funcionando bien. Esta actitud de apertura a la vida es algo que no se logra de la noche a la mañana, sino que requiere un cambio progresivo de actitud.
Ignacio Parra Viudes
Psicólogo y Terapeuta Gestalt
Nº Colegiado 23109
www.psicologomajadahonda.net
De la misma forma, la información es limitada a nivel emocional. Nuestro cerebro, de forma primaria, esta diseñado para protegerse instintivamente de todo aquello que le pueda hacer daño.
Desde que nacemos, por muy competentes y atentos que hayan sido nuestros padres, hay momentos en los que nuestras necesidades no son cubiertas y surge la privación. Ante la angustia que esto provoca, el recién nacido va a generar una estrategia defensiva. Parte de la información se va a limitar para que esta nos reduzca la carga de angustia.
Gracias a este funcionamiento, aunque hayamos tenido vivencias dolorosas durante nuestra infancia, la persona suele conseguir –más o menos– adaptarse al medio. Esta estrategia de protección es lo que podríamos llamar carácter o personalidad, y es la mejor forma que hemos encontrado, en base a nuestras circunstancias, de adaptarnos al mundo.
Una vez llegados a la vida adulta nuestro carácter sigue activo de forma defensiva. Esto quiere decir que seguimos limitando o distorsionando la información del medio para evitar que nos hagan daño.
Este mecanismo tan adaptativo, sin embargo, tiene un precio. Cuanto más dolor hayamos tenido que bloquear cuando éramos pequeños, más riesgo hay de que sigamos bloqueando la información de adulto. La función básica del cerebro sigue siendo protegernos, pero la forma de hacerlo se sofistica a medida que aumenta nuestra capacidad de raciocinio.
Las formas de bloquear el dolor y la ansiedad son muy variadas y difieren de una personalidad a otra y de un momento de la vida a otro: Hay personas que bloquean la información ayudando a los demás, otros que siempre necesitan estar ocupados, los hay que prefieren aislarse lo más posible del contacto social, otros que buscan el reconocimiento social a través del estatus; los hay que se vuelven perfeccionistas; También hay personalidades que buscan tapar su miedo a través de ser intimidatorios y dominantes con los demás. Por el contrario hay personalidades que se dedican a hacer lo contrario y se vuelven sumisos y dependientes.
De una u otra forma, lo que esta haciendo la persona es tratar de protegerse de la sensación de angustia y malestar. Las estrategias a nivel social pueden ser más o menos eficientes, sin embargo, hay algo común en ellas. Todas están limitando la información que nos llega del medio, es decir, todas interfieren con la capacidad de contactar con la realidad completamente.
Si bien hemos hablado de la necesidad de la personalidad para protegernos, también existe un impulso de buscar la sensación de bienestar.
Así pues, podríamos hablar de dos impulsos básicos, uno que tiende hacia la protección y a evitar riesgos, y otro que tiende al disfrute y la plenitud. El primero funciona como un limitador de las experiencias de la vida, podríamos decir que se trata de una forma de funcionar que persigue un SISTEMA CERRADO, protegiéndonos a través de barreras internas. El segundo tiene que ver con la exploración y la apertura a sentir nuevas experiencias y podríamos decir que funciona como un SISTEMA ABIERTO.
En este punto se produce una paradoja vital. Cuando tenemos miedo nos cerramos y de esta forma nos sentimos protegidos. Sin embargo, cuando nos cerramos a las experiencias de la vida también limitamos la capacidad de disfrute y aprendizaje.
Ante este punto de inflexión las personas se mueven en su vida entre estas dos estrategias vitales.
Una de las preguntas que a veces hago a las personas con las que trabajo en mi consulta en Majadahonda es ¿VIVES O SOBREVIVES?.
Para mi sobrevivir tiene que ver con una actitud ante la vida que se fundamenta en la protección, y en evitar las situaciones dolorosas.
Vivir –en mi opinión– implica salir de la zona de confort a la que estamos acostumbrados y atrevernos a correr riesgos. Este es el camino para que pueda entrar nueva información sobre la vida; estando abiertos a la vida es la forma en la que aprendemos, crecemos y en última instancia, accedemos a un mayor bienestar.
¿Y que implica estar abiertos a la vida?
Para responder a esta pregunta me gustaría utilizar una metáfora de nuestros tiempos. Para ello quiero que pienses en la conexión a internet. En general, ahora la gente se conecta a través de Wifi y tiene una conexión, más o menos rápida, en función de los megas que contrate.
Pues bien, nosotros también podemos sentir que estamos más o menos conectados a la vida. Cuando nos sentimos conectados nos sentimos con más confianza; somos más capaces de involucrarnos en proyectos, nos relacionamos con más espontaneidad y somos más afectuosos.
Sin embargo, hay muchos momentos de la vida en la que la conexión es muy mala o directamente hay una caída de la conexión; entonces nos sentimos completamente bloqueados, con miedo, y encerrados en nosotros mismos.
Siguiendo con la metáfora, normalmente para acceder al WIFI tenemos que tener una clave. Pues bien esa clave que tenemos que meter sería el hecho de reconocer y aceptar exactamente lo que nos está sucediendo en cada momento. Esto implica en un primer momento un trabajo de conciencia e identificación. Es decir, es situarnos en la vida AQUÍ Y AHORA y decirnos, ¿Cómo estoy en este preciso momento?, ¿Como me siento? ¿Cómo estoy bloqueando ahora mismo mi conexión con el momento presente?. Puede ser que estemos resentidos, con miedo, eufóricos, estresados….
Si bien identificar esta señal no siempre es fácil, lo que puede resultar un reto mucho más grande es la aceptación de todo este contenido. Cuando expreso el aceptación me estoy refiriendo al hecho de no ejercer resistencia con el código que nos está mandando la vida en una determinada situación.
Por supuesto es muy fácil conectarse con el WIFI cuando nos suceden cosas buenas, mucho más difícil es seguir conectado cuando se nos presentan situaciones dolorosas o conflictivas.
En mi práctica profesional observo que muchos de los problemas psicológicos provienen de la dificultad para aceptar la vida tal y como se nos presenta. Desde esta perspectiva nos peleamos con la vida una y otra vez para conseguir que las cosas salgan como nosotros queremos. “Esta persona no me gusta”, “Como pueden haber surgido goteras si arreglamos el techo el año pasado, ¡no puede ser!”.
No hay nada de malo en trabajar y esforzarse por tener una vida mejor y buscar lo que uno quiere. El problema viene si no somos capaces de renunciar al esquema prefijado que teníamos de como tenía que salir la vida.
Cuanto más rígidos seamos con la forma en la que esperamos que algo suceda en la vida más riesgo tenemos de desconectarnos del WIFI. La idea para poder fluir con la vida es que podamos poner nuestras metas como una preferencia y no como una exigencia. Cuando nuestros proyectos en la vida son una “ruta preliminar”, podemos más fácilmente adaptarnos al camino que va desplegando la vida.
A veces hay tramos del camino en los que será muy parecido a lo que habíamos imaginado. Sin embargo pueden haber otras partes de la vida que nos sorprendan completamente.
En mi experiencia y la de otros que he acompañado, el camino es más sorprendente y gratificante cuando somos capaces de soltar nuestros esquemas rígidos sobre la vida y nos abrimos a lo que está sucediendo. Estar dispuesto a vivir de alguna forma implica estar abiertos al misterio que nos propone la vida.
Sin embargo, cuando tratamos de “encorsetar” la vida bajo nuestros esquemas, hay muchas más probabilidades de toparse con el aburrimiento, la frustración, la depresión y la ansiedad.
Es por ello que parte del proceso psicoterapéutico tiene que ver con ampliar y flexibilizar nuestros esquemas sobre la vida. De alguna forma la persona tiene que “deconstruirse” de muchas de las cosas que ha aprendido. Implica un acto de apertura mental constante para no quedarse atrapado en las “viejas rutas”.
En cierto sentido este proceso supone un “descentramiento” de nosotros mismos y de nuestra visión egocéntrica de como pensamos que tienen que ser las cosas, nosotros mismos y las personas; cuando nos paramos a escuchar y ver el mundo más allá de lo que nosotros queremos se abren nuevas posibilidades que antes pasaban desapercibidas. Pasamos del circuito cerrado de nuestros esquemas mentales al sistema abierto de lo que nos esta ofreciendo la vida en este momento. Siguiendo con la metáfora del WIFI, cuanto menos apegados estemos a los esquemas mentales, mejor calidad de conexión tendremos con la vida.
A veces chocarse muchas veces con la misma piedra es la única forma de tomar conciencia de que no estamos funcionando bien. Esta actitud de apertura a la vida es algo que no se logra de la noche a la mañana, sino que requiere un cambio progresivo de actitud.
Ignacio Parra Viudes
Psicólogo y Terapeuta Gestalt
Nº Colegiado 23109
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