Viernes, 05 de time.september de 2014
Psicoterapeuta Reyes Martínez Díaz
- Guadalajara, (México)
Psicología
Psicología
“Descubrir el camino que nos hace dichosos y tener el valor de recorrerlo es crucial para todos”
Joan Garriga
Amar lo que soy significa dejar de luchar, mirar con una sonrisa benevolente y amistosa la experiencia que estoy teniendo en este momento, mis características físicas y como es mi cuerpo, los sentimientos y emociones que se presentan a visitarme en la relación con otras personas y conmigo mismo.
Se puede decir que prácticamente todas las personas nacidas en la actual cultura occidental, hemos aprendido desde chiquitos a ignorar y rechazar aspectos nuestros. Hemos sufrido el proceso de identificarnos con lo que otros aprobaban y consideraban deseable, y dejado en el olvido y la inconsciencia cualidades y aspectos que nos hacían vulnerables o eran rechazados por nuestros seres más queridos desde la infancia y por otras personas significativas (maestros, novios, amigos) en etapas más tardías.
El rechazo y la exclusión que primero estuvo fuera, después pasó a estar dentro, y a día de hoy en prácticamente todas las personas que llegan a consulta de psicoterapia finalmente topamos con el rechazo y la exclusión de características y tendencias personales (la sensibilidad, o la coquetería, la espontaneidad, mi estatura tan bajita o lo oscuro de mi piel, incluso la propia fuerza o la sexualidad). El rechazo de hechos biográficos (nacer en una familia pobre, o muy católica, ser el mayor de los hermanos, tener una enfermedad). El rechazo de conductas llevadas a cabo (casarme con aquella mujer, confiar en aquel amigo, irme a vivir a la ciudad). O el rechazo y negación a emociones que estoy viviendo en este momento (preocupación en el trabajo, miedo a la reacción de alguna persona importante en mi vida, etc.).
Aquí va una historia de vida. Una mujer joven está muy peleada con el hecho de tener mala vista y tener que usar lentes, se avergüenza delante de la gente y se siente como patito feo e inseguro. Visita un médico tras otro para operarse y uno tras otro le dicen que no es adecuado por algunas condiciones de sus ojos. Finalmente encuentra un médico con menos escrúpulos que accede a operarla. A partir de esa operación se queda con un problema de ojo seco y otras complicaciones, además no recupera toda la vista y de todos modos tiene que seguir usando lentes.
Cuando llega a consulta está muy enojada con los médicos a los que culpa de ser nefastos profesionales. Le digo que cuando una rechaza algo de sí misma hasta el punto de quererlo eliminar contra toda su intuición e información objetiva de que será algo violento y descuidado consigo misma, al final se pone en manos de quien igualmente lo haga. Ella tiene toda una tarea por delante que es aceptarse tal y como es, con su miopía y su necesidad de lentes, ahora también con sus ojos secos. Mirar amablemente esta característica suya, con una sonrisa benevolente. Su vergüenza, su depresión y su sentimiento de patito feo son las formas que toma su rechazo de sí misma. Por diversas y repetidas a lo largo del tiempo actitudes de su familia aprendió a no sentirse querible con un “defecto”. A día de hoy es ella la que susurra o a veces grita desde dentro “no eres querible”… Y lo que rechazas, de lo que te defiendes con lucha e intentos de exclusión, te sigue y te persigue.
Con cada intento de reducirlo, eliminarlo, desaparecerlo, guardarlo en el cuarto oscuro de los tiliches tal vez conseguimos por un rato, por un día, por unos años a veces, vivir como si no existiera. Y finalmente, “cuando se nos escapa”, lo hace con toda la fuerza y la virulencia de lo reprimido y sin control alguno. Se agudiza, toma el poder aunque sea por un rato y nos deja a su merced. Esto es comúnmente aplicable al enojo, al miedo, al sentido del ridículo, a la necesidad de cariño, y a cualquiera de nuestros sentimientos, valores o características personales con las que estamos incómodos y peleados.
• Así aquella persona que no acepta como parte de sí misma, casi casi ni lo puede ver, el enojo que va cargando, un día explota y en un solo estallido o en muchos continuados a lo largo del tiempo destruye una relación de pareja que le era importante.
• Así aquella mujer profesional que no puede aceptar el miedo que tiene al fracaso se sumerge en un largo período de inactividad y no acomete actividades para las que está preparada con una vaga sensación de “no sé qué me pasa y porqué estoy tan paralizada y desganada”.
• Así un hombre trata de parecer seguro de sí mismo en todo momento hasta el extremo de parecer rígido y duro por no dejar si quiera que asome su timidez.
• Así una mujer casada durante 20 años en un matrimonio que todos veían feliz, un día de repente se va con otro hombre que tal vez no la pueda querer tampoco porque la decisión la tomó desde el descontrol de su necesidad de cariño negada y no atendida durante muchos años.
Estamos culturalmente educados para rechazar lo que no nos gusta, y con frecuencia tenemos la tarea previa de hacer conscientes esas partes de nosotros mismos que tratamos como trataban sus hermanastras a Cenicienta: la dejaban encerrada en la casa para que nadie la viera, avergonzándose después del aspecto tan desastroso que tenia.
Sin embargo, cuando entramos en una dinámica de relación con nosotros mismos de amar lo que somos, todo lo que somos, tenemos acceso a una felicidad y una serenidad muy gratas. Se termina la lucha, y en realidad – si el proceso es real y es profundo – la mayoría de las fantasías de catástrofe que temíamos no se cumplen. Más bien al contrario, es ahora cuando aceptamos que nuestro cuerpo tiene este “defecto”, cuando al fin nos permitimos poner una atención más respetuosa y más curiosa a los sentimientos y emociones que estamos vivenciando, es ahora que tenemos una mayor capacidad de cambio.
Para muestra un botón: Observa qué ocurre cuando a otra persona le señalamos un defecto que no nos agrada con un tono molesto o irritado, y en qué ocurre cuando amigablemente le describimos simplemente describimos lo que vemos que está haciendo. En el primer caso, la otra persona emplea su energía y su respuesta en defenderse y rechazar nuestro comentario. En el segundo, puede que no le agrade lo que escucha, pero sin duda lo tiene mucho más fácil para escucharnos porque no está siendo juzgada ni rechazada, y así hay muchas más probabilidades de que escuche una información que le estamos dando.
La fuerza de voluntad y el deseo de mejorar son muy importantes, es muy humano proyectarnos hacia delante y visualizar como queremos vivir y qué queremos lograr mañana. Cambiar hábitos es una fuerza muy poderosa para mejorar nuestra vida… si lo hacemos desde la base de una relación amorosa con nosotros mismos.
Hay muchas definiciones de autoestima, dependiendo de qué enfoque teórico estemos utilizando. Una definición posible de autoestima es amar lo que somos tal y como somos a cada momento, con lo que emerge de nuestro cuerpo (características, carencias, enfermedades), en nuestros sentimientos, pensamientos, sueños, conductas, anhelos y recuerdos.
Recibir cortés y amigablemente lo que vivimos y cada parte de lo que somos, en una suerte de respeto a nosotros mismos. Pretender hacernos una cirugía para extirparnos aquello que no nos gusta es un deseo que humanamente podemos entender pues está guiado por el deseo del amor de los demás y la necesidad de sentirnos queridos, pero al final lo que hacemos es una falta de amor a nosotros mismos… porque no nos tomamos tal y como estamos siendo en este momento.
Cuando nos enamoramos o comenzamos una relación de amistad pretendemos que el otro nos quiera totalmente, tal y como somos: les estamos pidiendo a otra persona que haga lo que nosotros podemos hacer!
Más allá de las posibilidades de cambio que abre este amor inclusivo con uno mismo, aún hay otra posibilidad más interesante que la completa:
• Cuando no desterramos nada de lo que vivimos de nuestro corazón aprendemos a ser más grandes porque nada de lo que vivimos nos es ajeno. Nos hacemos más grandes porque somos iguales que un árbol que crece frondoso y exuberante sobre la superficie de la tierra: necesita alimentarse hundiendo sus raíces en la oscura, profunda y húmeda tierra.
• Nos hacemos más completos porque si desterramos a nuestros demonios puede que también nuestros ángeles se marchen tras ellos.
• Cuando podemos ver nuestra carencia, nuestras dificultades y nuestra sombra efectivamente vemos que nada de lo humano nos es ajeno.
• Tampoco en los demás a los que paulatinamente aprendemos a vivir como hermanos, parte y reflejo de nosotros mismos. In lak a la' akesch se expresa en el lenguaje de la gente del mayab.
• Dejamos de juzgar y de sentirnos “justos”, dejamos de proyectar en los otros las partes de nosotros que no podemos ver ni tolerar (mi enojo, mi vulnerabilidad, etc), somos más comprensivos y menos manipuladores con los que nos rodean.
• Comprendemos que cada vivencia cumple su cometido. Bueno y malo como criterios para amar o dejar de amar dejan de ser válidos, porque todo lo tomamos y lo amamos, tal y como es.
Con frecuencia en terapia preguntamos a la persona ¿Con lo que no tuviste qué sí aprendiste? ¿Con lo que no pudo ser o no se dio qué recursos sacaste de tí? Otra posibilidad es relatar una situación de vida o una dificultad que tengas, y luego como DJ experto en remixear temas musicales, relatar otra versión, una positiva, sin cambiar la realidad pero atribuyéndole otros significados en un ejercicio parecido a ver la parte llena de la botella.
Cada día que pasa, cada vez somos más personas las que descubrimos y profundizamos experiencialmente en nuestra vida cotidiana en esta verdad de la que hablan todos los maestros espirituales. Desde Jesús el de Nazaret hasta el actual Dalai Lama, pasando por todos los maestros, nanas y tatas que en México a día de hoy brindan generosamente su sabiduría a todo el que quiera recibirla. Amar los que somos, todo lo que somos, es un camino muy concreto para lograr la dicha, y desde luego la salud mental y ambas tienen una estrecha relación.
Considero que en la psicoterapia, a través de los tiempos de escucha y empatía, a través de la confrontación también, y siempre en el marco de una relación como encuentro entre dos personas, el proceso para que cada persona aprenda a amarse tal como es, es una meta obligada.
La psicoterapia no es tanto un lugar al que se va para cambiar y seguir jugando a convertirnos en una persona aceptable porque ya cambié y ahora si tendré las características que necesito para ser querible y aceptable (para mí mismo, para los demás). Es un lugar y una relación a la que se llega para por fin tomarme tal y como soy, y así encaminarme hacia la reconciliación de todo lo que soy y todo lo que es en mi corazón. Es un camino hacia la felicidad.
Myriam Reyes Martínez Díaz
Psicoterapeuta. Consteladora. Terapeuta Regresiva Reconstructiva (TRR)
Tel (33) 1651-3924. Tel cel 3334739696
reyesmartinezdiaz@gmail.com
Joan Garriga
Amar lo que soy significa dejar de luchar, mirar con una sonrisa benevolente y amistosa la experiencia que estoy teniendo en este momento, mis características físicas y como es mi cuerpo, los sentimientos y emociones que se presentan a visitarme en la relación con otras personas y conmigo mismo.
Se puede decir que prácticamente todas las personas nacidas en la actual cultura occidental, hemos aprendido desde chiquitos a ignorar y rechazar aspectos nuestros. Hemos sufrido el proceso de identificarnos con lo que otros aprobaban y consideraban deseable, y dejado en el olvido y la inconsciencia cualidades y aspectos que nos hacían vulnerables o eran rechazados por nuestros seres más queridos desde la infancia y por otras personas significativas (maestros, novios, amigos) en etapas más tardías.
El rechazo y la exclusión que primero estuvo fuera, después pasó a estar dentro, y a día de hoy en prácticamente todas las personas que llegan a consulta de psicoterapia finalmente topamos con el rechazo y la exclusión de características y tendencias personales (la sensibilidad, o la coquetería, la espontaneidad, mi estatura tan bajita o lo oscuro de mi piel, incluso la propia fuerza o la sexualidad). El rechazo de hechos biográficos (nacer en una familia pobre, o muy católica, ser el mayor de los hermanos, tener una enfermedad). El rechazo de conductas llevadas a cabo (casarme con aquella mujer, confiar en aquel amigo, irme a vivir a la ciudad). O el rechazo y negación a emociones que estoy viviendo en este momento (preocupación en el trabajo, miedo a la reacción de alguna persona importante en mi vida, etc.).
Aquí va una historia de vida. Una mujer joven está muy peleada con el hecho de tener mala vista y tener que usar lentes, se avergüenza delante de la gente y se siente como patito feo e inseguro. Visita un médico tras otro para operarse y uno tras otro le dicen que no es adecuado por algunas condiciones de sus ojos. Finalmente encuentra un médico con menos escrúpulos que accede a operarla. A partir de esa operación se queda con un problema de ojo seco y otras complicaciones, además no recupera toda la vista y de todos modos tiene que seguir usando lentes.
Cuando llega a consulta está muy enojada con los médicos a los que culpa de ser nefastos profesionales. Le digo que cuando una rechaza algo de sí misma hasta el punto de quererlo eliminar contra toda su intuición e información objetiva de que será algo violento y descuidado consigo misma, al final se pone en manos de quien igualmente lo haga. Ella tiene toda una tarea por delante que es aceptarse tal y como es, con su miopía y su necesidad de lentes, ahora también con sus ojos secos. Mirar amablemente esta característica suya, con una sonrisa benevolente. Su vergüenza, su depresión y su sentimiento de patito feo son las formas que toma su rechazo de sí misma. Por diversas y repetidas a lo largo del tiempo actitudes de su familia aprendió a no sentirse querible con un “defecto”. A día de hoy es ella la que susurra o a veces grita desde dentro “no eres querible”… Y lo que rechazas, de lo que te defiendes con lucha e intentos de exclusión, te sigue y te persigue.
Con cada intento de reducirlo, eliminarlo, desaparecerlo, guardarlo en el cuarto oscuro de los tiliches tal vez conseguimos por un rato, por un día, por unos años a veces, vivir como si no existiera. Y finalmente, “cuando se nos escapa”, lo hace con toda la fuerza y la virulencia de lo reprimido y sin control alguno. Se agudiza, toma el poder aunque sea por un rato y nos deja a su merced. Esto es comúnmente aplicable al enojo, al miedo, al sentido del ridículo, a la necesidad de cariño, y a cualquiera de nuestros sentimientos, valores o características personales con las que estamos incómodos y peleados.
• Así aquella persona que no acepta como parte de sí misma, casi casi ni lo puede ver, el enojo que va cargando, un día explota y en un solo estallido o en muchos continuados a lo largo del tiempo destruye una relación de pareja que le era importante.
• Así aquella mujer profesional que no puede aceptar el miedo que tiene al fracaso se sumerge en un largo período de inactividad y no acomete actividades para las que está preparada con una vaga sensación de “no sé qué me pasa y porqué estoy tan paralizada y desganada”.
• Así un hombre trata de parecer seguro de sí mismo en todo momento hasta el extremo de parecer rígido y duro por no dejar si quiera que asome su timidez.
• Así una mujer casada durante 20 años en un matrimonio que todos veían feliz, un día de repente se va con otro hombre que tal vez no la pueda querer tampoco porque la decisión la tomó desde el descontrol de su necesidad de cariño negada y no atendida durante muchos años.
Estamos culturalmente educados para rechazar lo que no nos gusta, y con frecuencia tenemos la tarea previa de hacer conscientes esas partes de nosotros mismos que tratamos como trataban sus hermanastras a Cenicienta: la dejaban encerrada en la casa para que nadie la viera, avergonzándose después del aspecto tan desastroso que tenia.
Sin embargo, cuando entramos en una dinámica de relación con nosotros mismos de amar lo que somos, todo lo que somos, tenemos acceso a una felicidad y una serenidad muy gratas. Se termina la lucha, y en realidad – si el proceso es real y es profundo – la mayoría de las fantasías de catástrofe que temíamos no se cumplen. Más bien al contrario, es ahora cuando aceptamos que nuestro cuerpo tiene este “defecto”, cuando al fin nos permitimos poner una atención más respetuosa y más curiosa a los sentimientos y emociones que estamos vivenciando, es ahora que tenemos una mayor capacidad de cambio.
Para muestra un botón: Observa qué ocurre cuando a otra persona le señalamos un defecto que no nos agrada con un tono molesto o irritado, y en qué ocurre cuando amigablemente le describimos simplemente describimos lo que vemos que está haciendo. En el primer caso, la otra persona emplea su energía y su respuesta en defenderse y rechazar nuestro comentario. En el segundo, puede que no le agrade lo que escucha, pero sin duda lo tiene mucho más fácil para escucharnos porque no está siendo juzgada ni rechazada, y así hay muchas más probabilidades de que escuche una información que le estamos dando.
La fuerza de voluntad y el deseo de mejorar son muy importantes, es muy humano proyectarnos hacia delante y visualizar como queremos vivir y qué queremos lograr mañana. Cambiar hábitos es una fuerza muy poderosa para mejorar nuestra vida… si lo hacemos desde la base de una relación amorosa con nosotros mismos.
Hay muchas definiciones de autoestima, dependiendo de qué enfoque teórico estemos utilizando. Una definición posible de autoestima es amar lo que somos tal y como somos a cada momento, con lo que emerge de nuestro cuerpo (características, carencias, enfermedades), en nuestros sentimientos, pensamientos, sueños, conductas, anhelos y recuerdos.
Recibir cortés y amigablemente lo que vivimos y cada parte de lo que somos, en una suerte de respeto a nosotros mismos. Pretender hacernos una cirugía para extirparnos aquello que no nos gusta es un deseo que humanamente podemos entender pues está guiado por el deseo del amor de los demás y la necesidad de sentirnos queridos, pero al final lo que hacemos es una falta de amor a nosotros mismos… porque no nos tomamos tal y como estamos siendo en este momento.
Cuando nos enamoramos o comenzamos una relación de amistad pretendemos que el otro nos quiera totalmente, tal y como somos: les estamos pidiendo a otra persona que haga lo que nosotros podemos hacer!
Más allá de las posibilidades de cambio que abre este amor inclusivo con uno mismo, aún hay otra posibilidad más interesante que la completa:
• Cuando no desterramos nada de lo que vivimos de nuestro corazón aprendemos a ser más grandes porque nada de lo que vivimos nos es ajeno. Nos hacemos más grandes porque somos iguales que un árbol que crece frondoso y exuberante sobre la superficie de la tierra: necesita alimentarse hundiendo sus raíces en la oscura, profunda y húmeda tierra.
• Nos hacemos más completos porque si desterramos a nuestros demonios puede que también nuestros ángeles se marchen tras ellos.
• Cuando podemos ver nuestra carencia, nuestras dificultades y nuestra sombra efectivamente vemos que nada de lo humano nos es ajeno.
• Tampoco en los demás a los que paulatinamente aprendemos a vivir como hermanos, parte y reflejo de nosotros mismos. In lak a la' akesch se expresa en el lenguaje de la gente del mayab.
• Dejamos de juzgar y de sentirnos “justos”, dejamos de proyectar en los otros las partes de nosotros que no podemos ver ni tolerar (mi enojo, mi vulnerabilidad, etc), somos más comprensivos y menos manipuladores con los que nos rodean.
• Comprendemos que cada vivencia cumple su cometido. Bueno y malo como criterios para amar o dejar de amar dejan de ser válidos, porque todo lo tomamos y lo amamos, tal y como es.
Con frecuencia en terapia preguntamos a la persona ¿Con lo que no tuviste qué sí aprendiste? ¿Con lo que no pudo ser o no se dio qué recursos sacaste de tí? Otra posibilidad es relatar una situación de vida o una dificultad que tengas, y luego como DJ experto en remixear temas musicales, relatar otra versión, una positiva, sin cambiar la realidad pero atribuyéndole otros significados en un ejercicio parecido a ver la parte llena de la botella.
Cada día que pasa, cada vez somos más personas las que descubrimos y profundizamos experiencialmente en nuestra vida cotidiana en esta verdad de la que hablan todos los maestros espirituales. Desde Jesús el de Nazaret hasta el actual Dalai Lama, pasando por todos los maestros, nanas y tatas que en México a día de hoy brindan generosamente su sabiduría a todo el que quiera recibirla. Amar los que somos, todo lo que somos, es un camino muy concreto para lograr la dicha, y desde luego la salud mental y ambas tienen una estrecha relación.
Considero que en la psicoterapia, a través de los tiempos de escucha y empatía, a través de la confrontación también, y siempre en el marco de una relación como encuentro entre dos personas, el proceso para que cada persona aprenda a amarse tal como es, es una meta obligada.
La psicoterapia no es tanto un lugar al que se va para cambiar y seguir jugando a convertirnos en una persona aceptable porque ya cambié y ahora si tendré las características que necesito para ser querible y aceptable (para mí mismo, para los demás). Es un lugar y una relación a la que se llega para por fin tomarme tal y como soy, y así encaminarme hacia la reconciliación de todo lo que soy y todo lo que es en mi corazón. Es un camino hacia la felicidad.
Myriam Reyes Martínez Díaz
Psicoterapeuta. Consteladora. Terapeuta Regresiva Reconstructiva (TRR)
Tel (33) 1651-3924. Tel cel 3334739696
reyesmartinezdiaz@gmail.com