Martes, 04 de marzo de 2014
lic.lauraricci@hotmail.com
Psicología Discapacidades
Psicología Discapacidades
El autismo es un tema particularmente en boga en nuestra época, con ello refiero a que hoy en día no es un diagnóstico que se desconozca, al menos se cuenta con alguna noción volátil, identificándolo al campo de la niñez como su autoría. En los ámbitos escolares, en entrevista a padres, se escucha de fondo en los decires, un uso hasta cotidiano del término, sumándose asimismo en la fila otros diagnósticos también reconocidos, el ADD y el TGD. Estos últimos junto con el Autismo, en la actualidad se vuelven tres referencias diagnósticas frecuentes, no dejando muy claro cuales son los alcances o límites que encierra cada una. Por otro lado, considero que se relativiza lo que un nombre, como en este caso un diagnóstico, guarda de marca en el psiquismo para el niño, que bien lo escucha a través de la palabra expresa o indirectamente a partir del trato o conductas de los adultos para con él. En una oportunidad una maestra muy comprometida e interesada por un alumno me pregunta, ¿¨Fulanito¨ tiene TGD como ¨Menganito¨?.
Ahora bien, los invito a que nos preguntemos: ¿qué uso se hace de dicha clasificación diagnóstica?, es decir, si la vía es la de universalizar criterios diagnósticos, ¿qué lugar es posible para que éstos niños puedan ser escuchados en su singularidad como sujetos? El tratamiento y asistencia para estos niños recae por lo general en poner la mirada en el déficit, entendiendo por ello de lo que carecen, de lo que no alcanzan, comparándolo bajo una referencia al común de la media. En dicha vía podríamos considerar que cobra sentido para los que entienden la etiología del autismo soportada en la genética o en la neurología, es cierto, lo evidencia y respalda la ciencia con años de investigación cuantificable.
Luego de entrevistas y de observaciones, el niño es diagnosticado y es a partir de allí que se dispondrá para él una batería de tratamiento intensivo (con frecuencia de hasta cinco veces semanales), con múltiples profesionales que lo asistirán. Tratándose de una clínica donde la mirada cobra una distinción particular, estos niños se vuelven mirados en demasía por los otros, esperando...
Niños pensados desde el déficit, lo que reciben es una educación y tratamiento por la vía adaptativa, una especie de ortopedia con el fin de reparar o reducir la brecha mas posible acerca de lo que no alcanzan, desde un pattern de medida llamada normal. Vale preguntarnos, ¿qué es normal? En una entrevista a padres una madre manifestaba: ¨quiero que mi hijo sea normal¨. ¿Qué lugar para un hijo alojado en el rechazo del ideal de sus padres?.
Lo que muchos analistas sostenemos y damos cuenta en la clínica diaria es que de la perturbación éstos niños no son pasivos, sino que hacen un uso particular sirviéndose de ella, es decir, son responsables de cómo utilizan su cuerpo en relación al Otro. Los modos en utilizar el cuerpo, el rechazo al lazo, encontramos que son modos particulares de dar respuesta, que hay que saber escuchar. ¿Respuesta ante qué o a quién ?, no podemos dejar por fuera la lógica familiar, la función de sus progenitores como de la función que el niño ocupa en esa trama familiar. Es significativo que muchos tratamientos no llegan a su fin cuando el sujeto mejora notablemente, cuando dejó de ser protagonista en su núcleo familiar.
Si la mirada deja de estar puesta en el niño -problema, deficitario, objeto- y se pasa a escuchar e incluir a la novela familiar que lo atraviesa por discursos y posiciones que allí operan, caminos muy diversos se abren para que pueda encontrar otros modos de respuesta que no resulten tan devastadores para si mismo.
Cuando en el decir de los padres comienza a escucharse un no saber hacer, un momento en que para ellos se abre una pregunta sin respuesta, un enigma que los concierne como sujetos y como padres, esperanzador será para el inicio y el tratamiento de su hijo.
Lic. Laura Ricci
lricci81@hotmail.com
Ahora bien, los invito a que nos preguntemos: ¿qué uso se hace de dicha clasificación diagnóstica?, es decir, si la vía es la de universalizar criterios diagnósticos, ¿qué lugar es posible para que éstos niños puedan ser escuchados en su singularidad como sujetos? El tratamiento y asistencia para estos niños recae por lo general en poner la mirada en el déficit, entendiendo por ello de lo que carecen, de lo que no alcanzan, comparándolo bajo una referencia al común de la media. En dicha vía podríamos considerar que cobra sentido para los que entienden la etiología del autismo soportada en la genética o en la neurología, es cierto, lo evidencia y respalda la ciencia con años de investigación cuantificable.
Luego de entrevistas y de observaciones, el niño es diagnosticado y es a partir de allí que se dispondrá para él una batería de tratamiento intensivo (con frecuencia de hasta cinco veces semanales), con múltiples profesionales que lo asistirán. Tratándose de una clínica donde la mirada cobra una distinción particular, estos niños se vuelven mirados en demasía por los otros, esperando...
Niños pensados desde el déficit, lo que reciben es una educación y tratamiento por la vía adaptativa, una especie de ortopedia con el fin de reparar o reducir la brecha mas posible acerca de lo que no alcanzan, desde un pattern de medida llamada normal. Vale preguntarnos, ¿qué es normal? En una entrevista a padres una madre manifestaba: ¨quiero que mi hijo sea normal¨. ¿Qué lugar para un hijo alojado en el rechazo del ideal de sus padres?.
Lo que muchos analistas sostenemos y damos cuenta en la clínica diaria es que de la perturbación éstos niños no son pasivos, sino que hacen un uso particular sirviéndose de ella, es decir, son responsables de cómo utilizan su cuerpo en relación al Otro. Los modos en utilizar el cuerpo, el rechazo al lazo, encontramos que son modos particulares de dar respuesta, que hay que saber escuchar. ¿Respuesta ante qué o a quién ?, no podemos dejar por fuera la lógica familiar, la función de sus progenitores como de la función que el niño ocupa en esa trama familiar. Es significativo que muchos tratamientos no llegan a su fin cuando el sujeto mejora notablemente, cuando dejó de ser protagonista en su núcleo familiar.
Si la mirada deja de estar puesta en el niño -problema, deficitario, objeto- y se pasa a escuchar e incluir a la novela familiar que lo atraviesa por discursos y posiciones que allí operan, caminos muy diversos se abren para que pueda encontrar otros modos de respuesta que no resulten tan devastadores para si mismo.
Cuando en el decir de los padres comienza a escucharse un no saber hacer, un momento en que para ellos se abre una pregunta sin respuesta, un enigma que los concierne como sujetos y como padres, esperanzador será para el inicio y el tratamiento de su hijo.
Lic. Laura Ricci
lricci81@hotmail.com