Psicología
El otoño es el periodo del año en el que se producen el mayor número de separaciones y divorcios en España. ¿A qué se debe esto? ¿Por qué en otoño?
¿Tienen alguna relación los escenarios de convivencia de la pareja con su estabilidad? La respuesta es sí. Las parejas tienen una rutina que se ajusta a las prioridades que suele tener cada una de las partes y cuando está sintonizada, acostumbra a generar una experiencia de compresión y ritmo continuo.
Para muchas parejas, seguir una rutina, por aburrida que parezca, es lo que más les ayuda a sostener los cambios constantes del exterior del micro mundo en que viven como tal, ya que con la rutina la incertidumbre se desvanece y la seguridad aumenta. Pero, ¿qué pasa cuando la rutina cambia? El escenario de una pareja siempre se presenta susceptible a los cambios naturales de evolución de los ciclos vitales como por ejemplo el nacimiento de los hijos, los cambios de ciudad, de trabajo, etc.
Cuanto más sólida sea una pareja, esta tendrá más capacidad de adaptarse con mayor facilidad. En este sentido el trabajo en equipo es absolutamente clave. Si la pareja se siente inestable por alguna razón, este trabajo en equipo suele verse afectado y por consecuencia, los cambios de escenario suelen generar momentos de crisis.
Así pues, como comentábamos en el inicio de esta entrada, las vacaciones suelen afectar a las parejas ya que alteran su rutina habitual. A diferencia de lo que podríamos pensar pues se supondría que las vacaciones son un espacio para poder compartir fuera de la “nefasta” rutina y propiciar una comunicación más amplia y renovar vínculos desgastados por lo cotidiano, no siempre es así y esto puede ser el inicio de los problemas en la pareja.
Durante las vacaciones de verano, los miembros de la pareja pasan juntos durante más tiempo de lo habitual y para aquellos que arrastran ya algún tipo de conflicto por pequeño que sea, este tiempo de convivencia puede acrecentar los problemas o hacerlos más evidentes. Las vacaciones “obligan” a las familias a estar más juntas y por ende a pasar más tiempo viéndose la cara de manera distinta a la que suelen estar acostumbradas.
En este sentido, la terapia puede ayudar a las parejas a que tomen conciencia de que su estabilidad pende de un hilo y que si lo desean, pueden conseguir a través de una ayuda externa que las cosas mejoren. En este tipo de terapia se trabaja en entender cómo la individualidad de cada parte “nutre” la pareja en función de lo que a ésta le podría interesar. Es como imaginar que la pareja es un tercero en esta relación de dos y que dependiendo de lo que reciba, éste "integrante"podrá ser más activo a la hora de ayudar a los individuos a salir adelante. La comunicación en la pareja puede hacerse a través del cariño, el apoyo, la compresión (que sería el lenguaje que esa tercera parte ,“la pareja”, entiende) pero también puede tener forma de desánimo, aburrimiento e incluso desinterés.
Tanto el lenguaje positivo como el negativo se debe saber comunicar para evitar que “la pareja” se canse y abandone el barco, dejando a dos personas hablando un idioma que ninguno entiende. La terapia ayuda a “traducir” y también a ver cómo desde esa nutrición bien entablada, las decisiones son más fáciles de tomar. Así se evita llegar a la desidia o al maltrato.
Al terminar este verano, te recomendamos darle un vistazo a la pareja y ver si está bien alimentada y si puede sostenerse en los diferentes escenarios que depara la vida. Si tienes cualquier pregunta o te has quedado con ganas de profundizar con algo al respecto de la pareja no dudes en escribirnos a hola@cepfami.com