Jueves, 10 de abril de 2014
Cristina Alfaro Carrasco
- Sevilla, (España)
Psicología
Psicología
La adolescencia es un período de cambios biológicos, psicológicos y sociales. Inicia un proceso de crisis y duelo (duelos por la pérdida de la infancia, del cuerpo infantil, perdida de roles), que termina en la cristalización de la identidad que se manifestará en la etapa adulta. Es una fase crucial en la que se toman importantes decisiones sobre la vida.
Ciertamente es una época de estrés, ansiedad y depresión, que en ocasiones puede derivar en otros síntomas como comportamiento disruptivo y consumo de sustancias, la pérdida de autoestima y la valía personal. Aunque lo realmente preocupante no es que sea un período de crisis, esto es connatural al proceso de desarrollo emocional y psicosocial, en las que pueden tener lugar estos síntomas. Lo preocupante es la manera en que la concepción actual de la adolescencia, como un estigma, por un lado, causante de problemas. Y consecuencia de un déficit biológico, por otro lado, producto de la visión médica (sino no se entiende la medicalización) determina el abordaje terapéutico a través de fármacos más que de una intervención psicológica. El tratamiento farmacológico tiene unos efectos secundarios más perniciosos en esta edad (como pueden ser dificultades en la concentración y el aprendizaje, alteraciones de los estadios del sueño alterando el proceso hormonal que tiene lugar durante la noche e impidiendo la etapa del sueño profundo, alta adictividad que generan algunos fármacos), que en edades adultas.
Una detección precoz, así como una intervención temprana adecuada que vaya encaminada a favorecer el crecimiento, la consolidación de la identidad y el desarrollo de la autonomía personal son medicamentos potencialmente más efectivos y duraderos de cara a la vida y la salud.
¿Qué es lo que pueden hacer los padres en todo esto? Los padres son una clave fundamental en este proceso de intervención. El niño que entra en la adolescencia, no le queda más remedio que abandonar su infancia y con ella los ideales infantiles. Dentro de estos ideales están los padres, sus figuras de referencia, los que le han enseñado hasta este momento lo que es la vida. A partir de ahora, el niño adolescente empieza a contrastar lo familiar con lo de fuera, los grupos de amigos son ahora una nueva fuente de referencia. Los cambios que también tienen lugar a nivel cognitivo, les lleva a cuestionar el sistema que habían asumido desde pequeños con una mayor argumentación, lo que a veces lleva a los padres a contradecirse a sí mismos, lo que puede ser desesperante. Todo este torbellino de idas y venidas, conflictos con la autoridad, dramas emocionales son necesarios en el proceso de crecimiento. La siguiente etapa de la vida, la adultez, requiere de una entereza que se adquiere por la superación de la tempestad de eventos que tienen lugar durante la adolescencia, momento en que cristaliza la identidad.
Aunque parezca un tópico típico, desde las familias, la mejor herramienta que poseen es la comunicación y el afecto. Como se recoge en el siguiente texto:
" La literatura que analiza la influencia de la calidez y el afecto presente en el hogar sobre el bienestar de hijos e hijas es bastante clara, concluyendo que los chicos y chicas que afirman tener relaciones más cercanas con sus madres y padres, caracte¬rizadas por la cohesión, la comunicación y el afecto entre otras, además de estar más protegidos frente al efecto negativo de los acontecimientos vitales estresantes que ex¬perimentarán durante la adolescencia (Oliva, Morago y Parra, 2009), manifiestan indi¬cadores de florecimiento como elevadas competencias personales y morales caracteri¬zadas por ejemplo por mayor autoestima o elevados niveles de prosocialidad, un mayor bienestar emocional y un ajuste más positivo, tanto a nivel interno como externo (Dusek y McIntyre, 2003; Gray y Steinberg 1999; Maccoby y Martín, 1983; Oliva, Parra y Sán-chez–Queija, 2002; Oliva, Parra, Sánchez–Queija y López, 2007; Parra y Oliva, 2006; Sánchez–Queija, Oliva y Parra, 2006).
Si tratamos de entender lo que en este período le ocurre al adolescente, en lugar de tener una idea de la adolescencia como conflictiva y desesperante, recordando también aquellos años que nosotros vivimos perdidos en la aborigen de la vida, conseguiremos tener un mayor acercamiento, participando positivamente en el desarrollo de su autonomía y en las construcción de su identidad. Contribuyendo a la disolución de ansiedades más que a potenciar las mismas.
Ciertamente es una época de estrés, ansiedad y depresión, que en ocasiones puede derivar en otros síntomas como comportamiento disruptivo y consumo de sustancias, la pérdida de autoestima y la valía personal. Aunque lo realmente preocupante no es que sea un período de crisis, esto es connatural al proceso de desarrollo emocional y psicosocial, en las que pueden tener lugar estos síntomas. Lo preocupante es la manera en que la concepción actual de la adolescencia, como un estigma, por un lado, causante de problemas. Y consecuencia de un déficit biológico, por otro lado, producto de la visión médica (sino no se entiende la medicalización) determina el abordaje terapéutico a través de fármacos más que de una intervención psicológica. El tratamiento farmacológico tiene unos efectos secundarios más perniciosos en esta edad (como pueden ser dificultades en la concentración y el aprendizaje, alteraciones de los estadios del sueño alterando el proceso hormonal que tiene lugar durante la noche e impidiendo la etapa del sueño profundo, alta adictividad que generan algunos fármacos), que en edades adultas.
Una detección precoz, así como una intervención temprana adecuada que vaya encaminada a favorecer el crecimiento, la consolidación de la identidad y el desarrollo de la autonomía personal son medicamentos potencialmente más efectivos y duraderos de cara a la vida y la salud.
¿Qué es lo que pueden hacer los padres en todo esto? Los padres son una clave fundamental en este proceso de intervención. El niño que entra en la adolescencia, no le queda más remedio que abandonar su infancia y con ella los ideales infantiles. Dentro de estos ideales están los padres, sus figuras de referencia, los que le han enseñado hasta este momento lo que es la vida. A partir de ahora, el niño adolescente empieza a contrastar lo familiar con lo de fuera, los grupos de amigos son ahora una nueva fuente de referencia. Los cambios que también tienen lugar a nivel cognitivo, les lleva a cuestionar el sistema que habían asumido desde pequeños con una mayor argumentación, lo que a veces lleva a los padres a contradecirse a sí mismos, lo que puede ser desesperante. Todo este torbellino de idas y venidas, conflictos con la autoridad, dramas emocionales son necesarios en el proceso de crecimiento. La siguiente etapa de la vida, la adultez, requiere de una entereza que se adquiere por la superación de la tempestad de eventos que tienen lugar durante la adolescencia, momento en que cristaliza la identidad.
Aunque parezca un tópico típico, desde las familias, la mejor herramienta que poseen es la comunicación y el afecto. Como se recoge en el siguiente texto:
" La literatura que analiza la influencia de la calidez y el afecto presente en el hogar sobre el bienestar de hijos e hijas es bastante clara, concluyendo que los chicos y chicas que afirman tener relaciones más cercanas con sus madres y padres, caracte¬rizadas por la cohesión, la comunicación y el afecto entre otras, además de estar más protegidos frente al efecto negativo de los acontecimientos vitales estresantes que ex¬perimentarán durante la adolescencia (Oliva, Morago y Parra, 2009), manifiestan indi¬cadores de florecimiento como elevadas competencias personales y morales caracteri¬zadas por ejemplo por mayor autoestima o elevados niveles de prosocialidad, un mayor bienestar emocional y un ajuste más positivo, tanto a nivel interno como externo (Dusek y McIntyre, 2003; Gray y Steinberg 1999; Maccoby y Martín, 1983; Oliva, Parra y Sán-chez–Queija, 2002; Oliva, Parra, Sánchez–Queija y López, 2007; Parra y Oliva, 2006; Sánchez–Queija, Oliva y Parra, 2006).
Si tratamos de entender lo que en este período le ocurre al adolescente, en lugar de tener una idea de la adolescencia como conflictiva y desesperante, recordando también aquellos años que nosotros vivimos perdidos en la aborigen de la vida, conseguiremos tener un mayor acercamiento, participando positivamente en el desarrollo de su autonomía y en las construcción de su identidad. Contribuyendo a la disolución de ansiedades más que a potenciar las mismas.