Martes, 03 de febrero de 2015
Psi Baires
Psicología
Psicología
Toda demanda de ayuda y cambio requiere de una conversación terapéutica que haga posible otras realidades alternativas que se acerquen a la vida deseada por las personas que solicitan.
Aquí 4 elementos para generar una conversación terapéutica:
1. Apoyo para el pensamiento
Significa crear un contexto donde las personas se sientan cómodas y estén alentadas para decir lo que piensan y sienten sin temer las consecuencias de un juicio de valores o una actitud correctiva y normalizadora, con la confianza de compartir sus pensamientos y sentimientos con el terapeuta, convirtiendo la conversación en un medio para resolver el conflicto, revelando pensamientos y sentimientos que quizás no hayan expresado con otras personas.
2. Cuestionamiento para el pensamiento
Implica hacer preguntas que requieren que la persona revise su propio análisis y percepción de la circunstancia. Nosotros actuamos como una segunda voz que hace preguntas que la persona no se ha planteado por sí misma todavía, y que descubren posibilidades de tomar partido en nuevos pensamientos para ampliar su perspectiva y observar su propia información, desde la cual toma decisiones y crea definiciones.
3. Cuestionamiento para la acción
A menudo pensamos y pensamos sobre el problema comprendiéndolo a la perfección pero sin imaginar que existe una solución y que el pensamiento y la interpretación sustituyen la acción. Ofrecer terapia sólo como una ayuda para el pensamiento es un lujo que hay que dejar que se lo permitan otros. Nosotros mantengamos la atención centrada en convertir la conversación en una oportunidad para encontrar excepciones y convertirlas en soluciones y nuevas acciones y relatos.
4. Apoyo para la acción
Cuando la persona ha definido la acción, nuestra habilidad radica en ofrecer el apoyo para que esta acción se haga posible, ayudando a la persona a establecer la magnitud de la acción de manera que pueda tener buenas probabilidades de éxito confrontando la realidad existente y la confianza que la persona tenga para llevarla a cabo cuando finalice la conversación y se marche. (Ojo, esto va más allá de las palabras de aliento: “¡Estoy seguro de que podrás hacerlo!” es menos útil que: “¿Cuánta confianza tenés en que podrás hacer lo que te comprometiste y qué te ayudaría a mejorar aún más esta confianza para iniciar esta acción?”). Apoyo para la acción significa asegurarnos de que el tamaño de la acción corresponda con las habilidades y la confianza de la persona.La combinación de estos 4 elementos será vital para el proceso. Si apoyamos el pensamiento y no cuestionamos la acción sólo tendremos una bonita charla (“una charla más con el psicólogo”) si un resultado claro. Si cuestionamos la acción sin apoyo para el pensamiento, la persona se sentirá forzada a hacer algo sin comprender lo que hará ni sentirse comprometida con la acción. Si cuestionamos el pensamiento sin apoyarlo, tendremos un mero debate intelectual sin propósito ni contexto para el cambio. Si apoyamos el pensamiento sin cuestionarlo, la persona se irá imaginando que su percepción del mundo representa la realidad total, negándole la oportunidad de reformular su pensamiento y las posibilidades de las que dispone. Si cuestionamos la acción sin apoyarla tendremos metas muy ambiciosas con poca probabilidad de éxito. Y finalmente, si apoyamos la acción sin cuestionarla, podemos dedicarnos tranquilamente al oficio de motivadores o animadores, sin que las personas se responsabilicen de esforzarse todo lo que pueden.
Aquí 4 elementos para generar una conversación terapéutica:
1. Apoyo para el pensamiento
Significa crear un contexto donde las personas se sientan cómodas y estén alentadas para decir lo que piensan y sienten sin temer las consecuencias de un juicio de valores o una actitud correctiva y normalizadora, con la confianza de compartir sus pensamientos y sentimientos con el terapeuta, convirtiendo la conversación en un medio para resolver el conflicto, revelando pensamientos y sentimientos que quizás no hayan expresado con otras personas.
2. Cuestionamiento para el pensamiento
Implica hacer preguntas que requieren que la persona revise su propio análisis y percepción de la circunstancia. Nosotros actuamos como una segunda voz que hace preguntas que la persona no se ha planteado por sí misma todavía, y que descubren posibilidades de tomar partido en nuevos pensamientos para ampliar su perspectiva y observar su propia información, desde la cual toma decisiones y crea definiciones.
3. Cuestionamiento para la acción
A menudo pensamos y pensamos sobre el problema comprendiéndolo a la perfección pero sin imaginar que existe una solución y que el pensamiento y la interpretación sustituyen la acción. Ofrecer terapia sólo como una ayuda para el pensamiento es un lujo que hay que dejar que se lo permitan otros. Nosotros mantengamos la atención centrada en convertir la conversación en una oportunidad para encontrar excepciones y convertirlas en soluciones y nuevas acciones y relatos.
4. Apoyo para la acción
Cuando la persona ha definido la acción, nuestra habilidad radica en ofrecer el apoyo para que esta acción se haga posible, ayudando a la persona a establecer la magnitud de la acción de manera que pueda tener buenas probabilidades de éxito confrontando la realidad existente y la confianza que la persona tenga para llevarla a cabo cuando finalice la conversación y se marche. (Ojo, esto va más allá de las palabras de aliento: “¡Estoy seguro de que podrás hacerlo!” es menos útil que: “¿Cuánta confianza tenés en que podrás hacer lo que te comprometiste y qué te ayudaría a mejorar aún más esta confianza para iniciar esta acción?”). Apoyo para la acción significa asegurarnos de que el tamaño de la acción corresponda con las habilidades y la confianza de la persona.La combinación de estos 4 elementos será vital para el proceso. Si apoyamos el pensamiento y no cuestionamos la acción sólo tendremos una bonita charla (“una charla más con el psicólogo”) si un resultado claro. Si cuestionamos la acción sin apoyo para el pensamiento, la persona se sentirá forzada a hacer algo sin comprender lo que hará ni sentirse comprometida con la acción. Si cuestionamos el pensamiento sin apoyarlo, tendremos un mero debate intelectual sin propósito ni contexto para el cambio. Si apoyamos el pensamiento sin cuestionarlo, la persona se irá imaginando que su percepción del mundo representa la realidad total, negándole la oportunidad de reformular su pensamiento y las posibilidades de las que dispone. Si cuestionamos la acción sin apoyarla tendremos metas muy ambiciosas con poca probabilidad de éxito. Y finalmente, si apoyamos la acción sin cuestionarla, podemos dedicarnos tranquilamente al oficio de motivadores o animadores, sin que las personas se responsabilicen de esforzarse todo lo que pueden.